Capítulo 5. Enserio rubia?

645 35 0
                                    

Después del susto que me llevé con el camión disminuí la velocidad por la autopista, pensando a donde podría ir. Aún eran las cinco, tenía toda la tarde por delante.

Mientras conducía con la canción puesta en la radio Maliibu N Helene - Figure 8, comenzé a cantar como si no hubiera mañana. Al fijarme al frente vi el letrero de HOLLYWOOD en la gran montaña. Mi sueño siempre ha sido subirme a una de esas letras como Mila Kunis en una de sus películas con Justin Timberlake.

Conducí hasta situarme en una carretera de tierra debajo del letrero, bajé del coche y no pude evitar inclinar la cabeza hacia arriba.

-Wow, esto en fotos parece diminuto... -dije asombrada de lo enorme que resultaban desde abajo.

Camine un poco para alejarme del coche, y caí en un charco de barro.

-Maldita sea, ¿me puede pasar algo bueno hoy? -dije levantándome  del suelo con mis pantalones blancos convertidos en marrón.

Abrí el maletero del coche y me cambié de ropa dentro, no había nadie ahí asi que daría lo mismo. Me puse unos vaqueros cortos claros y me puse la parte de arriba de un bikini rojo que tenía a mano dentro de la mochila y unas sandalias.

Me subí al coche y fui al supermercado más cercano que ví y aparqué cerca del ferrari rojo de Alexander. Cogí mi cartera negra donde tenía el dinero y entré. Todo el mundo comenzó a mirarme y me pregunté porqué pero cuando note el suelo frío del supermercado me di cuenta de que no llevaba mis sandalias. Me las había quitado antes porque tenía calor y me resultaba mas cómodo ir así.

Hice lo posible por no encontrarme a Alexander, evitándolo  por los pasillos. Me acarqué a una nevera donde habían todo tipo de envases de salsas. Cuando ví el chilly se me iluminaron los ojos. Pensaba combinarlas con algunas papas fritas.

Me dí la vuelta con el bote de chilly en la mano, en busca de una botella de agua.

-Mía! -escuché a mis espaldas. Pegué tal brinco que se me cayó el bote de salsa al suelo, rompiéndose  en pedazitos de cristal y la salsa esparcida.

-Joder no me des estos sustos Alex! -dije dándome  la vuelta mirando el chilly que estaba en el suelo. Encima era el último.

-Enserio rubia? -rió a carcajadas mientras miraba el bote de chilly roto en el suelo- Eres toda una patosa.

-Enserio ricitos de oro? -dije con una sonrisa falsa para que captara mi ironía- Eres un imbécil, era el último y tengo mucha hambre -dije sacando el labio inferior haciendo un pucherito.

Alex rió a carcajadas. Su voz ronca y sexy era otro sonido que producía placer a mis oídos. Debería de apuntarlo a mi lista mental.

-No te preocupes anda, yo conozco un sitio donde solo se dedican a hacer chillys, es de unos amigos mexicanos.

-Vaya, al final me vas a servir de algo... -dije mientras lo miraba de reojo sonriendo de manera traviesa.

Y así me dirigí rumbo a la caja del supermercado para pagarle a la dependienta el chilly que había tirado al suelo pero antes de que pudiera hacerlo una mano me impidió darle el dinero a la mujer. Alexander pagó el chilly por mi.

-No deberías de haberlo hecho -dije mirándolo de reojo con una sonrisa sin que pudiera percibirla.

-Era lo menos que podía hacer pequeña -dijo agarrandome de la muñeca para guiarme hasta su coche. -Hey y este tatuaje? - Se fijó en el tatuaje de los continentes que tenía tatuado en la muñeca.

-Me lo hice antes de venir, me hace ilusión rellenar cada lugar cuando lo visite -mentí.

Me miró con una sonrisa de oreja a oreja como si estuviera viendo algo que siempre quiso a ver visto.

-Eres increíble -dijo sacudiendo su cabeza de lado a lado mientras abría su coche.

-Como se llama? -dije refiriendome a su ferrari rojo.

-De qué me hablas? -dijo Alexander con cara de extrañado mientras me miraba con el ceño frucido.

-Tu coche -dije rodeando su coche- Oh vamos, sé que tiene nombre. Dímelo.

-No soy tan friki como tú rubia -dijo mientras reía.

-Acabarás confesándomelo y lo sabes -dije mientras me subía a mi coche- estos dos no se van a salir con la suya pequeña -le susurré a Electra mientras encendía la radio y Alexander pasaba por mi lado gritandome que le siguiera.

Las mejores cárceles no tienen barreras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora