DOCE

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Hay una línea que cruzas cuando entablas relaciones con la gente. La cruzas cuando pasas de tratar a alguien a conocerlo, y Michael y yo cruzamos esa línea en la fiesta de cumpleaños.

Subimos a la habitación de Becky. Por supuesto, él empieza a investigar mientras yo me tiro y ruedo sobre la cama. Pasa frente el cartel de Edward Cullen y Bella «La Inexpresiva» Swan, y levanta una ceja con escepticismo al verlo. Se pasea por la repisa de fotografías de espectáculos de baile y medallas y por la de libros preadolescentes que no se han tocado en años; también pasa por encima de los montones y montones de vestidos arrugados, camisetas, ropa interior, libros escolares, mochilas y papeles misceláneos hasta que, finalmente, abre un clóset, ignora los estantes de ropa doblada y localiza una pequeña fila de DVD.

Saca Moulin Rouge, pero, al ver la cara que pongo, lo regresa rápidamente. Pasa algo parecido cuando saca Ella en mi cuerpo y Él en el mío. Después de un instante, suspira con teatralidad, agarra un tercer DVD, salta al otro lado de la habitación hasta la pantalla y la prende.

—Vamos a ver La Bella y la Bestia —dice.

—Claro que no —respondo.

—Verás que sí.

—Por favor, no. ¿Qué tal Matrix? ¿Perdidos en Tokio? ¿El Señor de los anillos? —No sé por qué estoy enumerándolas. Becky no tiene ninguna de esas películas.

—Estoy haciendo esto por tu propio bien. —Inserta el DVD—. Creo que tu desarrollo psicológico ha sufrido sustancialmente a causa de una carencia del encanto de Disney.

Ni me preocupo en preguntarle de qué está hablando. Trepa a la cama junto a mí y se acomoda sobre un cojín que coloca contra la cabecera. Aparece el logotipo de Disney sobre la pantalla. Y siento cómo empiezan a sangrar mis ojos.

—¿Alguna vez has visto una película de Disney?

—Esteee..., sí.

—¿Por qué odias a Disney?

—No odio a Disney.

—Entonces, ¿por qué no quieres ver La Bella y la Bestia?

Volteo a verlo. No está viendo la película a pesar de que ya empezó.

—No me gustan las películas falsas —respondo—, donde los personajes y la trama son totalmente... perfectos. Las cosas no son así en la vida real.

Sonríe, pero es una sonrisa triste.

—¿No es ese el meollo de las películas?

Me pregunto por qué estoy aquí. Me pregunto por qué él está aquí. Lo único que puedo oír es el patético sonido del dubstep de abajo. Hay dibujos animados en la pantalla, pero en realidad son figuras en movimiento. Empieza a hablarme:

—¿Sabías que en la historia original Bella tiene dos hermanas? Pero en esta película es hija única. Me pregunto por qué. No es nada divertido ser hijo único.

—¿Tú eres hijo único?

—Ajá.

Esto es moderadamente interesante.

—Yo tengo dos hermanos —comento.

—¿Se parecen a ti?

—No. Para nada.

La Bella se está viendo cortejada por un hombre muy musculoso. No es atractivo, pero comprendo su disgusto por la literatura.

—A ella le gusta leer —aseguro, sacudiendo la cabeza ante la chica vestida de azul—. Eso no puede ser sano.

SolitarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora