SIETE

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No esperábamos nada más de Solitario. Pensamos que una broma pesada sería el final.

Qué equivocados estábamos.

El miércoles todos los relojes desaparecieron como por arte de magia y fueron reemplazados por hojas de papel que decían Tempus Fugit. Al principio fue gracioso, pero después de un par de horas, a media clase sin poder revisar tu teléfono y sin manera de ver qué hora es..., bueno, básicamente quieres arrancarte los ojos de la cara.

Ese mismo día, se desató la histeria en la asamblea general de la escuela cuando las bocinas empezaron a tocar «SexyBack» de Justin Timberlake, la canción más popular de la disco Higgs-Truham del 8.º año, mientras Kent subía por las escaleras del escenario y la palabra «SWAG» aparecía en la pantalla del proyector.

El jueves nos encontramos con que habían soltado dos gatos en el interior de la escuela. En apariencia, los conserjes habían logrado sacar a uno de ellos, pero el otro, un animal famélico y anaranjado de ojos enormes, evitó la captura todo el día, entrando y saliendo de diversos salones y paseándose por los corredores. A mí me gustan mucho los gatos y lo vi por primera vez en la cafetería durante el almuerzo. Casi sentí que había hecho un nuevo amigo por la manera en que saltó a una silla para sentarse con Nuestro Grupo, como si quisiera unirse a nuestra plática de chismes y ofrecernos sus opiniones acerca de las peleas de celebridades en Twitter y el clima político actual. Me dije a mí misma que quizá debería empezar a coleccionar gatos, ya que con toda seguridad se convertirían en mis únicos compañeros en unos diez años.

—Mi espíritu animal definitivamente sería un gato —dijo Becky. —Los gatos son el animal nacional de Gran Bretaña —convino Lauren.

—Mi novio tiene un gato que se llama Steve —señaló Evelyn—. ¿No es un nombre excelente para un gato? Steve.

Becky levantó los ojos al cielo.

—Evelyn, amiga. ¿Cuándo nos vas a decir quién es tu novio? Pero Evelyn solo sonrió y fingió sentirse avergonzada.

Miré profundamente al interior de los oscuros ojos del gato. Sostuvo mi mirada pensativamente.

—¿Se acuerdan de esa mujer a la que filmaron tirando a un gato en un bote

de basura y se volvió noticia nacional?

Hasta el momento, cada una de las bromas pesadas se ha fotografiado para mostrarse en el blog de Solitario.

En fin.

Hoy es viernes. A la gente se le está haciendo cada vez menos gracioso que «Material Girl» de Madonna se repita incesantemente por las bocinas. En algún momento del pasado me obsesioné un poco con esta canción, pero ahora me estoy acercando peligrosamente al punto en que voy a cortarme las venas con unas tijeras, y eso que apenas son las 10:45 de la mañana. Todavía no me queda del todo claro cómo es que Solitario logra hacer todo esto, pues Zelda y los representantes han estado patrullando la escuela desde el fiasco de los relojes del miércoles.

Estoy sentada frente una mesa jugando ajedrez en mi teléfono durante una hora libre, con mi iPod vociferando una canción de Radiohead directamente en mis oídos para poder bloquear la vomitiva música. Solo hay unas cuantas personas regadas por la sala de estudiantes, principalmente las de 13.º, que están haciendo un repaso para los exámenes de segunda vuelta de enero. La señorita Strasser supervisa el salón porque, durante horas de clase, está reservado para personas que están estudiando y es obligatorio que estemos en silencio. Esa es la razón por la que me agrada este lugar. Excepto hoy. Strasser colgó un suéter encima de la bocina, pero no sirve de gran cosa.

En una esquina, Becky y Ben están sentados juntos. No trabajan en nada y ambos sonríen. Becky no deja de acomodarse el pelo detrás de las orejas. Ben toma su mano y empieza a pintar algo en ella. Date por perdido, amigo.

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