Capítulo 7- Selfie

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Después de estar callada unos cuantos segundos mirando a Alexander después de haber escuchado su pregunta decidí decir algo.

-¿Y tu mamá? -dije intuyendo que él no vivía solo.

-Pff mi mamá es lo de menos, estará contenta por ver que traigo a una invitada tan guapa como tú.

Sinceramente me sonrojé después de escuchar eso de él. Se veía el típico que le decía lo mismo a todas.

-¿Y mi coche? -me miró de reojo un poco harto de mis preguntas.

-Rubia, no te preocupes coge tu coche y sígueme. Tengo un garaje enorme, nuestros coches tendrán espacio suficiente.

Comencé a seguirlo por la autopista. Ya era de noche, el día había pasado volando. Alexander es de los que te hacen perder la noción del tiempo y de eso no había duda.

Nos acercamos a una mansión enorme, situado en lo alto de Los Ángeles. A la mansión le rodeaban miles de árboles y montañas completamente verdes. Las vistas desde aquí arriba tienen que ser increíbles -pensé.

Abrió el garaje con las llaves del coche y entró, y lo seguí detrás con Electra. Se quedó corto cuando dijo que en su garaje había espacio suficiente para los dos coches, esto era enorme. No quería imaginarme la casa.

Bajó del coche y vino hasta mí.

-Baja reina -me abrió la puerta y lo miré confundida- Nunca han sido caballerosos contigo o qué? -dijo entre risas.

-Estúpido -dije a la vez que bajaba. No sé porque lo llamaba así pero se me hizo costumbre y eso me gustaba.

Le seguí hasta una puerta que imaginé que daría al interior de la casa y no me equivoqué. La casa era preciosa, tenía un tono veraniego. Todas las paredes eran blancas dando la sensación de que era mucho más grande de lo que en realidad era. Las paredes estaban decoradas con objetos raros de otros países, había un balcón enorme donde se podía ver todo Los Ángeles desde ahí arriba, también tenían una chimenea... Pero no terminé de mirar toda la casa porque un grito lanzado por Alex alcanzó a asustarme.

-Llegue!! -gritó Alexander para que se enterara toda la casa.

-Dios- dije tapándome los oídos- creo que se ha enterado todo L.A de que has llegado.

Alexander empezó a reírse después de haberme oído. Empezaba a pensar que este chico tenía algún problema porque se reía con todo lo que decía.

-Trae, dame esto -cogió mi maleta y mi mochila. Y se las llevó a no sé donde.

Me dejó sola en el salón, sí sola. Y oh dios, no sabéis lo que apareció.

-No me lo puedo creer... que cosita!! quién eres tú?-dije mientras una bolita blanca saltaba encima mía y me lamía la cara. Me encantaban los perros, me ponían contenta.

-Se llama Perla -dijo una mujer mientras reía por la reacción del perro- Nunca es así con los que no conoce ¿sabes? Encantada soy Melissa, la mamá de Alexander. Me envió un mensaje antes y me dijo que traía compañía pero no me dijo que fuera tan guapa.

Me sonrojé.

-Encanta Melissa, yo soy Mía- dije dándole dos besos con educación. Era preciosa y juraría que medía lo mismo que yo. Tenía el pelo negro azabache, largo, liso... Y me recordó a mamá. Tenía las mismas facciones que Alexander pero seguían siendo diferentes.

-Alexander!! Enseñale su habitación a Mía, seguro que está cansada y necesita privacidad -gritó mientras me miraba y sonreía para que Alexander lo escuchara.

-Estás en tu casa pequeña -dijo Melissa y así desapareció.

-Ven Mía, mía -dijo Alexander mientras se burlaba de mí- No me mires con esa cara de antipática.

-Entonces no me llames así -y lo empujé haciéndolo a un lado.

La habitación era enorme, con balcón incluido. Esto es increíble -pensé. La cama era gigante con unos barrotes de madera alrededor como una cama de princesa, y las sabanas eran blancas. Amaba las sabanas blancas. Lo mejor de todo era que tenía baño propio y un enorme tocador con un espejo.

-Me quedaría aquí a vivir, en serio -corrí y me tiré encima de la cama botando como si fuera una pluma, cerré los ojos y deje fluir el tiempo.

-Puedes hacerlo si quieres -dijo Alexander en un susurro- Ya vengo reina.

Cuando desapareció por la puerta, decidí que era el momento de darme una ducha. Después de haberme caído encima del charco de barro era lo menos que podía hacer.

Tenía un albornoz colgado a lado de la ducha, lo tenía a mano. Y me lo puse antes de salir de la ducha.

Otro susto de Alexander.

-Joder!! Te has propuesto darme los sustos de mi vida Alex? -dije llevándome la mano al pecho después de encontrármelo dentro de ''mi baño'' cepillándose los dientes mientras miraba el móvil.

-Si eso significa estar todo el día detrás tuya, sí -dijo mientras reía y se le caía la espuma de la boca.

-Déjame tu móvil -y sin quejar me lo dio. Vaya si que confía en mi.

Mientras él se cepillaba los dientes y yo vestida con un albornoz, nos saqué una foto.

-Selfie! -dije mientras sacaba la lengua para la foto.
Miré de reojo a Alexander que estaba sin camisa y que bueno estaba, su piel tosteada y su espalda era tan...

-La baba Mía... -susurró Alexander.
Y puse los ojos en blanco. Que caballero puede llegar a ser a veces y que egocéntrico otras.

Las mejores cárceles no tienen barreras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora