Seducido

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CAPÍTULO 25

SEDUCIDO


Harry se debatía aún entre la culpa y la felicidad cuando Severus lo llevó en brazos hasta la cama, acomodándose ambos abrazados sobre ella. No dijeron nada más esa noche, ni siquiera durmieron, solamente se quedaron unidos en total silencio que los comunicaba más que cualquier discurso. De vez en cuando Severus suspiraba relajado mientras apretaba más a Harry contra su pecho, pensando en que jamás quería volver a dormir solo. Pudiera ser que los errores de Harry hubieran sido graves, pero eso había quedado en el pasado, no quería pensar en ellos ni en sus consecuencias, ni tampoco en si solamente habrían sido niñerías sin sentido, lo que fuera, cada día se convencía más que Harry Potter había entrado a su vida para quedarse, él mismo le dio la llave y no se arrepentía.

Además, era probable que sus errores compitieran en gravedad, no se sentía con derecho a juzgar y tampoco tenía deseos de hacerlo. Harry, por su parte, sentía su alma aliviada, mucho más ligera y un calorcito que emanaba de los brazos de Severus iba alojándose en su corazón desechando para siempre un frío del que no había sido consciente hasta hacía unas horas... definitivamente se consideraba el ser más afortunado sobre la faz de la tierra por haber obtenido el perdón y la comprensión de quien más le importaba en su vida.



En cuanto amaneció, escucharon unos suaves golpes en la puerta. Severus se levantó de inmediato para abrir mientras que Harry se incorporaba recostándose sobre la cabecera de la cama.



— Buen día, padre. —saludó Adam, Harry no lo podía ver desde su lugar pues la puerta le ocluía la visión, pero volvió a encogerse sobre sí mismo al escuchar a su amigo—. Siento interrumpir, pero...


— No interrumpes nada... ¿dónde está Sally?


— Ya se fue a la escuela. Yo me iré en un rato, pero quería saber cómo estaba Harry.


— ¿Quieres pasar a verlo?



Harry se sobresaltó al escuchar la invitación de Snape, no quería hablar con Adam, o por lo menos, tenía miedo de hacerlo. Sin embargo, tomó aire, debía enfrentar cualquier reclamación ante lo que se había atrevido a gritar el día anterior.



— Hola. —le saludó Adam acercándose a la cama donde se sentó, Harry echó mucho de menos sus abrazos efusivos ante ese despliegue de seriedad tan extraña en su amigo—. ¿Cómo te sientes?


— No sé... creo que bien. Adam, yo quería decirte que siento mucho lo que dije, me comporté muy mal, ofendí nuestra amistad y...


— Ya olvídalo, no te guardo rencor por nada. —respondió el chico con una tímida sonrisa—. Pero quiero pedirte un favor.


— Lo que quieras. —aceptó Harry ansioso por recuperar a su amigo.


— No odies a mi madre, Harry. No me gusta.


— No la odio, Adam... ya no. —respondió con la mayor sinceridad que pudo—. Perdóname por haberla ofendido a ella también, no se lo merecía.


— Mamá ya te ha perdonado... mejor nos olvidamos de todo eso. Mi padre te ha escogido ahora a ti y quiero que sepas que respeto esa decisión, y no sólo la acepto sino que también me alegro por él y por ti.



Harry bajó la mirada... ¿cómo iba a aceptar el perdón que todos generosamente le ofrecían cuando él todavía no se perdonaba? Adam pareció entender el motivo de la tristeza de su amigo y le dio un fuerte abrazo, tal vez no era uno cargado de alegría como antes, pero sí con toda la sinceridad de su corazón. Harry la sintió y le correspondió conteniendo sus lágrimas.

La familia que siempre quiseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora