Bar Omega

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"Su nombre es Iker Budovsky, tiene 19 años, estudió una temporada en Gran Bretaña. Ahora estudia en la universidad de San Petersburgo. Su abuelo es mafioso. Toca el piano. Jamás ha estado en una relación seria. Es tímido y poco cariñoso"
Tenía que admitirlo, no conocía a Iker para nada. Sin embargo me repetía una y otra vez con voz casi inaudible la información sobre él que el libro me había indicado.
Estaba asustada. Una mirada bastaba para arruinarlo todo. Estaba ahí, a metros de él, aunque aún no lograba divisarlo.
Jake había sido el primero en entrar al club, y en esos momentos me describía cada movimiento que Iker ejecutaba.
Mi compañero estaba sentado en la barra del lujoso bar tomando vodka. "Algo para olvidar que yo seducía a otro hombre". En cambio yo estaba allí de pie, mirando a mi al rededor como si nada. Preguntándome si me veía lo suficientemente guapa y si tendría las agallas que necesitaba para acercarme a Iker.
El bar al parecer estaba muy concurrido. Contando solo a las personas de la barra llenaría una habitación mediana. Y con las personas en la pista de baile más las mesas en otra sección calculaba a lo menos unas 1000. Eso en probabilidades se traducía a que, a menos que golpeara a Iker en la cabeza, seria muy complicado llamar su atención.
Por suerte era sencillo hacerme notar. Ya que a diferencia de las mujer allí presentes, yo era de una estatura bastante inferior, y la ropa que estaba usando desentonaba totalmente con el estilo ya impuesto del lugar.
Al parecer era la única persona en la habitación que utilizaba abrigo y se veía como un osito rechonchito. Podía sentir como las miradas caían sobre mí una vez puse un pie en aquel lugar. Era como encontrarse en un desfile de Victoria's secret, y que por esas malas jugadas del destino confundieras vestidores con recepción.
- Nunca más me llames Barbie -dije entre dientes con la esperanza de que Jake me oyera.
- Lo siento, ya no te puedo decir morena. No voy a perder mi segundo mejor apodo por un torpe bar europeo -se rió mi compañero y pude verlo a la distancia cubriendo su boca con el vaso de vodka para disimular que hablaba conmigo.
Reí para mis adentros. Realmente necesitaba algo que me quitara los nervios.
Lo único que faltaba era la señal de Nate, la señal que indicaba que estaba en su posición listo y atento.
Me preguntaba si debía seguir siendo yo o si debía seguir los consejos de seducción de Jake y Nate.
- ¿Estas seguro de ello? ¿Resultará? -volví a distraer a mi compañero de su labor. Era como la quinta vez que le hacía la misma pregunta. Habíamos concordado que una vez Nate diera la señal me sentaría lo más cerca posible de Iker y que después de rechazar un trago de Jake, trataría por todos los medios de que Iker iniciara una conversación conmigo.
- Más que seguro -respondió mi compañero- El roba chicas se paró de su asiento, al parecer un amigo suyo ha llegado -informó.
- ¿Nate donde estas? -murmuré con nerviosismo. Si Iker tenía un amigo el asunto se complicaría más de lo que teníamos en mente.
- ¡Listo! ¡Está todo listo! Demos inicio al "Plan A" cuanto antes -dijo Nate entre jadeos, al parecer algo había ocurrido- Son las cuatro de la madrugada. Key, tienes hasta el término de hoy para lograr conquistarlo -concluyó.
Y fue entonces cuando comprendí que había llegado el momento. Que después del siguiente paso sería parte del gobierno. Formaría parte de la institución que más odiaba en el mundo. La que había transformado de mi vida un infierno. Y a la que le prestaría servicio durante todo este año. ¿Qué ocurriría después? La agencia en la que mi padre trabajaba me parecía tan lejana en ese momento. Esperaba tener suerte de salir viva de esa misión para así intentar, siquiera, otra institución, que esperaba fuera más amable con el personal.

Nerviosa. Miedosa. Insegura. Tres palabras que me describían en el momento en el que caminé hacia el guardarropa reuniendo todo mi valor para quitarme el abrigo. En el bar, la temperatura era como de unos diez grados máximo, lo que significaba que sin el abrigo moriría de frío. Pero necesitaba ser valiente. Necesitaba pasar nuevamente inadvertida.
Y en el preciso momento en el que mi abrigo dejó de cubrirme pude sentir como dejaba de ser el centro de las burlas y ser una más de ellos. Zabka había llegado para quedarse.
Tenía el cabello suelto. Sin embargo, utilizaba un gorro típico ruso color blanco. Decidí dejármelo ya que me abrigaba la cabeza y muchas risas lo llevaban puesto.
Llevaba la misma ropa que en el aeropuerto. Y se lo agradecía infinitamente a Nate. Quien después de rechazar todos mis atuendos sugirió el mismo que había llevado todo el día. Esperaba que a Iker le gustara. Todo en mí decía "no soy de aquí, pero me siento como si lo fuera". Era patético si lo pensaba bien. Afortunadamente no tuve demasiado tiempo para convencerme de aquella idea, ya que Nate carraspeó para que volviera a la realidad.
No llevaba un bolso, pero sí llevaba un celular con información de Zabka. Los de computación me habían creado un perfil falso que yo utilizaría para redes sociales y para contacto. Era simplemente alucinante.
- Vamos, un trago más, y de verdad juro que te acosaré sin necesidad de actuar -amenazó Jake, quien ya iba como en el cuarto vaso.
- Ya, vale. Lo capto -respondí entre dientes sin perder la sonrisa que, ocultaba mi inquietud ante el resultado del plan.
Apresuré el paso esperando divisar a Iker, quien según las anteriores descripciones de Jake se encontraba muy cerca de la barra y con un suéter celeste.
Sin mucho éxito llegué a la barra donde mi compañero esperaba. La actuación de nuestras vidas daría inicio y yo aun no lograba encontrar al ruso entre la multitud.
- ¡Hey! ¡...! -llamé la atención del cantinero.
- Kisel pozhalusta -intervino mi tutor- es un trago muy bueno.
- ...Kisel, pozhalusta! -repetí casi al mismo tiempo en que Nate lo dijo.
- ¡¿Americana?! -preguntó el cantinero con acento ruso mientras se me acercaba para preparar el trago.
- ¡Canadiense! -corregí con voz potente. Era muy difícil comunicarse con el ruido de la música a todo volumen.
- Ty govorish po russki?! -me preguntó el cantinero, quien se veía bastante joven.
- Pregunta si sabes hablar ruso -tradujo Nate.
- Net! -respondí. Gracias a Katia era una de las pocas palabras que sabía del idioma.
El cantinero me sirvió una jarra con un liquido similar a la cerveza. Pero que al probarla tenía un sabor a miel.
- ¡Wou esto está delicioso! -exclamé para mí mientras bebía otro sorbo.
- Es bueno, de nada -dijo Nate.

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