—¿Qué tal una pizza para cenar? —preguntó Eddie intentando animar el ambiente, pero Venom no respondió—. Me lo tomaré como un sí —continuó—. Y, encima, será de barbacoa —dijo acentuando en la última palabra, favorita del simbionte, del cual aún no consiguió respuesta alguna. De hecho, a Venom le hundía aún más aquella actitud forzada del chico. Ya no sabía si lo hacía porque en realidad quería animarlo o por miedo a que le hiciera algo. Aún no podía creer lo que había pasado en la habitación hacía unas horas.
—Eddie, escucha...
El chico devolvió la pizza a su sitio y se sentó, preocupado.
—Venom, lo siento. No sabía lo que estaba diciendo. Te quiero mucho, y... —El simbionte le interrumpió—. Sí que lo sabías, Eddie. Te salió del alma decirlo porque estás sufriendo, y yo he estado todo este tiempo pensando como un egoísta en que todo iba bien, y no es así. Me he dado cuenta de que soy un estorbo para ti... —El chico le interrumpió esta vez—. No es cierto. No he dicho eso en ningún momento. No eres ningún estorbo para mí, así que no mientas en eso. Yo te quiero y te necesito. Esa es la verdad —terminó de decir. Según Venom lo veía hablar, se percataba de que sus ojos no lo decían con tanta intensidad como sus palabras.
—Para ya de decir cosas que no son ciertas. ¿Cómo quieres que me crea lo que me dices después de lo que me has soltado en la habitación? —cuestionó Venom. Su voz empezó a quebrarse. Por su parte, Eddie no supo qué responder—. Los humanos tenéis un lugar en donde os arreglan la cabeza y eso, ¿no? —siguió el mismo.
—¿Te refieres a un psicólogo?
—Eso. Sí.
—No es mala idea —terminó por decir el chico. Venom sabía que acabaría admitiéndolo.
—¿Lo ves? Sólo te he hecho mal, Eddie —dijo el simbionte. En respuesta, Eddie negó con la cabeza, y, después, abrazó con sus brazos al negro ser mientras hundía sus lágrimas en el pecho de este, lamentándose.
—No llores más, joe —prosiguió Venom—. ¿Por qué diablos estás tan sensible? ¿Hay algo más que no sepa? —preguntó confuso.
Eddie no respondió, por lo que el simbionte supuso que algo más escondía, y quizás lo ocultase en lo más profundo de su interior, así que Venom puso su mano en la nuca del chico.
—¿Me dejas? —preguntó el mismo, cariñoso.
—Sí —se escuchó decir casi desde el interior de su pecho.
De seguido, Venom cerró los ojos y agarró con fuerza la cabeza de Eddie, y, entonces, indagó hasta en lo más profundo de su ser, esquivando recuerdos y pensamientos, en busca de ese algo profundo que tanto mal le hacía a su humano.
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