Autobuses en el tiempo (4/12)

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La mayoría de mis compañeros ya estaban presentes, algunos charlaban entre ellos y otros simplemente esperaban sentados en los pupitres flotantes. La mayoría tenían entre treinta y cincuenta años, algo que a veces me hacía sentir inferior y más infantil a ojos de los demás. Me dirigí como siempre a primera fila, aunque al sentarme, mi trasero no tocó precisamente el acolchado asiento del pupitre.

—¡Vaya! ¡Mirad quién ha decidido caer al suelo! —se cachondeaba mi peor enemiga mientras me miraba con aires de superioridad—. Pensaba que las piedras no podían caer más abajo de la tierra, pero veo que tú has llegado hacía al manto.

Me levanté mirándola con furia. La uraniana reía mientras jugueteaba con uno de sus mechones pelirrojos. Portaba una pulsera vegetal en cada extremidad que rotaban por estas según sus pensamientos. En ese momento se movían a gran velocidad e incluso dejando alguna que otra hoja caer al suelo.

—¡Déjame en paz, Perséi! —La empujé y golpeó con uno de los pupitres vacíos que se movió unos metros por el aire.

Perséi y yo éramos muy competitivas en todo lo que a estudios se tratara. Ambas queríamos ser las primeras natacowers de nuestra era, y aunque las dos teníamos unas habilidades parecidas, ella había logrado el sueño de ambas. En ese entonces mi odio hacia ella era mayor que nunca, pues siempre que me ocurría algo desagradable optaba por cachondearse de todas las desgracias que me habían ocurrido en la vida. Jamás hacía una excepción.

—Vaya, pero que mala que eres —empezó a sonreír con ganas—. Quizá deba poner una queja en el consejo de la Universidad. No puedo permitir que en la misión que lideraré mañana haya alguien tan peligroso como tú.

Intenté calmarme, desplacé mi pupitre de nuevo a mi sitio y la ignoré, pero ella siguió.

—Serías capaz de hacer cualquier cosa para que me quede en el Londres de antes del Gran Cataclismo, de eso estoy segura. —Arrastró uno de los pupitres delante del mío y se sentó enfrente de mí—. Después del disparate que realizaste el año pasado, te creo capaz de cualquier atrocidad. ¿Cómo se llamaba esa chuminada en forma de robot que te confiscaron y se llevaron a Marte?

—Dárac no es ninguna chuminada —pronuncié rechinando los dientes.

—¿Ah no? ¿Y qué me dices de esa extraña tecnología prohibida? —Acabaron de entrar los pocos alumnos que faltaban, y Perséi se levantó para dejar el pupitre al alumno que le faltaba, después regresó y me susurró al odio—: Tienes razón, una chuminada fue morir en un simple trayecto entre la Tierra y Alfa Centauri. —Entonces se empezó a reír con más fuerza.

Me levanté casi de inmediato, le agarré de la cadera y me tiré con ella al suelo, amenazándola con darle un puñetazo.

—¡Estás muerta! ¿Me oyes? ¡No vuelvas a reírte de lo que les sucedió a mis padres! —Mis amenazas no sirvieron para nada más aparte que su burla aumentara, por lo que le propiné un puñetazo en el rostro que hizo que le empezara a sangrar la nariz de inmediato.

Varios compañeros se nos acercaron y nos separaron.

—¡Déjala ya, Theia! ¿O es que acaso no te das cuenta que lo hace para enrabiarte? Si sigues así solo conseguirás que te expulsen —me gritaba Jápeto, un compañero saturnino.

Fue entonces cuando entró Bleoga por la puerta, nuestra profesora de historia. Todos los que estábamos levantados fuimos rápidamente hacía nuestros pupitres. Yo estaba lagrimeando con el recuerdo de mis padres, y Perséi en consecuencia se limpiaba disimuladamente la sangre con un papel que había sacado de uno de los bolsillos de su peifrati.

La profesora, que a sus noventa años aún se veía impecable, se dirigió hasta el centro de la clase y encendió un holograma mostrando lo que parecían unos vehículos antiguos de dos plantas. Todos los presentes nos quedamos sorprendidos.

—¡Buenos días, futuros natacowers! —empezó a hablar—. Llevábamos tiempo guardando esta sorpresa, pero ha llegado la hora de mostraros las maquinas del tiempo que se usarán mañana para realizar el viaje al antiguo Reino Unido. —El holograma dejó de mostrar todos los autobuses menos uno, y este lo agrandó hasta proyectarlo a tamaño real. Bleoga andaba paralelamente al lado de este—. Aunque nadie de esa época podrá veros a vosotros ni a las máquinas debido al campo de invisibilidad que está preparando el departamento de invisibilidad, todos los que vayáis podréis sentir que viajáis en uno de verdad. Lo han recreado recabando toda la información posible de esa época.

»Cuando atraveséis la dimensión artificial de Gatsir, os convertiréis oficialmente en natacowers, que como todos sabréis, o al menos espero, su origen proviene del vucelpudés antiguo, que significa literalmente «aguja hacía atrás», haciendo referencia a la forma de medir el tiempo que tenían los antalet de la era a la que nos dirigimos.

Se apartó del autobús y el holograma del autobús fue sustituido por una pequeña pelota de fútbol de la era espacio-tecnológica que se empezó a mover por el suelo.

—Esto es algo que he recordado clase tras clase, y hoy no iba a ser la excepción. En principio la invisibilidad debería ser suficiente como para que los antalet no detecten a nadie, pero evitad tocar cualquier objeto que pueda interferir en la vida de cualquier habitante. —Un niño apareció corriendo detrás de la pelota, Bleoga señalaba el balón todo el rato con el dedo—. Algo tan simple como que alguien interfiriera en el movimiento de esta pelota, podría suponer un cambio de gran magnitud en nuestra época. —El balón cambio de rumbo, como si una fuerza invisible hubiera interferido en él, cayendo en la carretera.

Se oyeron algunos gritos por parte de alumnos que alertaban al niño que no siguiese la pelota, como si este pudiera escucharlos. El niño holográfico, como es normal en cualquier proyección inerte, hizo caso omiso a los deseos verbales por parte de los vivos, y siguió la pelota hasta que un coche apareció en la escena atropellándolo en el acto.

—Muerte... —continuó Bleoga—. Algo tan simple como cambiar el rumbo de un juguete, ha producido la muerte de este niño. —Se acercó al lado del cadáver holográfico—. Desgraciadamente su muerte no es lo peor que podría suceder. ¿Y si este niño fuese un antepasado en común de todos los nitelanes? Todo lo que conocemos hasta ahora se desvanecería y nada hubiese existido. —Apagó el proyector holográfico—. No estoy en contra de los viajes en el tiempo, pero personalmente prohibiría las excursiones. —Hubo miradas de resentimiento entre los estudiantes—. No, no os lo toméis a mal. Los viajes en el tiempo son un avance extraordinario, no solo para la humanidad en sí, sino para el Universo. Pero llevar a inútiles que no han sido entrenados sí que está dentro de mis de temores.

Las puertas de la clase se abrieron, y aparecieron unos expertos del departamento de visualización y recreación, junto con personajes importantes dentro del consejo de Mapallovurus, que interrumpieron la clase para dirigirse hacía Bleoga con gran preocupación para hablar de algo importante.

La charla duró varios pentatos, y durante ese periodo, la mayoría de los profesionales alternaban de vez en cuando unas miradas disimuladas a Perséi y a mí. Cuando la puerta se cerró automáticamente al salir los profesionales, Bleoga empezó a hablar de nuevo:

—Hay cambio de planes de última hora. Mañana nos dirigiremos a la antigua España antes del Gran Cataclismo en vez de a la antigua Gran Bretaña. —Muchos alumnos empezaron a hablar entre ellos desconcertados—. Se han tomado en cuenta todas las competencias y evaluaciones de todos vosotros, y creemos que por los conocimientos de español, debería ser Theia quién mañana sea la nalas que dirija la excursión presencialmente.

NatacowersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora