Amor Eterno

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De vuelta en el refugio, Virgo y Venus se reunieron con los demás en la improvisada oficina, contándoles con lujo de detalle lo que habían visto en su misión de reconocimiento. Serenity no paraba de sonreír, la luz de esperanza para su pueblo era cada vez más brillante.

Por otro lado, Shun se mostraba más callado de lo usual, Minako y Hyoga notaron que su comportamiento hacia él era más amable también. Virgo seguía pensando en la conversación que había tenido con su Princesa en Nindaranna.

-Deberíamos colocar el Reactor primero, si le avisamos antes de ponerlo en posición, es probable que mande Pallasites a custodiar el lugar, debemos aprovechar mientras Nindaranna sea únicamente nuestro.- sugirió Seiya, el plan tomaba más forma poco a poco.

-Concuerdo.- secundó Haruka. -Eso te lo dejamos a ti, joven Hyoga. Es tu arma y sabes mejor que nadie cómo utilizarla.

Hyoga asintió con firmeza.

-No temas pedir cualquier cosa que necesites.- agregó Serenity con dulzura.

El rubio sonrió, quería un tiempo a solas con Shun desde aquella terrible plática en esa misma oficina, para arreglar las cosas y para intentar acercarse a él de nuevo. Estaba a punto de sugerirlo, pero se detuvo inmediatamente. Si le pidiera a Serenity que dejara que Shun lo acompañara, ella no pondría objeción alguna, y tratándose de su reina, Virgo tampoco podría negarse. Era perfecto, excepto por una cosa: no estaba seguro de querer seguir ese camino hacia el corazón de Shun. Forzarlo a pasar tiempo con él no parecía ser el mejor curso de acción. Deseaba que se diera de forma natural, pero la testarudez del peliverde no hacía aquello una cosa sencilla.

Como si pudiera leer sus pensamientos, Minako se le adelantó al Cisne.

-Shun debería ir contigo.- sugirió inocentemente. -Conoce el área a la perfección, además es un gran estratega. Seguro su inteligencia te podría ser de utilidad.

La sonrisa de Hyoga se ensanchó, agradeciendo a la Princesa con un asentimiento de cabeza.

Shun desvió la mirada al piso, Minako había puesto la atención de Hyoga nuevamente sobre él, y además frente a todos los demás. No podía negarse aunque quisiera. Pero luego pensó en lo que la rubia había dicho en los Jardines de Venus; si quería comprobar esa teoría, aquel era el momento.

Con timidez alzó la cabeza y miró al Cisne, quien se asombró con el repentino contacto visual.

-Será un placer acompañarte, Hyoga.- declaró con unas tenues notas rosadas en sus mejillas.

Se afinaron los últimos detalles del plan. El Reactor no quedaría a simple vista, lo enterrarían un par de metros bajo tierra, incluso si Pallas quería inspeccionar el terreno previo a la reunión de señuelo, no encontraría nada inusual. Hyoga también debía programar el cronómetro del Reactor, el margen más amplio de tiempo que podía poner eran cinco días; deberían arreglárselas para citar a Pallas dentro del tiempo previsto. Finalmente, las raciones de comida se recortaron, y se enviaron a varios servidores de la Reina a recabar cuántas provisiones pudieran; todos deberían permanecer dentro del refugio veinticuatro horas antes de la hora cero, y veinticuatro horas después, sólo por precaución.

Acordaron que Shun y Hyoga partirían al día siguiente.




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De nuevo en la carreta, con las horrendas capuchas puestas, Cygnus y Virgo estaban listos para partir.

El Reactor de Defensa Estelar iba en la parte trasera del vehículo, cubierto con mucha paja y una horrible manta de una tonalidad que iba entre el gris oscuro y el café; sólo los dioses sabían de dónde sacaba Seiya tan atroces textiles.

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