CUATRO

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Llego tarde porque mamá pensó que dije que era a las 8:00. Dije que a las 7:30. ¿Cómo puedes confundir las 8:00 con las 7:30?

—¿De quién es el cumpleaños? —pregunta mientras vamos en el auto. —De nadie. Solo nos estamos reuniendo.

—¿Tienes dinero suficiente? Te puedo prestar.

—Traigo quince libras.

—¿Va a estar Becky?

—Ajá.

—¿Y Lauren y Evelyn?

—Probablemente.

Cuando hablo con mis papás, en realidad no sueno muy enojada. Generalmente parezco bastante alegre cuando hablo. Soy buena para eso.

Es martes. Evelyn organizó una especie de reunión por el «inicio de cursos» en el Pizza Express. En realidad no quiero ir, pero creo que es importante hacer el esfuerzo. Por las convenciones sociales y todo eso.

Saludo a las personas que encuentro al llegar y me siento al final de la mesa. Casi me muero cuando me doy cuenta de que está Lucas. Ya sé que me va a ser difícil pensar en qué decirle: lo evité con éxito el resto del día de ayer y todo el día de hoy por esa misma razón. Por supuesto, Evelyn, Lauren y Becky aprovecharon la oportunidad para convertirlo en el «chico» del grupo. Tener un chico en tu grupo social es el equivalente a poseer una casa con alberca o una camisa de diseñador con logotipo o un Ferrari. Sencillamente te hace más importante.

Un mesero corre a atenderme, de modo que ordeno una limonada de dieta y miro hacia el final de la larga mesa. Todo el mundo está platicando, riéndose y sonriendo, y eso me hace sentir un poco triste, como si los estuviera observando a través de una ventana sucia.

—Sí, pero todas las chicas que se pasan a Truham en realidad solo lo hacen porque quieren estar con chicos todo el tiempo. —Becky, que está sentada junto a mí, está hablando con Lucas, al otro lado de la mesa—. Tantas rogonas en búsqueda de atención...

—Para ser justos —le contesta él—, las chicas de Truham son, más que nada,

objetos de culto.

Lucas atrae mi mirada y pone su sonrisa incómoda. Tiene puesta una chistosísima camisa hawaiana, una de esas bien apretadas con el cuello parado y las mangas ligeramente enrolladas. No se ve tan tímido como ayer; de hecho, se ve a la moda. No pensé que fuera la clase de chico que se pone camisas hawaianas. Un hípster. Deduzco que definitivamente tiene un blog.

—Eso es solo porque los chicos de las escuelas masculinas tienen carencias sexuales —dice Evelyn, que está sentada junto a Lucas y agita sus brazos para enfatizar su argumento—. Lo he dicho antes y lo volveré a decir: las escuelas que no son mixtas dañan a la humanidad. La cantidad de chicas de nuestra escuela que están completamente desorientadas en sociedad porque nunca han hablado con chicos...

—... está totalmente fuera de control, amiga —concluye Lauren, que está al otro lado de Evelyn.

—Me fascina el uniforme femenino de Truham —suspira Becky—. Se ven tan bien con esa corbata... —Señala vagamente hacia su cuello—. O sea, las rayas delgadas se ven mucho mejor que las rayas gruesas.

—No es la vida real —dice Lucas asintiendo con sinceridad—. En la vida real hay hombres y hay mujeres, no solo unos u otras.

—Pero esa corbata... —dice Becky—. O sea, ni siquiera puedo...

Todos hacen un gesto de aprobación y después cambian de tema. Yo sigo haciendo lo que mejor hago: observar.

Hay un muchacho que está sentado junto a Lauren y habla con las chicas del otro extremo de la mesa. Se llama Ben Hope. Ben Hope es el chico de Higgs. Y cuando digo el chico, me refiero a ese del que todas las chicas sin novio están enamoradas. Siempre hay uno. Alto y de complexión delgada. Pantalones ceñidos y camisas ajustadas. Generalmente se arregla el pelo café oscuro en una especie de remolino que, lo juro por Dios, desafía la gravedad; pero, cuando no lo alisa, se pone todo ensortijado y se ve tan adorable que simplemente te quieres morir. Siempre parece sereno y anda en patineta.

SolitarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora