La confesión de Adam

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CAPÍTULO 23

LA CONFESIÓN DE ADAM


Esa noche ninguno de los dos quiso despedirse, así que pasaron muchas horas en el mismo lugar, abrazados, entrelazando juguetonamente sus dedos, besándose ocasionalmente. Perdido el miedo, a Severus se le hacía tarde para saborear más de aquella boca, era tan suave, tan exquisita y trasmitía un hechizante amor que lo deslumbraba, no quería pensar en ello, pero nunca antes se había sentido amado de esa manera.

Eran las cinco de la mañana cuando luego de una gran renuencia por parte de ambos, ya se encontraban frente al retrato de la Dama Gorda, pero continuaban besándose larga y suavemente.

— Potter... ya déjeme ir. —pidió Severus sin dejar de besarlo—. Alguien puede salir.

— Es demasiado temprano para que alguien salga. —respondió sin soltarlo, colgado de su cuello para poder alcanzarlo con más facilidad, el profesor era lo suficientemente alto para tener que ponerse de puntillas a pesar de que él había crecido bastante en los últimos meses—. Y usted besa tan rico que no quiero dejar de hacerlo.


— Mañana podemos continuar. —propuso ahogando una sonrisa—. No hemos dormido nada y se nos dificultará mantenernos despiertos durante las clases.


— Después de toda la adrenalina que me ha hecho secretar, dudo mucho que pueda dormir por lo menos en una semana.


— Ya, Potter, no sea necio. —dijo con más firmeza para conseguir separarse del chico—. Vaya a la cama y descanse por lo menos unos minutos.

Harry sonrió, y aunque le costaba dejarlo ir tuvo que hacerlo. No le desanimaba que el profesor hubiera dejado de tutearle como lo hizo cuando le confesó lo que sentía, comprendió que el hombre era así, quizás temía acostumbrarse demasiado y que un día le saliera en público... ¡pero como le gustaría que lo llamara por su nombre y que le permitiera hacer lo mismo a él!... aunque por el momento, ese juego también resultaba extremadamente excitante.


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Harry no tuvo ningún problema para no dormirse durante las clases, se sentía tan feliz que incluso en historia de la magia quería brincar en su asiento, le era imposible borrar la sonrisa de sus labios, sintiendo todavía la alegría revoloteando por sus venas. Ron y Hermione le miraban de reojo con preocupación, temiendo que su amigo estuviera sufriendo de algún ataque de ansiedad, sólo los tranquilizaba el hecho de sus ojos verdes relucían como nunca, además de que Ron sabía que Harry no había llegado a dormir sino hasta que estuvo a punto de amanecer, no tenía que pensar mucho para imaginarse con quien estuvo. Lo que no le cuadraba era verlo tan excitado por todo, recordó que luego de pasar la noche con Adam llegó rendido a su cuarto y ni bien tocó su cabeza la almohada él ya no tenía noción de tiempo, espacio y lugar.


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A mediodía, mientras estaban en el comedor, la sonrisa de Harry se borró. Vio como Adam entraba por una puerta lateral y luego de decirle algo a su padre, salió sin siquiera mirar hacia su mesa, ni siquiera buscando a Ron, y eso ya era decir demasiado.



— ¿Qué hace aquí?... ¿No fue a su colegio? —preguntó a Ron, alarmado.


— No, parece que no.


— ¿Estará enfermo?... ¡Ron, ve a preguntarle, por favor!


— Deja de angustiarte por él. No está enfermo. —dijo Ron al notar el cambio en su amigo.

La familia que siempre quiseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora