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Apenas salimos, me miraron fijamente, estaba nerviosa de verlo, me molestaba en cierta parte, pero debía.

— Hola, Taiju.

— Hola, Aiko – ambos nos miramos fijamente – ha pasado mucho tiempo.

— Algo, ¿cómo van las cosas?

— Muy bien – asentí – supe que te has estado viendo con el líder de la octava generación de los Black Dragos.

— Algo así, es un líder para mí.

— Tienes un líder extraño, aunque sabes lo que hago, sólo lo hago a una persona, eres preciada para mí, Aiko.

— Losé, fue una mala elección ver a los Haitani salir de ahí, ese día debí esperarlos en otro lugar.

— Debiste hacerlo – me llevó al sofá haciendo que me siente – si necesitas ayuda, pídemela.

— Iré a verlo en un par de meses, ya sabes, se conmemora el aniversario de Black Dragons.

— Si, losé – asentí y me acercó un fajo de dinero – estamos pagados.

— Es bueno hacer tratos contigo, por cierto, alguien vino para hablar contigo – le mostré a los chicos que estaban ahí – y hace dos días golpeaste a mi primo.

— ¿Era tu primo? No se parecen en nada.

— Le va mejor en el amor que a mí, en fin, debo irme, fue un placer, Taiju, saluda a los chicos de mi parte.

— Siempre es bueno verte, Aiko.

Miré a Mitsuya y asentí, el sólo miró y asintió, los esperé afuera, tardaron un momento, hasta que salieron, los miré un momento, y esperé a que terminaran de hablar, Takemichi se iría con Chifuyu, asiqué no estaba preocupada.

— No sabía que tenías lazos con Black Dragons.

— Me llaman la reina de Tokio, tengo lazos con todas las pandillas.

— ¿Haces trabajos para él?

— Fue hace mucho, obviamente no se lo iba a dejar pasar, con el tiempo lo conocí más, y, bueno, le agradé, e incluso me ayudó con Odaiba, asiqué se podría decir que mientras no nos tomemos confianzas, estaremos bien.

— Pudiste ayudarnos.

— No es mi asunto, y aunque le haya dicho que golpeó a Takemichi y que es mi primo, eso no cambia las cosas, Taiju es religioso, no sé cómo decirlo, sólo, es un miedo conveniente.

— ¿Miedo?

— Ambos nos tememos, yo temo de su fuerza, y el teme que lo aplaste, así de simple, iré a mi casa, quiero descansar un poco.

— Ya lo creo.

No iba a medio camino cuando fui interceptada por Emma, arrastrándome a su casa, apenas entré fuimos recibidas por un hombre mayor.

— Aiko-san, él es mi abuelo.

— Ya veo, lamento llegar de esta manera tan inoportuna, soy Aiko Hitsu – le di una reverencia, algunas mañas no se van.

— El placer es mío, pasa, estas como en tu casa.

— Muchas gracias, con su permiso – volví a dar una reverencia y a seguirlo, cuando llegamos al salón vi una cabellera que me llamo la atención - ¿Baji?

Reina de Tokio - Manjiro Sano (Mikey)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora