Capitulo 39: Orgullo y prejuicio

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– Sōjin San ¿Te molestaría poner ya la mesa, por favor? - pidió la dueña de la casa, la señora Matsuda - Ah, sí ...y si puedes también ve a avisarles a los otros que la comida ya está lista.

– Seguro - asintió con una sonrisa.

Se dirigió hacía las habitaciones, y primero les dió el aviso a su hijo menor y a su yerno; que dormitaban en la cómoda de invitados.

– Mmm ~ huele delicioso - canturreó Tomoe, aún medio adormilado. Kurokawa lo seguía, mientras luchaba por despegar sus párpados.

« Pobrecillos » se compadeció « Debe haber sido un viaje bastante largo desde Canadá,. Y con eso de las turbulencias seguro que durmieron de a poco, es normal que estén tan cansados ... » suspiró, y sonrió con melancolía « Las ventajas de ser jóven, sin duda. De ser yo, seguro no me movería de la cama en todo el día »

Y justo cuando se disponía a tomar la perilla para entrar a la habitación donde estaban su hijo y su otro yerno, Morinaga; una discusión proveniente del interior lo disuadió de tocar la mencionada.

Acercó el oído a la puerta, como impulso de su inconveniente u problemática naturaleza curiosa.

– ¡Ya basta Tetsuhiro! decía Souichi — ¡Anda, levántate! ¡Seguramente están por almorzar y tú aún estás durmiendo!

Un quejido amortiguado -probablemente por frazadas - se escuchó como respuesta a aquel reclamo.

Sōjin San cubrió su boca con la palma de su mano, para que no se le fuera a querer escapar una risa. No obstante, más que ser cómica, la situación le lograba enternecer.

Hubo varias ocasiones en las que llegó a pensar que su primogénito nunca llegaría a querer dejarse llevar por el amor ... Pero errar es humano, y le alegraba que sus suposiciones hubieran errado.

Pese a oírle batallando con un adormilado amante, estaba casi seguro de que la felicidad de aquél chico había aumentado de forma considerable desde la llegada de Morinaga Kun.

Te dije que trasnochar no era buena idea, idiota.

El pudor tomo control de él y activó su capacidad motriz. Acertó a alejarse de la puerta a toda velocidad.

Un silencio cómodo y hasta agradable estaba presente en el ambiente.

La comida de tía Matsuda siempre era todo un deleite al paladar ,así como también una cálida caricia al corazón.

Tetsuhiro estaba más que a gusto con la buena compañía y la deliciosa comida de las que estaba siento participe. Nunca, en toda su vida; situaciones de los más comunes habían sido así de gratas para él. Era un verdadero obsequio.

Y estaba conciente de que el mayor regalo que le daba la existencia en ese momento era estar disfrutando de mencionada vivencia junto al hombre que amaba. Tomarse un par de segundos cada tanto, para admirar a esa pequeña sonrisa al saborear el almuerzo, era un deleite más para su corazón.

Sus ojos se encontraron por un instante, hecho que depositó sangre en las mejillas del de gafas de forma instantánea. Souichi desvió su mirada hacia el frente y Tetsuhiro siguió observándolo con una sonrisa.

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