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Las luces se apagaron en el teatro medio vacío. Steve se movió en su asiento y esperó que la oscuridad resultante calmará sus nervios alterados. Invitar a salir a Jonathan había sido un movimiento audaz, y cuando se instalaron en la última fila, a una distancia discreta de los otros clientes del cine, la mente de Steve se aceleró con las implicaciones de su decisión.

Sus ojos recorrieron la habitación y se preguntó si alguno de los miembros de la audiencia intuía que él y Jonathan eran algo más que amigos. Steve se enorgullecía de su confianza en sí mismo, lo que hacía que esta nueva incomodidad fuera particularmente opresiva. Miró al apuesto rubio encorvado a su lado, esperando detectar algún rastro de ansiedad similar, pero Byers estaba satisfecho con las vistas previas, sin preocuparse en lo más mínimo por lo que los demás pensaran de él o de la compañía que tenía.

El problema, decidió Steve, era Hawkins: un pueblo de mierda y mezquino donde era más aceptable que los jóvenes resolvieran emociones complicadas con una pelea a puñetazos que con un beso. Habiendo experimentado con ambos enfoques, Steve estaba seguro de que prefería la ternura de los labios de Byers a la brutalidad de su puño derecho.

La película solo había estado funcionando durante veinte minutos, pero Steve ya estaba inquieto. No le gustaba quedarse quieto en el mejor de los casos, y Firestarter, aunque se anunciaba como un thriller, estaba demostrando ser aburrido y de poco ritmo. Para empeorar las cosas, Jonathan era uno de esos tipos irritantes que podían ver cómodamente una película en silencio.

Steve se negó a estar aburrido y callado al mismo tiempo. Le dio un codazo a su reservado compañero y susurró:

—¿Por casualidad leíste el libro, Byers?

—Sí —Respondió Jonathan, llevándose un puñado de Junior Mints a la boca, sin dejar de mirar la pantalla.

—¿El libro es tan lento como la película?

—No sé. Estate tranquilo.

—Esa es Gertie de E.T., ¿no?

—Su nombre es Drew Barrymore. Deja de hablar.

Cada vez que la niña comenzaba a hacer estallar cosas, las cosas se volvían interesantes, pero el resto de la película era un lastre. No hay suficiente acción para sus gustos.

—Lo que necesita esta película es Christopher Walken. Ese tipo es increíblemente intenso —Comentó. Ahora Byers lo estaba ignorando activamente; esto era inaceptable. Steve intentó un enfoque más cómico.— Si arrojan un balde de sangre de cerdo sobre la cabeza de Gertie al final, juro que–

—Cállate —Dijo Jonathan, su voz un poco aguda mientras reprimía una risita.

—Oblígame —Desafió Steve, a escasos centímetros de la oreja de su compañero. Jonathan se volvió hacía él y sus labios se encontraron en un beso profundo y hambriento. Harrington agarró el hombro de Jonathan con intensidad y jugó con su lengua con brusquedad, saboreando el sabor a chocolate con menta de su boca. Con cada respiración, acercó a Byers, resistiendo un fuerte impulso de arrastrarse hasta su regazo.

Envalentonado por la cubierta de oscuridad, las manos de Jonathan vagaron, primero acariciando la muñeca de Steve, luego apretando levemente su muslo antes de deslizar sus dedos debajo de la camiseta de rugby de Harrington y acariciando el suave vello de su vientre.

Steve se mordió el labio para evitar gemir audiblemente cuando la cálida boca de Jonathan rozó su mandíbula y se cerró alrededor del lóbulo de su oreja. Con cada nuevo toque, Steve sentía una deliciosa oleada de placer, pero la aprensión se estaba apoderando de él.

—Dios, Byers. Tal vez deberíamos ir más despacio… —Jadeó. Jonathan se alejó murmurando una disculpa.— No te disculpes —Dijo Steve en voz baja.— Eso fue simplemente... inesperado.

—Pensé que esto era lo que hacía la gente en la última fila de los cines.

—Lo es —Admitió Steve.— Simplemente nunca lo he hecho, ya sabes... con un chico.

Sintió que Jonathan se alejaba, la humillación abatida reemplazaba la lujuria descarada demostrada momentos antes; Steve odiaba ser el responsable de esta transformación y rápidamente encontró una explicación para su comportamiento confuso.

—Mira, Byers, no lo tomes a mal, pero estoy bastante acostumbrado a tener el control cuando estoy…

—¿Saliendo con alguien? —Jonathan cuestionó, con una sonrisa. Su regreso al buen humor fue un alivio.

—Sí. Quiero decir, lo que estabas haciendo se sentía increíble, pero no esperaba que fueras tan…

—¿Asombroso?

—Sí.

Jonathan tomó la mano de Steve, sus dedos se entrelazaron en la oscuridad. Mientras volvían a centrar su atención en la película, Steve miró de soslayo al joven que estaba a su lado. En el resplandor de la pantalla plateada, el rostro de Byers mostraba una expresión de satisfacción petulante. Esta mirada, combinada con la sensación persistente de los labios de Jonathan contra su piel, sostuvo a Steve durante la duración de la película, su mente proyectando un rollo interminable de fantasía.

a study in attractionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora