Capítulo 4 | Magnifico.

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Agus se enfadó con Kala y aunque no por mucho tiempo, ella no parecía estar atenta a los regaños de Agus. No intenté intervenir, ya que supuse que sería en vano. Las rabietas de Agus siguieron por un rato, se quedó en silencio de repente.

—¿Guardaste las monedas que te dejo el hada? —preguntó a un agitado.

—Sí. Aún hay bastante.

—Dormiremos en una cama hoy. Y cenaremos algo diferente.

—¡Si! —exclamé.

—¿Tanto te molesta dormir al aire libre?

—No es eso. Me incomoda no bañarme seguido.

Agus se quedó viéndome. Sonrió y mi corazón se volvió loco, sus latidos se sentían en mis orejas. Aún no estaba acostumbrado a verlo sonreír tan casual.

—Eres un príncipe después de todo. Agradécelo a tu lagartija, por cierto, creo que debemos llevarla. Si hay peligro es mejor permanecer juntos.

—Bien. Aún tengo lo que me dio Nui.

—Bien. Dáselo y pasemos la noche en Meinmna —ordenó y se quedó cerca cuando le di la opción a Kala. Iniciamos el camino hacia el pueblo una vez que Kala se encogió.

—Será bueno dormir en una cama —dije en voz baja, sin embargo, él me escuchó.

—Tendremos una buena cena también ¿Te importa si pedimos una sola cama? —preguntó espontáneo.

—No —respondí. —Supongo que es por una cuestión de seguridad.

—También se trata de no gastar más de lo necesario. No sabemos cuánto necesitaremos más adelante. Somos dos y las camas son enormes. Estaremos cómodos de todas formas. Pero si hay inconveniente o no quieres hacerlo, siempre podemos cambiarlo.

Me di cuenta con el tiempo que Agus hablaba mucho cuando estaba a gusto con alguien. Me acostumbré rápidamente a su voz. No hacía muchos gestos, pero su mirada era muy expresiva.

—No. No quiero cambiar nada... estoy bien con eso. Si tú lo estás, claro.

—Valerian, si no estuviera cómodo, no lo habría mencionado.

—¿Tú prepararás la cena?

—No —aseguró. —Vamos a comprarla, estoy cansado como para intentar hacerlo.

Comprendía el cansancio de Agus y no quise seguir hablando para no abrumarlo. Caminábamos en silencio, pero mi camisa parecía estar llena de anzuelos de los cuales prendían los recuerdos de haber estado antes de allí con él. Sonreía involuntariamente cada vez que Agus pasaba por mi cabeza.

Serendipia | ConociéndonosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora