El sol comenzó a entrar por la puerta transparente del balcón y solo lo cubría una fina cortina de color azul celeste. Abrí los ojos y sonreí porque hacía tiempo que no dormía tan cómoda.
Después de unos 30 minutos pensando si levantarme o quedarme otros 5 minutos más, finalmente me acabe levantando y me dirigí al baño a cepillarme los dientes. Abrí mi maleta y me puse el primer vestido veraniego que encontré. Era de tela fina de rayas blancas y azules marinas. Toda una marinera.
Al salir por la puerta de la habitación un olor dulce a gofres y chocolate me llevó hasta la cocina. La mamá de Alex estaba haciendo el desayuno.
-Mía que madrugona eres -miré el reloj de la cocina y marcaban las 11:00 am- deberías enseñarle a Alexander a ser igual que tú.
Sonreí.
-El desayuno huele delicioso -dije impaciente por darle un bocado a los gofres.
-Es mi receta más exclusiva -se dió la vuelta para mirarme y coger una servilleta para limpiarse las manos- Tú y mi hijo... ?
Intenté procesar su pregunta inacabada. Puse cara de confundida y rápidamente imaginé a lo que se refería.
-Oh no, no, no -dije levantando el dedo indice, negando.
-Pues vaya... Me caes bien, y tengo la impresión de que Alexander a tu lado se centraría -sonreí al escuchar eso. Alexander tenía que ser un loco.
-Debería de ir a despertarlo ¿No crees? -dije esperando a que ella asintiera.
-Claro!! dile que su desayuno favorito está en la mesa y verás que rápido se levanta -dijo haciéndome reír.
Fui rumbo a su cuarto cuando de pronto detrás de la puerta comencé a escuchar unas risas dentro de la habitación de Alexander. Llamadme maleducada pero sentí la necesidad y el impulso de abrir la puerta sin tocar.
Por tonta y no tocar la puerta mira lo que te acabas de encontrar
Frente a mí estaba Alexander encima de una chica, besándola en el cuello mientras ella reía a carcajadas.
Desnudos, están desnudos Mía.
Alexander se levantó rápidamente asustado al verme en la puerta y maldita la hora en la que lo hizo, sin querer mi mirada fue hacia su miembro.
Guió su mirada hasta el punto fijo donde yo estaba mirando y rápidamente se tapó con sus dos manos.
-Mía... -susurró.
-Yo... yo me voy -dije corriendo horrorizada por lo acababa de ver.
Verle el pene a Alexander no estaba en mis planes, que asco.
En realidad no estaba enfadada, solo sorprendida y un poco decepcionada por la situación. Pensé que Alexander era ''diferente'' pero no sintió el mínimo respeto al traer a esa chica a su casa mientras yo estuviera bajo el mismo techo.
Corriendo cerré mi maleta, cogí mi mochila y salí corriendo por la misma puerta por la que entramos la noche anterior donde supuse que estaría el garaje y mi coche. No me equivoqué. Metí todo en la parte trasera, me subí al coche y al meter las llaves para arrancar salió Alexander gritando mi nombre. Por suerte si llevaba unos pantalones.
Lo miré y me miraba de una manera en la que juraría que me suplicaba que no me fuera, pero tenía que hacerlo.
Di marcha atrás y fui rumbo a ninguna parte. Después de un rato dando vueltas paré en una gasolinera a llenar el depósito del coche.
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Las mejores cárceles no tienen barreras.
Novela JuvenilMía acaba su último año de instituto y aún no ha encontrado ningún motivo para seguir adelante. Aún no ha sentido lo que es realmente vivir la vida gracias a la continua rutina del día a día. La insistencia de su madre con que debería de ser modelo...