Mientras estoy sollozando a causa de las constantes discusiones que tengo con Aiden, desde que regresó a mi vida.Decido quedarme aquí acostada en el piso de la habitación de mis hijos. Me siento desanimada y sin fuerzas para luchar; entonces de la nada un recuerdo en especial de cuando era niña viene a mi cabeza.
Yo jugaba como todos los niños; eran los juegos de siempre: A las escondidas, con muñecas, carreras, béisbol, a suicidarse...
Si, que loco, pero de repente me acorde que desde los cinco años me preguntaba, ¿Qué se sentía al morir?
Mientras nadaba en la piscina de mi casa, me sumergía aguantando la respiración lo más que mis pulmones soportaban; me gustaba esa sensación de paz, esa que se siente cuando flotas.
Solo que yo lo hacía boca abajo y dejaba mis brazos a cada lado, relajados al igual que mis piernas.
Se sentía tan bien que no quería cambiar de posición y pensaba en que si así se sentía morir, yo debería intentarlo. Pero luego me comenzaba a doler la cabeza por aguantar la respiración y salía disparaba hacia la superficie.
A medida que iba creciendo, la idea de morir era mayor; incluso era más que una idea, era un deseo.
Pero cuando llegue a la universidad me di cuenta que las personas no queríamos morir. Lo que no queríamos era vivir una vida llena de dolor y pena.
Sentir miedo de tus seres queridos, o la decepción que nos causaban las demás personas, o que las cosas no nos salieran bien.
Simplemente no quieres ser lastimado y necesitas ponerle fin a todo. No a ti, a tu pena o a tu destino.
Y entonces decidí que no quería volver a sentir ganas de morir cada ves que mi madre me pegaba o me maldecía.
Le pedí a Dios que me diera el valor de tomar el control de mi vida y a ponerle límites a las personas.
Aunque eso significará caminar sola por la vida; pero al menos yo tendría paz y esa no la negociaría con nadie nunca más.
Me aleje de todo lo que causaba ese sentimiento de muerte. Me aleje de todas las personas que me herían.
Eso incluía a mi madre, a mi ex esposo y a cualquier persona que me quieran quitar mi paz y mi libertad.
Mi tranquilidad no es negociable. Y nadie que no haya pasado por mi infierno, no podrá entender que cuando se trata de mi persona y mi felicidad, seré una perra egoísta.
No tengo porqué quedar bien con nadie más que conmigo misma. Y si me caigo, descanso un rato para reponerme; si me equivoco, me pido perdón y comienzo de nuevo.
Me permito llorar y hasta decirme un par de puteadas a mi misma, cuando las merezco. Sobre todo por este corazón de pollo que tengo, este que me traiciona por confiar en las personas y perdonarlas, dándoles una y otra oportunidad.
Pero eso si, yo nunca más volveré agachar mi cabeza ante nadie y mucho menos a quedarme donde me lastiman por conseguir aprobación o el amor de las personas.
Ahora soy de decir lo que pienso y lo que siento. Si no me gusta como me tratan, me voy y no me complicó. Tuve una sentencia de muerte para llegar a entenderlo y comenzar a vivir y amarme de verdad.
Comencé a recuperarme de todo el daño que mi madre y mi ex esposo me hicieron; todas esas palabras hirientes que al final tú te terminas creyendo. Como que eres Tonta, fea; que no sirves para nada y demás.
Que cuando te castigan o se molestan, es por tú culpa. Me costo entender que ellos están mal y que todos tienen muchos demonios personales con los cuales lidiar. Y esa no era mi batalla.
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Resiliencia
RandomSiempre he pensado que las princesas no existen y que este mundo es para las guerreras. Yo... Soy una de ellas porque no tuve elección. Todas las malas decisiones nos pasan factura en algún momento; la pregunta es, ¿hasta cuando se terminan de paga...