Elosacower 54 (6/7)

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Los reyes y sus acompañantes fueron teletransportados a un lugar diferente de Tresherstad, pero todos los civiles salimos por la cabina del parque Fareparadise. Justo al lado del gigantesco Sol elaborado de flores había un extraño vehículo de la época espacio-tecnológica aparcado, el cual Leo corrió tan excitado que el Dr. Cetus tuvo que indicarle que no era para él.

—Es un Jaguar E-Type —informó el Dr. Cetus—. Según los registros, fue un vehículo inventado en el Reino Unido, la nacionalidad que vas a interpretar.

Leo se acercó entusiasmado para observar mejor el vehículo.

—Muchacho, ya le he avisado, no es para usted —se quejó el Dr. Cetus—. Usted, señorita Theia, ¿por qué no entra?

Tanteé la pintura roja del vehículo con la mano, fascinada del coche que estaba analizando. El interior estaba fabricado de cuero negro, y había un volante de madera marrón muy llamativo a la derecha. Los británicos conducían al revés, pensé, pero en nuestros tiempos también lo hacemos. Leo explicó que había algunos modelos de ese mismo vehículo que eran descapotables, pero Bleoga le contestó que era inviable hacer una máquina del tiempo de ese tipo, pues pondría en riesgo la vida de los pasajeros, además añadió que esa máquina del tiempo estaba pensada para transportar a alguien importante el día del Gran Cataclismo, pero dadas las circunstancias, yo le daría un mejor uso. Accedí al interior, donde un panel de control holográfico se transformó en una tablet de la época, todas las indicaciones en vucelpudés cambiaron al inglés. De entre las opciones, estaban la de acelerar el vehículo a velocidades supersónicas, supralumínicas, y la de encender el portal de la dimensión de Gatsir cuando se hubiera alcanzado tal velocidad.

—¿Por qué se me muestran estas opciones aquí? —me sorprendí—, si será Leo quién conduzca el vehículo remotamente.

—Theia —dijo Bleoga—, tú serás quién conduzca esta máquina del tiempo, no Leo.

—¿Cómo?

Bleoga y yo empezamos una discusión en la que yo pretendía librarme de tal responsabilidad. ¿Conducir una máquina del tiempo? ¿Es que se ha vuelto loca? ¿Nunca lo he hecho y tengo que hacerlo mañana?

—En realidad, no mañana, hoy lo harás sola por primera vez. Aunque como hoy es la primera vez, Leo te guiará.

De inmediato unas pruebas de sonido que realizó Leo resonaron en mi cabeza a través del reloj.

—Pero ¡¿cómo qué voy a realizar pruebas de conducción en Tresherstad?!

—No, en Tresherstad —respondió ella—. Tu sola vas a llevar el coche hasta la Tierra.

Casiopea y Oficuo que hasta el momento se habían mantenido callados, se sorprendieron ante las palabras de Bleoga.

—Por favor, ¡no me hagas esto! —le supliqué, e incluso intenté salir del vehículo, pero bloqueó la puerta con la mano.

—¡Theia! —gritó ella—. Eres una natacower, una viajera del tiempo. Como tal, debes estar preparada para afrontar cualquier tipo de situación. ¡Compórtate como una verdadera natacower!

Tiene razón, soy una natacower. Hay millones de cosas peores que esta, pero tengo miedo... Pero al menos debo intentarlo.

La compuerta se abrió, y justo después que los autobuses partieran, con las indicaciones que Leo me dictaba desde uno de los autobuses, puse el vehículo en marcha. Las manos me temblaban, y justo antes de que el vehículo saliese de Tresherstad, cerré los ojos.

—Oh, venga, Theia, disfruta la experiencia—rio Leo.

Al abrir los ojos y presenciar todo el espectáculo estrellado me di cuenta que no era para tanto, es más, al pisar el acelerador la adrenalina se apoderó de mi cuerpo y ese sentimiento de angustia fue sustituido por un placer intenso que me puso la piel de gallina. Aceleré hasta velocidades supersónicas, siguiendo de cerca a los autobuses, pero Leo me propuso que intentara activar el modo supralumínico y dar varias vueltas alrededor de la Tierra, para asegurarse de que al día siguiente no tuviese ningún percance, acto que tras realizar más de cien vueltas alrededor de mi planeta natal, me hizo darme cuenta de lo insignificantes que era el humano en el Universo.

La Tierra

Mi entrada en la Tierra fue tan agresiva, que poco faltó para estrellarme contra Deskan, el edificio este de Mapallovurus, pero pisé a tiempo el freno y entré por el techo de la sala donde se encontraban las demás máquinas del tiempo.

—Nada mal —comentaron al unísono Leo, Casiopea y Ofiuco en cuanto me bajé del vehículo.

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