Capítulo 22 | Dispersora

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Remedy y Jonás se entrenaron durante toda la semana, casi veinte horas al día. Ambos lo disfrutaban y cada vez estaban más unidos. De alguna manera empezaron a llevarse bien, a entenderse entre ellos, hasta el punto que acordaron luchar por los objetivos de los dos. Es más, compartían motivos, como la sed de venganza. Aquellos científicos, por ejemplo, no podían escapar de sus garras. No obstante, sentían un compromiso por la humanidad desde Jonás, así que debían defender al planeta de los alienígenas. Lo único en lo que no habían pensado aún era lo que sucedería después de que todo acabase, lo que pasaría entre ellos dos. Un día, los científicos quisieron dar un paso más arriesgado y pusieron anillos de fuego por toda la estación.

—¿Qué demonios es esto? —preguntó Martín—. Es demasiado arriesgado.

—No te preocupes —dijo el simbionte—. El fuego no podrá con nosotros.

—De hecho, sí —aclaró la voz de mujer por el altavoz—. No es un fuego cualquiera. Sus llamas son tres veces más potentes que las normales. Solo os puedo pedir que tengáis mucho cuidado y que completéis el circuito.

Así lo intentó Remedy. No obstante, Jonás se sentía inseguro, pues la científica le había generado temor. Sin embargo, el simbionte no parecía haber sido afectado por sus palabras y tomó el control del cuerpo. Se movió de un lado para el otro. Saltó de vallas en vallas y cruzó los primeros anillos sin problema, pero en cuanto empezó a subir niveles, cada vez quedaban menos plataformas donde sostenerse y los saltos debían ser cada vez más grandes. Llegó un punto que parecía imposible continuar subiendo.

—Continúa —insistió la mujer.

—No podemos saltar tanto —se quejó Jonás desde los adentros del cuerpo.

—Podremos —replicó Remedy, con rabia.

El simbionte saltó desde el saliente. Lo hizo con tal fuerza que salió disparado casi de forma horizontal por completo. Voló unos cuatro metros, pero no alcanzó el objetivo y cayó al vacío. De la nada apareció un hinchable que amortiguó la caída. Remedy se enfureció y se llenó de frustración por no haberlo conseguido. La mujer les animó a volverlo a intentar, pero Jonás estaba muerto de miedo y se negó a hacerlo. No obstante, el simbionte le obligó, por lo que no le quedó más remedio que prepararse para cualquier cosa.

Ambos lograron subir hasta lo más alto de nuevo. De hecho, lo hicieron aún más rápido que la primera vez.

—¡Esto es una locura, joder! —exclamó la voz de Jonás.

Esta vez, Remedy cogió carrerilla y se impulsó para saltar después. Por un momento parecía que no iban a volverlo a conseguir, pero la mano del simbionte alcanzó la punta del saliente más cercano de la plataforma. Su cuerpo se mantuvo colgando de esta última hasta que logró incorporarse sobre el nuevo y último nivel. Allí al fondo se encontraba una caja envuelta con una cinta y que flotaba suspendida sobre una blanca peana.

—¡Toma ya! —exclamó el chico desde los adentros del cuerpo.

Remedy, sorprendido por su huésped, dejó que tomase la forma de hombre para celebrarlo. Jonás estaba tan contento y orgulloso que empezó a saltar mientras exclamaba "sí" una y otra vez. Se sentía poderoso, quizá por encima de las expectativas de los científicos.

—Enhorabuena —dijo ella—. Es hora de asumir que debéis cumplir con la misión.

—Aún no has dejado claro qué es exactamente lo que he de hacer —replicó el simbionte.

—Debemos —le corrigió Jonás.

—El objetivo principal es acabar con la invasión —explicó—. Si me demostráis que sois capaces de servir a los militares, hablaremos sobre vuestra recompensa.

—¿Qué nos impide no hacerte caso? —cuestionó el hombre mientras se cruzaba de brazos.

—¿Me desafías, Jonás? —dijo la mujer.

Remedy hizo callar al humano para intentar que este no continuase discutiendo, lo que confundió a este último. De forma interna, de mente a mente, el simbionte le hizo entender que lo más inteligente sería seguir la corriente a los científicos para que pudiesen salir de allí lo antes posible. Ambos se acercaron a la caja suspendida. Remedy la abrió de un mordisco y el arma que había dentro quedó descubierta.

—Habéis recibido la dispersora —explicó la chica—. La próxima prueba será... más interesante —continuó mientras al simbionte le crecía el brillo de los ojos observando su nueva adquisición.


¡GRACIAS!

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Supercut | Fanfic Symbrock/VeddieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora