Capítulo 40: Impermanencia constante

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A lo largo de nuestra vida solemos recibir todo tipo de noticias, de las cuales algunas hasta consiguen llevarse una importante parte de nuestra calma; diaria, semanal, mensual ... O absoluta; y por tiempo indeterminado.

Es casi como si el mundo comenzara a encogerse a tal punto que cualquier suceso o cuestión, banal o previsible, terminara ocupando un lugar muy nimio en nuestra lista de prioridades ;ya fueran momentáneas o a futuro. Y aunque lo intentes, es difícil pasar más de unas horas sin pensar en dicha información, y lograr que ésta no cause en tu ser alguna revolución interna era todo un reto.

También es innegable el hecho de que a veces, las peores noticias suelen llegar de formas inesperadamente frustrantes. Y cierto azabache ya tenía cierta experiencia en el campo de "ambigüedad inconstante"... Lo suficiente como para carecer de una respuesta súbita cuando algo así sucedía.

Ya era algo que cualquier implicado ya a esas alturas estaría tomando como "inevitable", o "esperable"...

Pero sin importar que pudiera pasar por su mente en ese momento para tratar de lidiar con la ansiedad; ese ataúd cerrado, justo frente a él, no dejaría de ser un balde de agua fría a la cordura... y a la moral.

Morinaga

El día empezaba maravillosamente, como había estado pasando la última semana.

Ya se cumplía un mes desde aquél fiasco ocurrido en Fukuoka. Bueno ... Tampoco era que se hablara sobre el tema desde entonces, pero Tetsuhiro agradecía que Souichi guardara silencio. En realidad, eso era lo que más necesitaba: hacer como si la visita a ese lugar no hubiera tenido lugar.

Conociendo como ambos eran, estaba seguro de que él procuraba alargar ese ambiente de calma sostenible cuánto fuera posible a través del trato del silencio. Era casi probable que el peliplata tuviera varias opiniones al respecto, o incluso palabras de consuelo y/o aliento ... Pero lo que menos necesitaba por un tiempo era eso: rememorar lo ocurrido esa vez no poco reciente.

Además, apenas era de mañana. No habría peor forma de sellar el carácter de ese día que ...hablando sobre cierta persona.

Suficiente había tenido ya de gente que no hacía más que traerle desdicha, sufrimiento y remordimiento. Ya era hora de que dedicara tiempo a los que de verdad hacían una buena diferencia en su vida.

Cómo su amado Souichi.

Lo enfocó con la mirada, permitiéndose disfrutar la vista de esa espalda tan bien conocida por su tacto, visión y memoria.

No podía evitar ser lujurioso: ya era algo natural; propio de la dinámica de su conciencia. Además ¿Cómo no padecer la sabrosa lujuria ... Teniendo a tal ejemplar humano frente a uno?

He allí la razón de sus celos ocasionales e irrefrenables.

Se incorporó y acortó distancias entre ellos con premeditada ceremonia. Apoyó el mentón en sus hombros, puesto que era la única manera de no recibir una apaniqueada reacción. Además de que era una forma de hacerle saber al otro que quería algo de atención, ya sea brindarla o recibirla.

La acción cumplió con el propósito de no asustar al de gafas, resultado que — según razonamiento del peliazabache — daba lugar al siguiente movimiento típico de él: rodearle la cintura con los brazos.

Lo hizo y no recibió respuesta corporal o verbal negativa.

– ¿Pasa algo? – quiso saber el colmado de afecto físico.

– Nop, solo te abrazo – dijo – ¿Por?

– Solo preguntaba por inercia ... –se encogió de hombros– Como sea, te aviso que ya casi termina de hacerse el café - informó, y volvió a chequear el tiempo que faltaba.

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