En el Café

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- Es un idiota -sentenció Jake una vez nos entregaron nuestra orden.
Nos encontrábamos en un Starbucks, y nos dirigíamos hacia una mesa que habíamos divisado apenas habíamos entrado. En el rincón. La idea era pasar inadvertidos.
Eran aproximadamente las cinco de la tarde, y Jake no iba disfrazado. Estábamos tomándonos un descanso, con el permiso de Nate. Y es que, después de intentar seducir a Iker en el supermercado sin existo, había renunciado oficialmente a conquistar a Iker.
- ¿Podemos olvidarlo? -pedí mientras me sentaba de espaldas a la calle.
- ¿Por qué? -dijo tomando un sorbo de su late- la forma en la que chocaste con esa ancianita fue muy graciosa -se rió.
La verdad era que no quería recordar lo ocurrido en ese supermercado, pero debía admitirlo, había sido divertido para los allí presentes, incluyendo a Nate y a Jake que podían ver todo lo que sucedía allí dentro desde la camioneta.
- No fue mi culpa -me defendí con una sonrisa- era muy difícil concentrarse con las voces de ustedes en mi cabeza.
- Claro, como digas -se burló- cúlpanos ahora. El reponedor no me maldijo a mí por derribar la pila de conservas -recordó.
- ¡¿Cómo podría?! Tú y Nate estaban en la camioneta disfrutando del espectáculo -nos reímos. Hace tiempo que no teníamos un tiempo para nosotros solos.
- Si lo piensas fue un épico final para una misión nefasta -declaró.
Después del "accidente", decidimos que era tiempo de que Nate comenzara los trámites para infiltrarnos en casa de los Kalashov.
- ¿Como se supone que lo hagamos ahora? -pregunté.
- Supongo que es igual, aunque aun no termino el libro de la misión -dijo mi compañero mientras sacaba un libro de su abrigo y me lo tendía.
- "Los Juegos del Hambre" -leí la portada- ¿es enserio? -le miré escéptica. Amaba ver esos ojos.
- Versión de bolsillo. -aclaró y rodé los ojos- Vamos Ly, es el gobierno. Obviamente eligen esos títulos por diversión, son los más irónicos del mundo. -dijo mientras se acomodaba en la silla y bebía otro sorbo de su late- Me alegra estemos lejos de todo.
- Es una misión -le recordé, mientras dejaba el libro a un lado y bebía de mi chocolate caliente.
- Pero al menos podemos salir como las personas normales que somos -explicó- Cuando tenía tú edad era un chico normal, no debía preocuparme por el "secreto". Te admiro, vives así, con esa preocupación, desde...
- Lo sé -lo detuve- conozco mi situación, es de lo peor ¿sí? -me quejé limpiando mi cara con las manos que estaban tibias gracias al chocolate.
No estaba molesta con el comentario de Jake, ¿cómo podría? El me recordó el por qué beber café, sin micrófonos ni cámaras cerca, era un privilegio.
- ¿Podemos cambiar de tema? -pedí- quiero que este momento sea lo más ordinario posible.
- Claro -asintió- ¿de qué quieres hablar?
- Mmm... No lo sé, ¿qué tal... -miré a mi alrededor y vi el libro- libros?
- Bien, ¿cuál es tu historia favorito? -preguntó con una sonrisa en su rostro.
- Mmm... -pensé. Era difícil elegir una- "El Ruiseñor y la Rosa" de Óscar Wilde, mi padre solía contármela desde que tengo memoria -declaré.
- Es una buena historia, -me sonrió- recuerdo habérsela contado a Lucas después de... tú sabes -desvió la mirada.
- ¿Le has visto? -pregunté tomando su mano tibia, por encima de la mesa.
- No -suspiró- tampoco he hablado con él en los últimos meses. El señor Berry dice que está acudiendo al psicólogo del gobierno por lo menos una vez a la semana -me miró y clavó sus ojos en mí.
- Lo lamento -susurré.
- Elly, tengo miedo. -se sinceró y yo solo abrí más los ojos- No soportaría la idea de que Lucas pasara por lo que nosotros estamos pasando.
- Te refieres al laberinto, la simulación, las enemigas perras, la falta de un tutor, la asignación a una misión suicida, el odio de los entrenadores. Dime que me detenga cuando quieras -Jake sonrió. Recordando todas las cosas que habían pasado en tan poco tiempo, las cosas que se avecinaban parecían nada en comparación.
- No, me gusta cuando hablas -sonreí y apreté más su mano.
- Calma, ¿sí? Nada de eso le ocurrirá a tu hermano, porque si él es como tú estará bien. A no ser que le asignen una compañera suicida. En ese caso estará perdido.
- ¡Hey! No estamos perdidos -me arrojó su servilleta justo en la cabeza.
- ¡Jake Berry! -exclamé con enfado fingido- No me arrojes cosas en la cabeza -le devolví la servilleta lanzándosela directamente al ojo derecho.
- ¡Ouch! -exclamó mientras se tapaba el ojo- Kelly Agel, eres muy peligrosa -sentenció.
No sabía lo que estaba haciendo, pero en un movimiento rápido me hinqué en la silla y coloqué mis codos sobre la mesa, de tal forma que me encontraba a centímetros Jake.
- ¿Y qué harás al respecto? -lo reté en un susurro y pude ver en sus ojos algo que jamás había visto y no podía descifrar.
- Deberíamos volver al apartamento -sugirió una vez yo volvía a mi posición inicial.
- ¿Por qué? -reí acomodando mi cabello tras la oreja nuevamente.
- Porque quiero morder esos labios, besar ese cuello y muchas otras cosas que Nate especificó no hiciéramos en la calle.
Su mirada era intensa, sentía como si él me estuviera devorando con esos ojos avellana que tanto me encantaban.
Comenzaba a sonrojarme, mi sistema me delataba.
- Jake, creo que... -comencé pero el me interrumpió.
- Relájate -sonrío- supe lo que quería de ti el día que nos conocimos.
- ¿Lo que querías de mí? -pregunté con curiosidad.
- Cuando te conocí -contó- supe que serias especial, Ly. Contigo quiero que sea diferente. No quiero apresurar las cosas y lo que tenga que pasar pasará. No te preocupes, tú trazarás los límites porque temo que los míos no existan -me tranquilizó. Y en verdad lo hizo.
Vivía con la curiosidad y el temor de descubrir que pasaría con él.
Jake era un mujeriego y yo virgen, una combinación inimaginable. El miedo que sentía a lo desconocido solo me hacía pensar en lo difícil que sería nuestra relación. Pero él me conocía y con aquellas palabras había logrado calmarme, algo que realmente no esperaba que ocurriera tan pronto.
- Gracias -le susurré bajando la vista hacia nuestras manos.
- ¿Por qué? -vi como su cara se tornaba confusa- ¿Por quererte? -dijo con seriedad.
- Por dejarme trazar los límites -me sinceré- ¿y por quererme? Sí, suena lindo. Digamos que sí -le dediqué una sonrisa burlona.
- Me estas matando, lo sabes ¿no? -declaró entrelazando nuestros dedos.
- No -negué con la cabeza- tú te estas matando solo al dejarme a cargo del futuro de esto -nos señalé con el dedo índice.
- ¿A qué te refieres?
- A qué me será muy difícil mantenerte bajo control si con suerte puedo controlarme a mi misma cuando se trata de ti.
- Barbie, calla. Si no te detienes juro que te besará aquí mismo -amenazó acercándose a mí.
Hubiera dejado que cumpliera su amenaza si Nate no nos hubiera prohibido demostrar nuestra "relación" en público, ya que eso podía delatarnos y estropear la misión. "Dos jardineros que se acuestan juntos en el trabajo, así jamás pasarán inadvertidos" había dicho.
- ¡No! -exclamé alejando su cara de la mía con la mano derecha y una sonrisa juguetona en mi rostro- Voy al baño -informé sin dejar de reír- y luego nos vamos si quieres -sugerí.
- No tardes -pidió.
- ¿Quieres que lo guarde en mi bolso? -señalé el libro.
- ¿Podrías? -juntó sus manos simulando rogar.
- Bobo -me burlé mientras guardaba el libro en mi mochila negra que Katia no quería que yo usara por estar pasada de moda.
Coloqué mi mochila tras la espalda y caminé en busca de los baños lo más rápido que pude. Necesitaba ir con urgencia.
Después de preguntar en donde estaban y llegar a la puerta que me conduciría al lugar que más deseaba en ese momento me di cuenta de que eran mixtos y mis ganas de entrar se esfumaron de inmediato.
Entré de igual forma ya que al asomarme estaba vacío y se veía limpio.
Después de evacuar todo el liquido que había retenido a lo largo de ese día me saqué el anillo de oro blanco, el que la madre de mi madre me había obsequiado en la fiesta que se hizo después de mi graduación, y lo dejé a un lado del lavabo. Luego procedí a lavarme y secarme las manos con gran rapidez porque el agua se encontraba fría.
Busqué en mi bolso los guantes negros que me colocaba cada vez que salía al exterior y me miré al espejo, no lucía tan mal como para ser ignorada por el ruso. Llevaba jeans junto con un abrigo negro y botas del mismo color hasta las rodillas, mi cabello estaba suelto y liso, me lo acomodé hacia un lado.
Me gustaba, el problema erradicaba en que era Zabka la que estaba parada frente al espejo y no Kelly. Eso era tan triste.
Me preguntaba si al volverme jardinera me cambiarían la identidad, si volvería a ser Kelly Agel alguna vez, la chica tímida de antes de la decisión, aunque después de la misión lo veía complicado y después de conocer a Jake, casi imposible.
No quería pensar en ello, debía concentrarme en lo que estaba viviendo en ese momento. En que Jake me esperaba para que volviéramos al apartamento antes de que nuestras se complicaran más, así que revisé mi mochila para comprobar que el libro de Jake continuara allí mientras salía del baño. Por esa razón fue que no estaba prestando atención a mi camino cuando choqué con una persona que se dirigía hacia los baños.
- Izviní! -dijimos ambos al unísono pero yo no levanté la mirada, odiaba chocar con las personas porque inmediatamente me ponía roja y evitaba que las personas me vieran así, por lo que decidí continuar con mi camino fingiendo que nada había pasado. Obviamente concentrada en hacer que mis mejillas volvieran a su color original.
Estaba llegando a la puerta de salida donde podía divisar a Jake parado junto a un poste pateando la nieve, provocando en mí ganas de asustarlo.
- ¡Hey! ¡Hey! ¡Ti! -llamaban, junto con otras palabras que no entendía. Una figura me tocó el hombro, preocupándome. Rápidamente me volteé sin entender por qué me llamaban y la adrenalina invadió mi cuerpo una vez me topé con esos ojos grises, los de la fiesta. Era Iker- Izviní.
Me quedé congelada. ¿Como era posible que después de intentar toparme con el sujeto de manera forzosa me lo encontraba por casualidad cuando ya no necesitaba? Maldición. La vida podía ser muy irónica cuando quería.
Mi cuerpo se tensó y al escucharlo decir muchas palabras en ruso que no entendía. Comenzaba a asustarme, ¿y si de alguna forma había descubierto el plan?
Necesitaba que se callara.
- Izviní, ya nye panimáyu. Ya ploho govuryu po russki -aclaré. En realidad fue la única frase que me había obligado a aprender de memoria, "perdón, no te entiendo. No hablo muy bien ruso"
- Parlez-vous français? -me miró confundido y escrutando mi rostro. Negué con la cabeza mientras apretaba los labios y abría mucho los ojos. Iker era unos cinco centímetros más alto que Jake, por lo que tenía que alzar la vista.
- ¿Hablas ingles? -pronunció con un acento para nada ruso y yo asentí.
- ¡Bingo! -exclamé exagerando alegría.
- Wou, no pareces turista -murmuró.
- ¿Qué ocurre? -pregunté como solo la Kelly Agel del pasado hubiera preguntado, seria. En ese momento me sentía yo, no tenía que coquetearle más. Ya no era mi misión enamorarlo. Podía ser incluso sarcástica si se me apetecía.
- Oh, sí -Iker sacudió su cabeza- Ten -me tendió un anillo que reconocí mío- Lo olvidaste en el baño -informó mientras yo lo tomaba y guardaba en un bolsillo de mi abrigo.
- Gracias. -sonreí aliviada de que la razón por la me hablara fuera por anillo y por el plan.
Estaba dispuesta a irme, a ignorar el hecho de que estaba hablando con Iker, pero había algo que no podía descifrar en su actitud que me intrigó.
- ¿Eres la chica del bar? -soltó de repente ladeando su cabeza.
- ¿Qué haces aquí? -pregunté exagerando curiosidad.
- Estaba con unos amigos -se volteó y señaló a un grupo bastante grande de personas, incluyendo al chico que había golpeado a Jake.
- ¿Cómo está tu amigo? -le hice un gesto de saludo a quien, según Jake había quedado peor.
- Feliz -respondió quitándole importancia y encogiéndose de hombros- y ¿cómo te encuentras tú? -su voz se tornó más cálida.
Era tiempo de marcharse, no quería hablar sobre aquella noche.
- Prefiero no hablar -respondí con sinceridad- bueno... -balbuceé, ya que aclaramos es asunto del anillo y sé que tu amigo está bien, creo que debería irme... -me volteé apuntando la salida con mi dedo índice derecho.
- ¡Espera! -me detuvo y mi cuerpo se volvió a tensar- Deja que te lleve -ofreció- es lo menos que puedo hacer por abandonarte en aquel bar de esa forma -explicó.
- Oh, no te preocupes -le miré calma- Me ayudaste lo necesario, -mentí- además supongo que...
- No intentes justificarme -me interrumpió- no debí dejarte allí sin más, no fue correcto de mi parte -insistió- déjame llevarte a donde sea que te dirijas -ofreció.
Me volteé como si lo estuviera pensado y me topé con la mirada de Jake que solo asentía con la cabeza. ¿Era su señal de "inténtalo"? Esperaba que sí porque estaba a punto de cometer una estupidez del porte de un avión.
- Está bien -accedí buscando alguna reacción de su parte.
- Genial -sonrío- deja que les avise -señaló a su grupo de amigos y caminó veloz hacia ellos.
Aproveché la instancia para voltearme por completo y concentrarme en mi compañero a travez de la puerta de vidrio.
Afuera debían hacer unos -18 grados Celsius y, sin importar eso Jake continuaba tan apacible como siempre. Notó que yo lo observaba y comenzó a señalarse el cuello, a mover las manos alocadamente y a gesticular palabras que no entendía. Después de explicarle moviendo la cabeza negativamente que no comprendía nada de lo que hacía tomó de su bolsillo un audífono y se lo colocó al cuello como si fuera un collar. Collar, collar. Esa palabra era todo lo que necesitaba para seguir su idea. Busqué en mi bolso el collar que Nate me había dado algunas horas antes y me lo coloqué lo más rápido que pude.
- Probando, probando. ¿Kelly me escuchas? -escuché la voz de mi compañero, podía oír uno que otro castañeo de dientes, por lo que deduje estaba congelando.
Asentí con el corazón oprimido, no soportaba la idea de que mi compañero se congelara en el exterior.
- Ofreció llevarme a casa -conté en un susurro- ¿que se supone que haga ahora?
- Continúa con lo que sea que estas haciendo, yo me contactaré con Nate y te estaremos cuidando. No te preocupes tú solo ve al apartamento -ordenó.
- Bien -susurré.
Por suerte logré responderle antes de que Iker volviera.
- ¿Lista? -preguntó abriéndome la puerta.
- Supongo -respondí atravesando el umbral de la puerta mientras sentía el viento frío sobre mi rostro.
- Por cierto soy Iker Budovsky -me tendió su mano derecha y yo la estreché con vitalidad. Mi esperanza era robarle todo calor posible en ese simple tacto.
- Soy Zabka Ivanović, asesina en serie y futura ángel del señor Charlie -bromeé en parte. Solo quería comprobar si podía seguir siendo Kelly con él.
- El mundo es muy pequeño entonces, porque he oído que el señor Charlie anda tras de mí -continuó con la broma. Por un segundo mi corazón se detuvo, ¿hasta que punto Iker notaría que en verdad yo era una espía?
Una vez afuera comencé a seguir a Iker, quien caminaba bastante tranquilo como para la temperatura reinante en ese momento. Parecía estar acostumbrado, después de todo era ruso.
- Mi auto está en la esquina ¿lo ves? -preguntó señalando un vehículo distante de color negro.
- Sí -fue lo único que atiné a responder antes de comenzar a tiritar y a rodearme con ambos brazos. Era la primera vez que experimentaba tanto frío. La adrenalina de la fiesta me había hecho olvidar la temperatura, pero escuchar a Jake tiritar me hizo recordar que me encontraba en uno de los países más fríos del mundo. No podía evitar pensar en ello.
- Te estas congelando -señaló- ¿qué tal una carrera? -sugirió abriendo sus ojos grises más de lo esperado.
Yo solo lo miré escéptica pero comencé a correr lo más rápido mi cuerpo permitía y el comenzó a hacer lo mismo. En segundos ya estábamos tocando el auto y peleándose por quien había llegado primero.
- He sido yo -aclaré olvidando el frío que anteriormente me estaba matando.
- Partiste antes, así no se puede -río el ruso mientas habría la puerta del copiloto. Corrijo, mientras me habría la puerta del auto.
- Gracias -agaché la cabeza y me acomodé en el asiento. Iker cerró con suavidad la puerta y luego se cruzó por delante para subirse en el lado del conductor.
- ¿Mejor? -preguntó encendiendo el motor y encendiendo la calefacción. Asentí con la cabeza- y por cierto, ¿a donde vamos? -preguntó tomando un GPS y apretando algunas teclas.
- A Canal Griboedov 36 -informé.
- ¿Es donde te hospedas, vives...? -intentó adivinar una vez acomodaba el GPS en su lugar y echaba a andar el auto.
- Vivo -informé, era hora de hablar de Zabka- de hecho lo hago con mi padre -le lancé una sonrisa inocente.
- Pero... Si vives aquí y no hablas ruso, debe ser porque... -reflexionó.
- Sí, me mudé hace poco aquí a San Petersburgo. Aun trato de adaptarme -conté.
- ¿De donde eras? -preguntó curioso.
- De -Estados Unidos pensé- Canadá.
- ¡¿De verdad?! -miró escéptico.
- ¿Por qué te sorprende? -le pregunté quitándome los guantes. La temperatura estaba agradable.
- No lo sé, supuse que no estabas acostumbrada a las bajas temperaturas -dijo.
No sabía como reaccionar ante esa suposición. Jake no hablaba y Nate menos. Necesitaba decir algo ingenioso.
- Pues el frío no es para nada comparable -mentí, jamás en mi vida había ido a Canadá. No podía hablar del país como si fuera tierra conocida.
- Te entiendo, es difícil acostumbrarse a este clima, sobretodo en invierno -concordó mientras daba se detenía en un semáforo- Y... ¿Te gusta Rusia? -trató de llenar el silencio que comenzaba a formarse.
- Pues... -comencé a pensar. ¿Qué conocía de Rusia? En realidad nada. El trayecto del aeropuerto al apartamento, del apartamento al bar, al mercado y del mercado al café. En resumen solo calles y lugares comunes- no -concluí desviando la mirada.
- ¡¿Estas bromeando?! -dejó de mirar el camino por más tiempo del que lo había hecho antes.
- Iker -lo nombré por primera vez. Era extraño estar hablando con el sujeto que protagonizaba mi libro de la misión. Era casi irreal- no hablo ruso -enumeré con los dedos- no conozco a nadie, no salgo mucho, y definitivamente creo que no lo haré nunca más.
- Eso no es cierto -me miró serio- ahora me conoces a mí -sonrío con lo que creí sinceridad.
¡Diablos! Era buena actuando. Desgraciadamente solo lo estaba usando para llegar a los negocios fraudulentos de su abuelo.
- Por favor -reí apoyando mi codo en el vidrio y la cabeza en mi mano- no me conoces, ¿cómo puedes decir que somos amigos?
- Zabka, todas las amistades tienen un comienzo -filosofó- ¿Cómo puedes decir que este no es el comienzo de una? -otra vez se había volteado a verme.
- ¿Conduces así todo el tiempo o solo lo haces para que me arrepienta de subirme al auto de un extraño? -cambié de tema. No quería hablar de amistades con él, ya que él era mi trabajo y eso sí que lo volvía triste.
- De hecho soy un gran conductor, solo quito la vista del camino cuando realmente es necesario -presumió con una pequeña sonrisa formándose en su rostro.
- ¿Y es necesario que me mires de esa forma? -interrogué, había algo en su mirada intrigante.
- ¿Cómo?
- Así, como si fuera un fenómeno
-apunté a sus ojos cuando otra vez quitó la vista del camino y la posó en mí.
- Por supuesto que no, -se defendió fingiendo estar ofendido- es solo que creo haberte visto ya antes -contó.
En la fiesta y el supermercado pensé, pero lo que ocurrido en la fiesta ya se había aclarado. ¿De donde, entonces, me conocía?
- Creo que estoy loco -sacudió la cabeza y cambió de posición sus manos en el volante.
Ambos nos quedamos en silencio durante unos minutos.
- Las mejores personas los están -solté en un murmuro. Era una frase que salía de manera automática de mi organismo y la culpa la tenía Nina.
Cuando éramos más pequeñas Nina solía ser fanática de "Alicia en el país de las maravillas" podía obligarme a verla unas mil veces y ella siempre se comportaba como si fuera la primera vez. Con el paso del tiempo se fue moderando, hasta que salió la versión con personas normales. Fue un caos. Recuerdo que participamos en todos los concursos posibles por conseguir unas entradas para el estreno. Finalmente en consecuencia cada vez que hablábamos de locuras, ella soltaba su frase. Y digamos que en nuestras conversaciones la palabra era tan común como ir a la escuela en ese tiempo.
- ¿Alicia en el País de las Maravillas? -me miró Iker estacionando el auto donde reconocí el apartamento. Yo solo asentí y el río.
Me propuse a bajar pero el me detuvo.
- Digo en serio lo de ser amigos -repitió el ruso con su mano deteniendo mi brazo cortésmente.
- Gracias por traerme -agradecí poniéndome mis guantes y abriendo la puerta.
Me bajé y comencé a caminar hacia la entrada de los apartamentos. ¿Qué pasaría? ¿Había hecho algún progreso en la misión?
- ¡¿Ni siquiera me darás tu número?! -gritó por la ventana una vez la abrió. Me volteé rápidamente y supe lo que tenía que decir una vez vi esa sonrisa que Katia describió poco común en los rusos.
- ¡Tienes mi nombre -recordé- haz lo que quieras con él! -sonreí y me despedí fingiendo ser un marino provocando la sonrisa de Iker.
Rápidamente corrí hasta el apartamento no volviendo a mirar atrás.
Al parecer mi primer encuentro real con Iker no había salido mal. Lo que significaba que si convencía a Nate de retomar el "Plan A" tal vez podría mantenerlos con vida a ambos ya que Iker se convertiría en nuestro chaleco antibalas.

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