Sabotaje

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- ¡Key! ¡Detente! -me retó Nate cuando comencé a manipular lo que parecía un lápiz- deja que el pobre hombre termine y luego lo intentas.
Estaba impaciente por comenzar a hacer algo. Incluso cuando el especialista en informática me enseño a instalar los micro-micrófonos, o mm como les decían, tuvieron que explicarme varias veces, ya que cada dos segundos lo interrumpía con la imitación errónea de sus acciones. Al parecer con el lápiz seria de la misma manera.
- Vale, vale -traté de calmarlo- creo que ya lo capto -dije mientras instalaba y activaba correctamente el audio mm del bolígrafo- ¿terminamos? -pregunté al especialista.
- ¿Activaste la micro-cámara? -me retó el hombre mientras levantaba las cejas a modo desafiante.
- No -suspiré- ¿como lo hago? -le pregunté resignada.
El hombre comenzó a explicarme su funcionamiento mientras Nate observaba divertido, al parecer mi rostro reflejaba tedio y ansiedad.
Me pregunté si Jake habría pasado por eso. Si él se mostraba dispuesto a aprender o si era como yo, fanático de interrumpir al pobre hombre.
Mis pensamientos estaban llegando a donde no quería. Pensar en Jake. ¿Estaba bien? ¿Había llegado a Finlandia? Esas y otras preguntas hacían que me sintiera más ansiosa por avanzar.
Nate desviaba el tema. Decía que luego hablaríamos. Maldita sea, algo malo le había pasado a mi compañero, esa debía ser la explicación de por que mi entrenador se mostrará tan reacio a hablar del asunto.
Sin embargo, la mañana había transcurrido tranquila, Noemí no había reaccionado como lo esperaba respecto a mi confesión.
Esperaba que profiriera cientos de palabrotas acompañados de mil golpes, pero solo exageraba. Realmente pensaba que no se lo tomaría bien.
En cambio, ella me abrazó y repitió una y otra vez que yo era afortunada. Demonios, ella era una persona impredecible.
Después de eso nos dormimos una junta la otra. Al despertar decidí que esa vez, quien prepararía el desayuno, sería yo.
Huevos, pan, antibióticos, mermelada y jugo, todo delicioso en la mesa para que Noemí y yo nos alimentáramos.
Yo quería llevárselo a la cama, pero ella insistió que fuera en la mesa. Era una persona terca.
Intercambiamos correos electrónicos. Bueno, en realidad ella me dio el correo que le habían asignado para su misión. Su nombre falso sería Daniela y partiría a Argentina al día siguiente. Era una suerte para ella ya que hablaba español perfectamente.
No quería dejarla sola, no sentía correcto dejarla en ese estado, pero yo tenía que irme. Debía comenzar con la misión en menos de veinticuatro horas, sin noticias de Jake y con poca fe de conquistar a Iker. Por esa razón, cuando Nate tocó la puerta del apartamento de Noemí para llevarme a la sala de computación me despedí veloz y corrí al ascensor con toda la energía del mundo.
Desde ese momento mi ansiedad había aumentado hasta el punto de comenzar a morderme una uña durante la explicación del hombre.
Estaba impaciente por comenzar, un minuto más y yo me iría sin importar nada.
- Key, no te muerdas la uña -advirtió mi tutor- a nadie le gusta ver uñas disparejas, ¿a ti si?
- No -desvíe la mirada, él tenía razón.
Cuando tenía diez años comencé a juntarme con un niño que se comía las uñas. El maldito me pegó el hábito por a lo menos unos cuatro años. ¿Cómo me rehabilité? Bueno, empecé a juntarme con Nina, quien tenía sus uñas hermosas y largas, firmes y perfectas. Me pegó su hábito, aunque yo las mantenía relativamente cortas. Y esa era una de las infinitas razones por las que la consideraba una especie de amiga.
- ¿Terminamos? -volví a preguntar al especialista una vez concluyó su explicación.
- No -respondió resignado mientras tomaba un frasco transparente pequeño que contenía un bicho- Esto es una mosca robótica -explicó orgulloso- la última tecnología del espionaje internacional -sonrió- una vez abras el frasco se activará su mecanismo...
- ¿Es todo? -pregunté impaciente, de verdad necesitaba avanzar rápidamente.
- Ya, puedes irte -me sonrió el hombre.
- ¡Gracias! -exclamé mientras me incorporaba a la realidad y salía eufórica de la habitación.
No tenía ni la menor idea de a donde ir, pero esperaba a que Nate se me uniera para saberlo.
- Sala de armamento -señaló mi entrenador de manera seria.

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