Parte 3

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Jimena llegó a casa de su hermana, Gaby y Andrés la recibieron.

-¿Chicos, cómo están?- Los abrazó

-Bien tía, ya sabes...- Tomó las manos de su sobrina y la abrazó de nuevo.

-¿Y su mamá?

-No ha bajado todavía. ¿Quieres algo de comer, tía?

-No, Andrés, no te preocupes. Me gustaría más hablar con ustedes y ver a su mamá- Andrés asintió.

-Entonces, vayamos a ver si ya se levantó.

Sara despertó con una punzada en el pecho, sentía que le faltaba algo, los ojos le ardían de tanto llorar, tenía un nudo en la garganta y un vacío en el estómago. Se levantó de la cama y se metió al baño; se miró en el espejo, tenía los ojos hinchados y la cara pálida, casi no se reconoció.

Entró a la ducha y dejó que el agua cayera por su rostro confundiéndose con sus lágrimas.

-¿Por qué me dejaste, Franco?- El agua fría le hacía doler la piel, pero no le importaba, sentía que cualquier cosa era mínima comparada con el dolor que llevaba por dentro. Salió de la ducha y se vistió, necesitaba salir de su cuarto, necesitaba volver a su vida normal. Escuchó que tocaban la puerta, abrió y vio a su hermana y sus hijos del otro lado.

-Hola Jimena- La saludó con un beso.

-Hola hermanita, ¿cómo estás?- Sara se encogió de hombros, miro a su hermana y los ojos se le llenaron de lágrimas.

-Ya ves- Jimena la abrazó.

-¿Me dejan hablar a solas con su mamá?- Gaby y Andrés asintieron.

-Mami, voy a decirle a Irene que te prepare algo para que desayunes, si- Se acercó a su mamá y le dio un beso en la cabeza.

-No...

-Está bien, yo hago que se lo coma todo, no se preocupen por eso- Respondió Jimena por su hermana.

-Gracias tía- Dijo Andrés y salieron de la habitación.

-Ahora si hermanita, saca todo lo que tienes- Sara la miró y negó con la cabeza.

-Ya no me queda nada, Jimena- La abrazó.

-Yo sé que eres una mujer muy fuerte, Sarita. Pero por favor no te escondas en tu coraza, Llora, grita, pero haz algo.

-Tú no entiendes, yo no puedo seguir llorando por alguien que me abandonó, tengo que ser fuerte por mis hijos y seguir adelante.

Tocaron la puerta y Jimena abrió, era Norma con una bandeja de comida. Se la dio a su hermana, camino hasta donde estaba Sara, se sentó a su lado y la abrazó.

-¿Cómo te sientes?- Sara negó con la cabeza.

-Yo les agradezco mucho que estén aquí y que se preocupen por mí y por mis hijos, pero de verdad no quiero seguir hablando de esto- Norma miró a Jimena, no entendía nada.

-Bueno está bien, Sarita, respetamos tu decisión pero ahora si tienes que comer algo, Gaby me dijo que ayer no comiste nada- Jimena le tendió la bandeja y Sara la recibió a regañadientes. Miro el plato lleno de frutas y luego miró a sus hermanas.

-¿Qué les parece si salimos a dar una vuelta por los predios?- Dijo Jimena.

-Me parece bien, pero solo hasta que Sarita se coma todo- Sara miró a Norma y no pudo evitar sentirse una niña pequeña.

Dieron un largo paseo a caballos junto a Gaby y Andrés. El día estaba hermoso afuera, pero sabía que cuando llegaran a la casa y sus hermanas se fueran, sentiría de nuevo el vacío en su pecho. Sara trató de no pensar en Franco, pero era difícil ya que todo en la hacienda le recordaba a él. Andrés estaba diciendo algo pero ella apenas podía oírlo.

-¿Se quedan a almorzar con nosotros?

-Nosotras encantadas- Respondió Norma.

Volvieron a la casa, Irene ya había preparado el almuerzo y les sirvió en el comedor. Mientras comían hablaban de trivialidades, Sara se sentía completamente desconectada, sólo asentía y tomaba uno que otro bocado de su comida. Terminaron de comer y sus hermanas se despidieron, con la promesa de volver el día siguiente.

Así paso el tiempo, Sara sintiéndose cada vez más desconectada de su familia. Se pasaba todo el día en las caballerizas, se despertaba muy temprano, bebía una taza de café, tomaba una tostada y se iba con sus caballos. En las tardes apenas llegaba Gaby la buscaba y la sacaba de las pesebreras para que comiera algo y en las noches era Andrés el que le decía que era muy tarde para que todavía estuviera en ese lugar.

Sus hijos entendían porque su mamá actuaba así, ellos en parte también hacían lo mismo, se escondían en sus estudios para no pensar en su papá.

Sara estaba completamente absorta en su trabajo y no se dio cuenta que Irene iba acompañada de un señor.

-Señora, Sara, la busca el abogado Ignacio Estevez.

-Mucho gusto señora Sara.

-Mucho gusto, disculpe que no le de la mano.

-No se preocupe. Estoy aquí para hablar de su esposo el señor Franco Reyes-Hacia mucho tiempo que no escuchaba ese nombre.

 -Él me encargo que le entregara estos documentos, puede hablar con su abogado y decirle que se comunique conmigo, aquí le dejo mi tarjeta- Sara recibió el sobre y miró al abogado confundida.

-Puedo preguntarle de que tratan estos documentos.

-Son los papeles de divorcio, pensé que ya lo sabía- Sara sintió que todo a su alrededor daba vueltas y tuvo que apoyarse en un banco que estaba detrás de ella. Su rostro palideció y la vista se le nublo. Escuchó la voz de Andrés a lo lejos y se desvaneció en el suelo. 

Una Noche de PasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora