Capítulo 17 | El día de excursión

621 58 0
                                    

Hoy hacía tres meses que Rebecca había ingresado en aquel psiquiátrico. Los médicos le habían diagnosticado un trastorno postraumático, pero decidieron dejarla a manos de la tranquilidad del lugar, pues no quedaba ningún otro sitio en el que poder hospedar a los pacientes con una dependencia semejante. Allí también se encontraba Eddie, en un apartado mucho más controlado debido a su gravedad. Rebecca y él aún no habían hablado porque nunca tuvieron la oportunidad de estar juntos en semanas. No obstante, la mujer desconocía la situación de salud de su antiguo paciente.

Aquel era "El día de excursión", pero por motivos obvios, la invasión de los simbiontes a La Tierra y sus consecuencias, tuvieron que sustituirlo por "El día de la fiesta en el jardín".
Lo más importante ocurría al anochecer, cuando se hacía el baile con discoteca en el aula mayor. El resto del día se hacían cosas como la fiesta de la espuma, donde los más pequeños cobraban protagonismo y se divertían sin cesar entre la espuma que expulsaba un cañón artificial; los "Tirotateriros", fiesta para todo el recinto con toros que expulsaban agua y que eran dirigidos por voluntarios; y muchas cosas más a las que Rebecca y Eddie no fueron.
Ambos estaban prisioneros en sus respectivas habitaciones. La mujer pensaba en lo que ocurrió una y otra vez, intentando así encontrar alguna explicación lógica a todo lo que sucedió ese día fatídico que la llevó allí, pero lo que realmente estaba logrando era volverse loca. Decidió salir al pasillo, que conducía hasta la entrada del edificio. Desde allí, apoyada sobre el marco de la puerta, observó a las pacientes y cuidadoras pasarlo bien con la fiesta en el jardín bajo el cielo despejado y dominado por los rayos de sol del día. También se podía ver lo que pasaba tras los muros, en la lejanía. Se apreciaba la ciudad derruida y el humo negro saliendo de ella. En alguna parte de ese lugar murió su compañero y su familia, pues ni siquiera ella misma sabía dónde estaba ubicada. Nadie se lo había querido decir.

Todos los días se oían explosiones desde la ciudad, aunque la fiesta eclipsaba algún que otro estruendo lejano. No obstante, la gente estaba ya más que acostumbrada. En el fondo del jardín empezaron a aparecer en fila más pacientes en silla de ruedas, impulsados por los médicos. Muchos de ellos apenas se movían, otros hasta parecían dormidos, con la cabeza colgando hacia delante. Entre ellos apareció Eddie, erguido sobre la silla y observando el ambiente. Parecía animado, despierto. Rebecca se acercó a él esperado que nadie le dijera nada. Pensó que coger un helado y llevárselo sería una gran idea para no ser demasiado directa.

—Hola, Eddie —saludó la mujer con los nervios a flor de piel.

—Ánimo, Eddie —dijo la joven médico que le acompañaba—. Quieren de tu compañía —continuó sonriente.

El chico no respondió. Se limitó a seguir con la misma cara mientras observaba a Rebecca. A la chica, por su parte, se le desvaneció la sonrisa de esperanza que tenía en el rostro.

—Soy Rebecca. ¿No me recuerda? —preguntó al mismo tiempo que le entregaba el helado de vainilla, pero Eddie no abría la mano. Actuaba como si no tuviera fuerza.

—No habla —avisó la médico—. Lleva sin hacerlo semanas, pero necesita compañía.

—Tengo que hablar con él.

—¿De qué le conoces? —preguntó extrañada, con el ceño fruncido.

—Fu-Fue... mi paciente —contestó casi lamentándose, avergonzada.

—Es cierto. Tú eres Rebecca, la médico —dijo. Ella asintió con la cabeza—. Estaría bien que hablase con alguien aquí. Puedes quedarte si quieres. Yo estoy agotada.

—Imagino —respondió—. Sé lo que es y estáis peor que cuando empezó todo. Yo os puedo ayudar.

—Sabes que no podemos dejarte hacer eso —avisó la mujer.

—Llegará el momento, ¿no cree usted? —replicó.

—En fin. Le dejo con él —insistió la mujer y se marchó de allí, como si nada.

Rebecca agarró la silla y se llevó a Eddie a dar un paseo por todo el jardín. No podía creerlo. No paró de mirarle una y otra vez durante todo el trayecto, pero ella también quería despejarse, así que no le habló hasta que decidió sentarse en un banco lejos de donde estaba la mayoría, aunque no demasiado.

—Eddie —dijo tras acariciarle el rostro—. Sé que me escuchas, pero también necesito que hables, ¿ok? —continuó. El hombre permaneció mirando hacia delante, erguido, aunque en realidad no parecía estar mirando hacia ningún lado—. Por favor... Necesito tu ayuda. Todos aquí necesitan tu ayuda. Eres el único que puede salvarnos —siguió y empezó a sollozar—. Tarde o temprano llegarán esas bestias y nos matarán a todos...

La mujer rompió en llanto y se inclinó sobre las rodillas del chico buscando consuelo, aunque sabía que él no podía hacer nada, bastaba con su presencia. Eddie movió su mano derecha y acarició la nuca de la mujer. Esta, sorprendida, se incorporó de nuevo mientras observaba con admiración su rostro. Una lágrima caía por la mejilla del paciente, pero su pálida cara no cambiaba de expresión, como si estuviera encerrado en sí mismo y su cuerpo fuera su propia cárcel.

—N-No —intentó decir muy bajito. Rebecca se acercó su oído lo máximo que pudo a la boca de Eddie—. N-No... Él no está co-conmigo —dijo al fin. Su rostro se llenó de más lágrimas, y hasta cerró los párpados. Rebecca le abrazó intensamente, descargando así todo el dolor que sentía y que arrastraba durante tanto tiempo y buscando también consolar a la única persona que sobrevivió a su antigua vida. Un viejo rostro que le hacía recordar su vida pasada, todo lo bueno que se fue y murió—. Ve-Venom no está co-conmigo...


¡GRACIAS!

¡GRACIAS!

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Supercut | Fanfic Symbrock/VeddieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora