Autobuses en el tiempo (1/12)

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THEIA

4 de uraech de 2994 (Calendario Terra-Meliusiano)

La Tierra


El contenido del pequeño bol metalizado que descansaba sobre la blanca cama disminuía cada vez que estiraba la mano para alcanzar unos de esos singulares frutos secos. Uillín iba ganando la partida de Hankrulu, aunque todo podría cambiar de un momento a otro.

—¿Y no tienes nada de miedo, Theia? —preguntó Venus, que inmediatamente se dispuso a tirar el trapezoedro pentagonal (dado de diez caras) también conocido como «decemdo» en mi idioma. Le salió el cero—. ¡Bien! Mi población aumenta dos Venus.

—No alegres tanto esa cara —le advirtió Uillín—. No te han salido suficientes pares como para mejorar las defensas.

—¿Miedo a qué? —Lancé el decemdo, me salió el siete. Y de entre los tres ataques que me dieron a elegir: «ataque biológico», «movimiento en la corteza terrestre» y «temporal frío», elegí el movimiento en la corteza terrestre.

Entonces, había tres tableros flotando en el aire, uno para cada una de nosotras. En el mío, había siete miniTheias; en el de Venus, tres miniVenus; y en de Uillín, veinticuatro miniUillines. Ahora solo me faltaba seleccionar para quién dirigiría el ataque. Si atacaba la población de Venus, no mataría a nadie, ya que, por suerte para ella, había conseguido mejorar al máximo las edificaciones. Envié el ataque a Uillín, por lo que una de las miniTheias saltó, primero en Tierra de nadie, y después al tablero de Uillín y se desvaneció, quedándome solo con seis.

—¡No! —gritó Uillin—. Theia, aún no había mejorado las edificaciones. ¡Era una de las pocas mejoras que me faltaban! —Y su tablero empezó a temblar, hasta que salió un volcán de su interior que empezó a destrozar toda su civilización en miniatura, solo sobrevivió una miniUillín—. No debería haber mejorado la defensa contra el temporal frío. Si mis Uillines no hubieran tenido ese ropaje extra, se hubieran salvado más. —Suspiró—. Ahora voy a por ti, Theia, no voy a permitir que nos venzas. —Lanzó el decemdo, saliéndole un nueve, el impar más alto. Se quedó pensando cuál de los tres ataques iba a seleccionar, que ni Venus ni yo podíamos ver. Al solo quedarle un personaje supuse que pasaría turno.

—A que alguien se quede en esa época por tu culpa —contestó Venus—. Es mucha gente a tu cargo. Ya sé que no irás presencialmente, y que estás entrenada para ello, pero a mí me daría miedo de que alguien pudiera resultar herido.

—Ya, no estaré presencialmente, ¡que divertido! —ironicé—. Si esa pelirroja no...

—¡Ya está! —interrumpió Uillín—. Theia, estás acabada, con este ataque voy a terminar con toda tu civilización.

—¿Qué dices? —le contesté en tono de sorpresa—. No puedes, solo te queda una Uillín, si haces el ataque, perderás.

—Pero tú también —contestó Uillín—, no voy a permitir que ganes. —Me echó una mirada de superioridad y escogió el ataque definitivo.

—Pues nada —dijo Venus frotándose las manos—, parece que esta vez voy a ganar yo. —Empezó a sonreír contemplando atentamente los tableros.

La miniUillín avanzó hasta tierra de nadie, después hasta mi tablero y se desvaneció igual que lo había hecho mi personaje. Al principio parecía que no pasaba nada.

—¿Qué ataque estás usando? —le pregunté sin dejar de mirar mi tablero.

—Únicamente, cíñete a observar. —Se empezó a desternillar ella sola, seguramente pensando que vencería a todas mis miniTheias.

Toda la vegetación de mi tablero se empezó a amustiar, degradándose de un precioso verde mojado a un marrón seco, hasta que finalmente desapareció. Tres de mis miniTheias estaban dentro de las edificaciones (que únicamente había conseguido mejorar para que fueran de piedra), estas salieron corriendo hacia el rio, que tan solo instantes atrás fluía de un lado del tablero al otro. Las otras tres miniTheias cayeron al suelo antes de darse cuenta de lo que estaba sucediendo.

—¿Ola de calor? ¿Has utilizado ola de calor? —Y me llevé la mano a la cabeza a modo de desesperación.

—Y de nivel 9 —contestó Uillín con una mirada pícara—. No creo que tus Theias consigan sobrevivir.

Y no lo hicieron, se agarraron a la vida hasta que el denso calor de más de 100ºC evaporó su sangre y se quedaran como uvas pasas en el suelo del tablero, inmóviles.

Debería haber mejorado la protección contra temporales en vez de mejorar la defensa contra meteoritos.

—Pues he ganado —se sorprendió Venus a la par que se frotaba las manos—. Gracias Uillín, no me han salido suficientes pares, pero he conseguido que os derrotéis entre vosotras. ¡Orgullo venusiano! —Y señaló el emblema de Venus de la manga derecha de su peifrati.

En mi época, vestíamos peifraties, estos cubrían todo el cuerpo, de las piernas hasta el cuello, dejando solo visibles las manos y la cabeza. En el pecho siempre se representaba el emblema del planeta de origen, en la manga derecha el sistema estelar, y en la izquierda la galaxia. Desde que era pequeña, siempre había pensado que teníamos suerte que nuestra galaxia se llamara Vía Láctea, pues uno de los muchos significados de sus círculos eran las ubres de una vaca adulta, junto con las ubres más pequeñas de su cría. Si su nombre hubiese sido Vía Marítima, el emblema hubiese sido seguramente el dibujo de las espinas de algún pescado, algo realmente repugnante.

Uillín, al igual que yo era nativa de la Tierra, sin embargo Venus era venusiana. Por su nombre siempre había pensado que sus padres carecieron de originalidad al ponerle el nombre. Venus era un planeta que se le conocía más por su indigencia que por sus escasas riquezas. Eso se debía en parte porque era uno de los pocos planetas donde el humano vivía que no había sido terraformado, ya que estaba prohibido modificar el hábitat de aquellos planetas donde hubiera la mínima señal de vida, aunque solo fueran unos seres unicelulares incapaces de hacer otra cosa aparte de transformar el nitrógeno en fosfina en un extraño proceso parecido a la fotosíntesis.

El porqué la humanidad se había establecido en un planeta insostenible para nuestra especie era sencillo a la par que perturbador. Pues en la época donde los primeros humanos llegaron a Marte se empezaron a cometer grabes crímenes por parte de algunos colonos. Las autoridades, para advertir a la población que todo aquel que cometiera un crimen atroz sería desterrado, y siguiendo el ejemplo de los antiguos ingleses que enviaban a sus prisioneros a Australia allá por el siglo XVIII del calendario gregoriano; mandaron a los indeseables delincuentes al lugar más lejano donde podían en ese momento, que en aquel entonces era Venus, donde eran forzados a trabajar con los gases que desprendían las bacterias venusianas, incluso llegando a alterar algunas características estéticas que se transmitirían de generación en generación. Por eso era que mi amiga Venus era algo más baja que la mayoría, peliverde natural, tenía la esclerótica de los ojos amarillas, y sus dientes y todos los huesos de un verde claro que a medida que envejeciera oscurecerían.

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