Capítulo 14- Maldito pijo de mierda

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Foto de Jack en multimedia

Mía POV

Estaba durmiendo cuando un ruido que provenía de la sala me despertó y pegué tal brinco del susto que me caí de la cama.

¿Se puede tener un mejor despertar? Las princesas no despertamos así-bufé indignada.

Ni siquiera había abierto los ojos del sueño que tenía, cuando me levanté del suelo y vi a Alex durmiendo al otro lado de la cama. Dormía boca abajo con los dos brazos agarrando la almohada, parecía un Dios griego con todas sus letras.

Espera, ¿qué hacemos los dos durmiendo en la misma cama?

Me pasé las manos por la cara intentando recordar todo lo que había pasado anoche hasta que recordé todo lo que le dije anoche cuando dormía. Suspiré aliviada porque él seguramente no se habría enterado ni de la mitad de lo que dije. Me levanté con la intención de ir al baño, pero cuando estuve apunto de salir por la puerta de la habitación escuché otro ruido.

¿Pero que diablos...

Asustada cogí lo primero que pillé para ir a revisar que era lo que estaba pasando fuera de la habitación.

¿Una almohada? ¿Enserio Mía?

Mierda, ¿qué se supone que haré con esto? Pero era demasiado tarde cuando me hice esa pregunta porque ya estaba en la sala rumbo hacia la cocina.

-Ah!!! -gritamos las dos al unisono, tanto que pensé que una de nosotras se habría quedado sorda. La mujer que estaba en la cocina haciendo a saber qué, era bajita y mayor, tendría unos sesenta años, tenía el pelo blanco al igual que su piel.

Y apareció Alex corriendo hacia la cocina, tropezándose con todas las cosas que aparecían por su camino.

-Rubia, que ocurre! -gritó mientras corría hacia la cocina. No sé quién estaba mas asustado si él o yo- Podrías despertarme con besos pero con estos gritos creo que no llegaremos a nad.. -se calló cuando llegó a la cocina- Nana... -susurró casi tan sorprendido como yo y sonrió- que haces aquí? pensé que ya no te encargabas de la cabaña. ¿Estás viviendo aquí?

¿Nana? ¿Qué me estoy perdiendo?

Antes de que pudiera decir algo Alex y la mujer misteriosa estaban abrazados, parecía que hacía años que no se veían.

-Mi niño, hace tanto tiempo que no te veo. Estás enorme y el pelo que llevas... -rió y tiró de un tirabuzón. Entrecerré los ojos para ver que estaba pasando. Tirarle de los rizos solo podía hacerlo yo- Me encanta, pareces un surfer.

Mía te estás poniendo celosa de una mujer mayor, que posiblemente sea su abuela?.

No

-Acaso no lo soy? -dijo Alex y por fin me miró- Nana ella es Mía, la loca que pretendía atacarte con una almohada -dijo mientras me quitaba la almohada de las manos.

-Yo... lo siento, pensé que sería un ladrón y cogí lo primero que tenía a mano -fulminé a Alex con la mirada- pensé que en esta cabaña no venía nadie nunca.

-Y así es, hace años que no vengo y no tenía ni idea de que Úrsula siguiera viniendo por aquí -se sonrieron con ternura mientras se miraban. Se notaba a kilómetros el lazo familiar que había entre ellos.

-Después de que... -susurró Úrsula, pero no siguió con lo que iba a decir por la mirada que le transmitió Alex o simplemente porque yo estaba presente. Enseguida cambió de tema y me miró- Cariño tú también puedes llamarme Nana -y me envolvió entre sus brazos.

Las mejores cárceles no tienen barreras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora