Elosacower 54 (5/7)

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—...podamos colaborar en entre todos los líderes de cada planeta, y nalas de la misión. —El gobernador observó a los trapristianos, mostrando una expresión de alivio en su rostro—. Considero que ahora tras la llegada de los expertos, deberían ser ellos quienes tomen el control de la reunión. Así pues, le cedo el turno de palabra a uno de los mejores doctores en viajes en el tiempo que nuestro Universo ha tenido el honor de albergar, el Dr. Cetus.

La proyección del gobernador fue sustituida por la de los trapristianos. De entre la docena de foráneos, uno se levantó. Este era un señor mayor, más o menos tendría la edad de mi abuelo, pero se le veía en buena forma; una cabellera blanca, larga y ondulada caía por su espalda, donde como la mayoría de los presentes, portaba una capa telesxer.

—Hoy ha ocurrido un incidente de exorbitantes dimensiones —empezó a hablar el Dr. Cetus—. Sin embargo, no es la primera vez que ocurre en la historia de la humanidad. —Algunos de sus largos pelos se le agruparon hasta transformarse en algo parecido a una hoja, que instantes después se desprendió de su cabeza y se deslizó paulatinamente hasta el suelo. Todos los presentes observamos expectantes el recorrido de ese extraño manojo de pelos—. Vaya, al final mi larga melena va a ser sustituida por una bonita y brillante calva como Trapristi. —Se agachó y agarró la hoja en la que se había transformado su pelo—. Una extraña característica la que tenemos en mi sistema. —Hizo una breve pausa pero después continuó—. Los primeros natacowers también cometieron el mismo error en numerosas ocasiones, pero no se alarmaron. Todo lo contrario. ¡Se beneficiaron! Cuando una hoja cae encima de un camino de hormigas, estas pueden alarmarse y apartarla sin más; o también pueden alarmarse, examinar los beneficios y nutrientes de la hoja, obtener lo que necesiten de ella, y después seguir con su camino. —Mostró la hoja con su mano y después la apretó—. Actuemos como hormigas inteligentes.

¿A qué se refiere exactamente con esto?

—Se me ha informado de la ingeniosa y apresurada idea que la señorita Bleoga ha desarrollado —siguió explicando—. Los primeros natacowers también aprovecharon los inesperados contactos que provocaron con algunos elosacowers, sin embargo, y debido a algunos acontecimientos ya ocurridos, esta vez será diferente. No podemos traer al antalet al presente para que viva con nosotros. No. Para que eso hubiese funcionado, el elosacower no debería haber tenido ningún contacto con ningún otro antalet.

»Cuando los viajes en el tiempo fueron prohibidos, no solo se perdió la libertad de poder aprender de los errores y mejoras realizados por la humanidad, sino que se eliminaron la mayoría de los archivos que los primeros natacowers nos habían proporcionado. Hasta que en Trapristi se han activado los viajes en el tiempo de nuevo, todos los conocimientos que hemos trasmitido generación tras generación eran como antaño, únicamente teorías, pero van a dejar de serlo muy pronto.

»Por eso, vuelvo a reiterar la importancia de la gestión de Bleoga. Con el plan que hemos desarrollado, no solo evitaremos que ese antalet realice cambios drásticos en su tiempo, sino que aprenderemos como eran las costumbres y tradiciones de la época. Este plan requiere de la participación obligatoria de la natacower que ha interactuado con el elosacower.

—¿Qué ha dicho? —le susurré a Bleoga atemorizada, pero no recibí ninguna contestación.

—También participará un grupo de eferwicowers entrenados severamente que trabajarán conjuntamente con la natacower para reducir lo máximo posible el cambio que produzca Theia en la misión.

—¿Qué ha dicho? —repetí, esta vez en un tono más elevado.

De inmediato, el holograma que se mostraba en el centro de la sala fue sustituido por el de nuestra mesa, la de la Tierra.

—¡Yo no puedo hacer esto! —grité, ahora que tenía la atención de todos los presentes en la sala—. ¿Qué pretenden que haga?

Hubo un pequeño silencio, pero de inmediato este se cortó en cuanto en la mitad de la proyección se mostró también la mesa de Trapristi.

—Salvar la historia —dijo el Dr. Cetus—, y después, hacer historia.

Me llevé las manos a la cabeza a modo de desesperación, deseando que en cualquier momento admitieran que se trataba de una broma, pero no lo parecía.

—El antalet sigue vivo, ya lo sabes —intervino Bleoga en un tono de voz serio—. Eres la única natacower que ha tenido contacto con él, por eso eres la única que puedes realizar este trabajo.

Varias gotas de sudor empezaron a descender por mi cuero cabelludo. Sabía que por mucho que lo intentase no podía negar lo que me estaban proponiendo. También sabía que en parte era una experiencia que sería única y que de alguna forma u otra deseaba, aunque no lo expresase.

—Theia —dijo el Dr. Cetus, quién su holograma se acercaba al suyo—. Si usted no se ve capacitada para realizar la misión, puede abandonar cuando usted quiera, pero debe tener en cuenta una cosa.

—¿El qué?

—Si no es usted quién intervenga en la vida de ese chico, serán los eferwicowers, pero su única misión será simular un accidente igual al que hubiese tenido este.

—¿Lo asesinarían? —me perturbé.

—No, no sería asesinato. O al menos así no me gusta llamarlo, pues solo estaríamos adaptando la nueva línea temporal a la primera.

—¿Con un asesinato? —me alteré, pero de inmediato respiré hondo y añadí—. No hará falta que lo asesinéis. Cumpliré mi misión.

El Dr. Cetus empezó a explicar cómo debería de adaptarme a mi nueva vida. Fui consciente de la gravedad de la situación en cuanto me percaté que no solo Pío percibiría mi presencia, sino todos los demás seres vivos, pero la intervención de los eferwicowers me tranquilizaba, pues se trataban de un selecto grupo de trapristianos que desde niños empezaban con un entrenamiento para saber como actuar en situaciones parecidas. Aunque durante más de un milenio los viajes en el tiempo habían estado prohibidos, nunca se había dejado de entrenar a eferwicowers, para que cuando los viajes en el tiempo se volvieran a permitir, no escasearan estos profesionales. Informó que el resto de la conversación podía seguir tranquilamente en la Tierra, pues en ese momento, lo más imprescindible, mi participación en esa misión, ya había sido aceptada, además, que para disfrazarme e investigar más la extraña herida de mi rostro, las instalaciones de Mapallovurus eran más adecuadas que las de Tresherstad.

—¿Y Perséi? Digo... ¿Nevari ha confesado sus intenciones?

—No —negó el holograma del gobernador cuando eclipsó los nuestros—, y no lo hará. Está arrestada en una cárcel de máxima seguridad, y como no hemos dispuesto de su colaboración, seguirá encerrada hasta que nuestros investigadores comprendan lo ocurrido. —El gobernador finalizó la reunión.

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