Una carta... una amenaza

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CAPÍTULO 5

UNA CARTA... UNA AMENAZA


Esa noche Harry durmió sosteniendo entre sus manos el regalo de Adam, lo echaba de menos ahí a su lado, prodigándole cariño, haciéndole reír, o simplemente sintiendo su cálida compañía. Miró hacia la cama de al lado, Ron roncaba estrepitosamente y sonrió, él era su mejor amigo, no tenía duda, se conocían desde los once años, pero en todo ese tiempo Ron jamás le había mirado como Adam, no le peinaba el cabello ni le tomaba de la mano, nunca dormían abrazados, simplemente por darse compañía.

Su sonrisa se acentuó al pensar en lo que diría su amigo si le hablara de esas inquietudes, seguramente enrojecería, alarmándose por las secretas intenciones de Harry para con su cuerpo. Pero no era nada sexual lo que Harry pretendía con su amigo, sólo quería alguien que lo abrazara y le dijera que lo quería sin tener ningún prejuicio, alguien que lo consintiera... y no había podido encontrar a nadie mejor que Adam para ello, alguien cuyo parecido con Snape rayaba en lo sobrenatural.


Harry se levantó antes que nadie y poniéndose solamente un abrigo para cubrirse del frío matinal, se dirigió rápidamente a la lechucería, ahí sonrió al encontrar a Hedwig esperándolo con ansiedad.

— Te tengo un trabajo muy especial, Hed, y vas a tener que poner mucho cuidado en ello, no quiero que nadie te siga, que nadie más que el propietario tenga en su poder la carta que te daré. Es una misión de vida o muerte y sólo podría confiar en ti.

La lechuza ululó con profesionalismo, ella también se sabía la mejor para una misión de tan alta peligrosidad, así que esperó pacientemente a que su amo terminara de escribir para que le colocara su misión en su patita. Harry le sonrió al mismo tiempo que le daba de su alimento favorito, prometiéndole seguírselo dando si no le fallaba. Harry se esperó hasta ver desaparecer su mascota en la lejanía y entonces volvió a su habitación. Afortunadamente nadie había despertado aún, no tenía preparado ningún pretexto para haber ido a la lechucería tan temprano. Se metió a bañar y salió sintiéndose con más ánimo, sobre todo al recordar que su primera clase era pociones y podría volver a verlo, aunque seguramente Snape estaría más furioso que nunca en su vida.

Y no se equivocó, apenas entraron y empezó a bajar puntos a cualquier Gryffindor que se atreviera a moverse de más. Harry se sintió mal al saber que era por su culpa, sin embargo, seguía alegrándose de no haber olvidado ese amor, por más que doliera seguramente el vacío sería peor. Por momentos le costaba trabajo pensar que ese estricto profesor que todos temían, hacía tan poquitas horas se mostraba feliz de que una niña le llenara el rostro con su saliva ante tanto besuqueo.

Aquel recuerdo le hizo sonreír, pero se esforzó por volver a concentrarse en la poción que tenía que hacer... sólo que ahora eso le recordó a Adam y su interés por aprender la materia de su padre. Tal vez si él pudiera ser mejor en pociones le podría ayudar un poco, y con ese pensamiento exhaló hondo dispuesto a concentrarse y hacer la mejor poción de todo el grupo.

De pronto, una presencia conocida le llegó por detrás, Severus se inclinó sobre el hombro de Harry susurrándole al oído, provocando que con su aliento, el jovencito sufriera de un estremecimiento que terminó concentrándose dentro de su pantalón.

— Necesito hablar con usted. —susurró Severus aprovechando que el resto de sus alumnos no les ponían atención—. Haga cualquier estupidez, que bien acostumbrado está, para poder darle una detención.

Harry casi creyó haber sido víctima de una broma, ¿pero desde cuando Severus Snape bromeaba?... entonces lo comprendió, por primera vez su poción estaba quedando mejor que la de Hermione quien ya empezaba a desesperarse por no conseguir la transparencia necesaria.

La familia que siempre quiseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora