Estudio 22

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Pov. Poché

En las películas suelen mostrarte el amor como la mejor sensación de la que el corazón se puede envolver, esa sensación que a tu alma hace sentir tan vibrante y brillante.
O eso es lo que he visto, pero ¿Qué es realmente el amor? ¿Cómo se siente? ¿Es acaso eterno como el cine y las canciones te lo describen?.

Tengo miedo y eso no voy a negarlo, porque sé lo que debe estar bien pero si estoy aquí teniendo al chico aparentemente más dulce y amable que hasta el día de hoy he conocido tomándome de las manos y pidiéndome que sea su novia frente al mar ¿Por qué no me siento feliz? ¿Por qué mi corazón no salta de mi pecho con las intensas ganas de gritar ese "sí"?.

2:00 AM y las olas se escuchan claramente chocar la una con la otra, las antorchas iluminando perfectamente y una reservación en un buen restaurante nos espera y yo solo tengo que decir una simple palabra. ¿Que si me parece exagerado? Claro que sí, apenas me conoce y hace todo esto como si me fuera a proponer matrimonio. ¿Cómo es que terminé metida en esto?.

—Sé que esto te pudo tomarte de sorpresa, mi hermana me ayudó a hablar con tu papá para poder traerte hasta acá. No tienes que responder ahora mismo si no lo quieres...— de a poco va soltando nuestro agarre.

Para empezar, ¿Cómo mi papá pudo estar de acuerdo? Y ¿Cómo es que Yahel consigue hablar con todo mundo sin conocerlo bien?. Esta mujer me vende al más bajo costo.

—Sí Johann... Sí quiero ser tu novia— sonrío mientras siento sus brazos envolverme en un abrazo. La brisa del mar me hace saber que no es un sueño, que no voy a despertar de un extraño sueño y que estaré en la misma habitación que Daniela.

Tengo que dejar de pensar en ella. Es una mujer. Yo soy una mujer.

Siento toma mi brazo moviéndolo con delicadeza mientras repite mi nombre, la luz del amanecer siendo parte. Abro mis ojos lentamente cubriendo mi vista de los rayos del sol, cuando cobro conciencia de lo que ocurre, miro a mi alrededor notando que estamos frente a una gran playa siendo espectadores del amanecer y las olas, todo desde el auto del chico a mi lado.

—¿En dónde estamos y por qué tan lejos?— lo miro con preocupación, ¿En qué momento me he quedado dormida? ¿Y cuánto dormí?.

—¿Por qué supones que es tan lejos?— me pregunta entre pequeñas risas mientras devuelve su mirada al mar mostrándome una calidez que me sorprende.

—En Bogotá no hay playas Johann, ¿Estás consciente del problema tan berraco en el que me vas a meter con mi papá?— escupo molesta en seguida buscando mi celular, seguramente ya tengo cientos de llamadas y mensajes, tanto de mi papá como de Valentina.

—Tranquila— pone su mano sobre mis manos cubriendo el celular, no sin antes notar que al encender mis datos móviles, el único mensaje que me ha llegado, es uno de Calle —Mi hermana se encargó de todo, habló con una amiga tuya para hacerle saber a tu papá que saldríamos. Y respondiendo a tu pregunta, estamos en Santa Marta— me sonríe.

—Jueputa Johann ¿Manejaste más de doce horas para llegar aquí?— aún estoy confundida, ¿Y si todo esto es parte de un secuestro?. El sonido que produce el mar es la razón por la que en mis sueños había uno.

—Cuando era chiquitico mi mamá solía traernos aquí, vivíamos cerca así que solo le tomaba al menos una hora en llegar. Era nuestra manera de escapar de la realidad y a ti te siento perdida— me mira con detalle, no digo nada dejando que él hable.

—Algo pasa en ti, lo noto porque cuando te veo conversar con mi hermana o en Misi, tu mente está dispersa, no prestas atención a lo que sucede en ese momento. Noto que hablas sola— ríe.

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