SEIS

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Me dirijo hacia la casa, entro al comedor y saludo a mi familia. Siguen cenando, como de costumbre. Bueno, excepto Oliver. Como en nuestra casa las cenas son un asunto de dos o tres horas, a Oliver siempre le dan permiso para retirarse de la mesa cuando termina y puedo oírlo jugando Mario Kart en la sala. Decido acompañarlo. Si pudiera intercambiar mi cuerpo con alguien por un día, elegiría a Oliver.

—¡Toriii! —Tan pronto como entro, se da la vuelta sobre el futón y estira sus brazos hacia mí como si fuera un zombi levantándose de su tumba. Hoy parece que ha embarrado con yogurt su suéter de la escuela. Y tiene pintura por toda la cara—. ¡No puedo ganar en la Senda Arcoíris! ¡Ayúdame!

Suspiro, me siento en el futón junto a él y recojo el control adicional del Wii. —Ese circuito es imposible, hermano.

—¡No! —gime—. Nada es imposible. Creo que el juego está haciendo trampa. —El juego no puede hacer trampa.

—Sí puede. Está haciendo trampa a propósito.

—No te está haciendo trampa, Ollie.

—Charlie sí puede ganar. Lo que pasa es que le caigo mal al juego.

Lanzo un enorme y exagerado resoplido al tiempo que me levanto de un brinco del futón.

—¿Estás sugiriendo que Charlie es mejor en Mario Kart que moi? —Empiezo a sacudir la cabeza—. No. Mmm-mmm. Para nada. Yo soy la Emperatriz de Mario Kart.

Oliver se ríe, con su suave pelo ondeando sobre su cabeza. Vuelvo a dejarme caer sobre el futón, lo levanto y lo siento sobre mis piernas.

—Muy bien —digo—. La Senda Arcoíris está a punto de caer.

No llevo cuenta del tiempo que pasamos jugando, pero debe de haber sido mucho porque, cuando mamá entra, está bastante irritada. Y eso es algo extremo para ella. Es una persona bastante impasible.

—Tori, Oliver debería estar en cama desde hace más de una hora. Oliver no parece oírla. Levanto la vista del juego.

—En realidad, ese no es mi trabajo —respondo.

Mamá me mira sin expresión alguna.

—Oliver, es hora de ir a la cama —dice mientras sigue viéndome.

Oliver sale del juego y se aleja, chocando manos conmigo de camino. Aun después de que Ollie se aleja, Mamá no deja de verme.

—¿Tienes algo que decir? —le pregunto.

Aparentemente, no. Se da la vuelta y se va. Juego una ronda rápida del Circuito Luigi antes de dirigirme a mi habitación. No creo que yo le agrade demasiado a mi mamá. Pero en realidad no importa porque a mí ella tampoco me agrada mucho.

Prendo el radio y blogueo hasta altas horas. El radio está tocando mierda dubstep, pero no me importa mucho porque lo tengo muy bajo. No me levanto de la cama más que para hacer al menos cinco viajes al piso de abajo por más limonada de dieta. Checo el blog de Solitario, pero no hay nada nuevo. De modo que paso horas viendo mis blogs favoritos, reposteando capturas de pantalla fuera de contexto de Donnie Darko, Submarine y Los Simpsons. Escribo un par de publicaciones lloronas acerca de ni siquiera sé qué y casi cambio mi foto de perfil, pero no consigo encontrar ninguna donde me vea normal, de modo que juego un rato con el HTML del tema de mi blog para intentar eliminar el espacio entre cada publicación. Acecho el Facebook de Michael, pero parece usarlo aún menos que yo. Veo un poco de la serie QI de la BBC, pero ya no me parece graciosa, de modo que mejor veo Pequeña Miss Sunshine, ya que no la terminé ayer. Parece que nunca puedo terminar de ver una película el mismo día que la empiezo porque no puedo tolerar la idea de que se acabe.

Después de un rato, pongo la laptop junto a mí y me acuesto. Pienso acerca de todas las personas que estuvieron en el restaurante y que ahora seguramente estarán embriagándose y poniéndose cachondas en los sillones de los papás de Lauren. En un momento dado, me quedo dormida, pero oigo toda esta serie de ruidos chirriantes que vienen de fuera, así que mi cerebro decide que definitivamente hay algún tipo de gigante y/o demonio dando trancos por la calle; entonces me levanto y cierro la ventana solo para asegurarme de que lo que sea que está ahí afuera no pueda entrar.

Cuando regreso a la cama, cada cosita en la que podrías pensar en un solo día decide venir a mi mente de una vez, y de repente hay una pequeña tormenta eléctrica dentro de mi cabeza. Pienso acerca de Solitario y después en Michael Holden, en la razón por la que dice que deberíamos ser amigos y en cómo era cuando estaba en Truham. Después recuerdo a Lucas y lo tímido que estuvo, me pregunto por qué hizo todo ese esfuerzo por encontrarme. También recuerdo su camisa hawaiana; todavía me irrita enormemente porque odio pensar que se ha convertido en un aspirante a músico de banda pop independiente. De modo que abro los ojos y me paseo por internet para distraerme de todo eso y cuando vuelvo a sentirme relativamente bien, me quedo dormida con el destello de la página principal de mi blog calentándome

la cara y el rumor de mi laptop tranquilizando mi mente como si se tratara de grillos en el campo.

SolitarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora