Límites

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Doce del día eso era todo, estaba acostada en la cama con los ojos secos de tanto llorar. Estaba intentando dejar de pensar y hacer algo por la vida, pero me era una tarea imposible. Jake no había vuelto y Nate había salido a buscarlo para cerciorarse de que todo estaba bien. Me encontraba sola, con las cortinas cerradas, para impedir que los débiles rayos del sol entraran en el cuarto. Con la mente hecha un desastre y culpa en cada centímetro de mi cuerpo buscaba la forma de acabar con aquella sensación.
En momentos así entendía por qué era "suicida". Necesitaba leer. Necesitaba un abrazo, un hombro amigo. Necesitaba a Jake.
Quería mirar la hora pero ya lo había hecho mil veces, el tiempo transcurría lento. Aquello era horrible. Llevaba casi cuatro horas en la misma situación. Doscientos cuarenta minutos. Catorce mil cuatrocientos segundos. Una eternidad.
Me preguntaba dónde se encontraba mi compañero.
Antes, en los edificios APEN, sabía que iba con Noemí. Sin embargo, ahora me preocupaba no saber con exactitud su paradero. Estábamos en un país extraño donde con suerte entendíamos unas cuantas palabras, además de ser aspirantes a espías encubiertos. Si desaparecíamos allí posiblemente nadie nos encontraría. Ni siquiera Nate.

El teléfono sonó de la nada y sentí una alegría inmensa al imaginar que era Jake. No obstante, mi sonrisa desapareció cuando leí el nombre de Iker en la pantalla. ¿Debía responder? Mi voz estaba quebrada y lo que menos quería era charlar. Aunque por otro lado quizá el trabajo me distraería de aquella situación. Nate se estaba encargando de aquello, por lo que quedarse sumida en las probabilidades solo me haría peor.
Respondí el celular al quinto timbre.
- ¿Iker? -pregunté acercando el móvil a mi oído.
- ¡Zabka! Hola, ¿cómo estás? -lo escuché decir al otro lado de la línea, junto con un murmullo constante.
- Yo... em... -traté de actuar natural.
- ¿Qué sucede? -interrumpió con un tono de preocupación en la voz que me sorprendió.
- Nada -mentí- son tonterías.
- Si fueran tonterías te estarías riendo -su voz se tornó seria.
- Iker... -comencé- preferiría no hablar de esto, ¿vale?
- Sí, de acuerdo. Tienes razón. Lo lamento -se disculpó con voz suave.
- Y... ¿qué cuentas? -cambié el tema.
- Estoy en el centro comercial con Ivanne... Compramos un regalo...
- Eso explica el murmullo -solté una risa débil y sin ganas que podría interpretarse como incomodidad.
- Es un caos, debe ser por las fechas... -noté como su voz comenzaba a perder seguridad. Tal vez creyó su comentario innecesario.
- ¿Qué ocurre? -pregunté intentando usar el tono más sincero que encontré. No quería que el ruso creyera que no podía confiar en mí.
- ¿Qué harás hoy por la noche? -me tomó desprevenida. ¿Me estaba invitando a salir? Claro que sí... Odiaba que Iker fuera tan considerado. Estaba cayendo fácilmente en las garras de una embustera. En mis garras.
- Nada... Supongo -intenté recordar los consejos de Nate y Jake.
Mi entrenador había tenido una acalorada discusión con mi compañero sobre cómo debía comportarse Zabka frente a Iker. El primero creía que debía ser una especie de amor platónico en su vida, obligarlo a besar mis pies antes de dejarlo entrar a "mi vida". En cambio Jake consideraba que debía ser una chica empática y simpática, convertirme en su amiga, de esa forma no era necesario tener una relación mayor con él para ganarme su confianza. Sin embargo debía estar disponible a cada segundo y dispuesta a todo. Aquello requería más trabajo del que Nate proponía. Pero hasta ese momento el consejo de mi compañero estaba sirviendo. Iker Budovsky estaba acercándose a una mentirosa por cuenta propia, y aunque aquello me alegraba por la misión, me entristecía. Él parecía ser una persona diferente a su familia.
- ¿Te gustaría acompañarme a la fiesta de Artem? -preguntó caballerosamente.
- ¿Quién?
- Mi mejor amigo, el chico del bar que golpeó a ese cretino, -aclaró- está de cumpleaños.
Artem, el muchacho que conocía de toda la vida, su mejor amigo. Era una invitación bastante íntima, Katia me había explicado hace unos días que los rusos no llevaban a casa de otros rusos a desconocidos. Yo era una para él y aún así me había invitado. Debía aceptar.
- ¿Estás seguro? -intenté comprobar su propuesta.
- ¡Claro! ¡Di que sí! Será divertido, además aprenderás mejor de nuestras costumbres... Bastante inglesas debo mencionar -argumentó.
- De acuerdo... Yo...
- ¡Perfecto! Paso por ti a las nueve... Es casual. Sin embargo, es su cumpleaños número veinte por lo que decidimos agregarle sofisticación y juventud al asunto.
- Entonces ¿qué debo usa? -pregunté con confusión. Debía vestir como Zabka y solo Katia sabía cómo.
- Como te sientas cómoda, todo te queda bien... Te dejo, Ivanne me está llamando al parecer encontró lo que buscábamos... Nos vemos a la noche -cortó.
¿Cómo demonios iba a salir con Iker actuando como Zabka siendo que Kelly estaba desecha por Jake? Era casi imposible poder fijar una línea divisoria entre lo que era mi vida real y la vida falsa que estaba obligada a llevar.
Concentrada me paré frente al espejo colgado en la puerta de la habitación, ¿cuándo pasó el tiempo, cuando dejé que me cambiaran? Mi cabello estaba largo y gris, mis ojos azules y las pestañas largas. Era Zabka. No obstante aquellos ojos llorosos e hinchados aún revelaban mi verdadera identidad. Podía cambiar mi cuerpo por completo, las facciones de mi rostro ser totalmente contrarias a las que tenía, pero aquellos ojos almendrados y cristalinos continuarían siendo los mismos, los que me delatarían siempre, cada vez que me derrumbaba, cada vez que mis lágrimas caían, cada vez que no lograba conciliar el sueño, aquellos ojos cafés, ahora azules, se ponían tristes, los párpados, caídos la mirada ausente y perdida. Aquella era mi marca, por más que intentara disimularla quien me conociera bien notaría de inmediato que algo no andaba bien que, en realidad, todo andaba mal. Era una maldición.
Llamé a Nate de inmediato para ponerle al tanto. Él sólo aseguró que no me preocupara, que él se encargaría de todo. Lo único que debía hacer era colocarme el collar. No sabía si ocultaba información sobre Jake o si simplemente aún no lo había encontrado, lo cual era poco probable, pero como siempre Nate evadía el tema. No lo culpaba, esta vez lo había arruinado en grande.
Necesitaba olvidar todo aquello y concentrarme en "la misión", aquella que me obligaba a engañar a las personas. Decidida me acerqué al escritorio de mi habitación con la esperanza de encontrar algo para leer. No había nada. Mierda. Odiaba leer en PDF, por lo que ante aquella urgencia recordé los diarios de la mamá de Jake. Seguramente él tendría uno. Si tenía suerte, quizá fuera aquel que no había logrado terminar. El negro, el penúltimo. Gracias al gobierno había dedicado todo el tiempo libre a leer la vida completa de Iker, aquella historia era interesante, pero necesitaba concentrarme en otra cosa. Y la perspectiva que tenía la señora Berry me reconfortaba siempre que lo necesitaba. Ella sabía exactamente como me sentía, o más bien ella sabía llevar muy bien su vida que coincidía con la mía en muchos sentidos.
Bajé las escaleras y me dirigí a la habitación de Jake con sigilo. Estaba sola en el apartamento, pero nada impedía que mi compañero apareciera de la nada y me recriminara por traicionarlo y, ahora, además por meterme a su cuarto sin permiso. Jake no era así, pero de igual forma no quería continuar provocándolo.
Una vez abajo abrí unos cajones que se encontraban bajo la cama y me encontré con su ropa. Diablos, aquel cuarto solo tenía un camarote, ese cajón y un escritorio, las posibilidades que tenía de abrir el cajón con los diarios era de un 50% y ya había fallado. Aquel día la suerte no estaba a mi favor.
La habitación parecía muy pequeña, pero Jake parecía llevarlo con calma. No habían ventanas por las cuales la luz pudiera entrar. Por un momento entendí el por qué había salido del apartamento. Aquel cuarto era el peor lugar para aclarar pensamientos, era más sofocante que acogedor. Sin embargo, mi compañero parecía ignorar todo aquello ya que nuestra situación en Rusia sería momentánea. O eso esperábamos.
Fui al escritorio con la seguridad de que estaban allí, me hinqué para buscar más cómodamente, y abriendo el cajón más grande que el mueble tenía me quedé helada. Lo que más temía sucedió.
- ¿Qué se supone que haces aquí? -era la voz de Jake, suave pero firme. Estaba tras de mí.
Me volteé lentamente con temor de mirarlo a la cara y ver enfado.
- Yo... Mmm... -balbuceé, no sabía a qué le temía más. Si a la reacción de mi compañero o las posibilidades que él tenía de reacción ante mis palabras.
- ¿Y bien? -me cortó en seco antes de que pudiera continuar.
- Buscaba el penúltimo diario -dije en un susurro casi imperceptible, que obviamente él no oyó, ya que se acercó más a mí sin ponerse a mi altura, lo que de alguna forma me hacía sentir más indefensa que nunca.
- No te oí, ¿puedes hablar más fuerte? -pidió con indiferencia en la voz. No sabía que creer. ¿Mi compañero estaba aún molesto?
- El diario negro -dije con decisión, mientras me paraba. Obviaba ser más baja que él. Pero en ese instante lo agradecía.
No había calculado bien cuán cerca nos encontraríamos una vez yo me hubiera parado, y para ser sincera de haberlo sabido no me habría levantado. Solo un pequeño espacio nos separaba. Aquello era bueno y malo a la vez. Su olor me inundó y por unos segundos había olvidado lo que le había hecho. El único pensamiento que tenía era abrazarlo y tenerlo más cerca. Pedirle que olvidara todo para continuar avanzando. Pero la verdad era que no podía. No me encontraba en ese derecho.
- ¿Para qué lo quieres? -preguntó dando un paso al costado. Recordándome lo mucho que había arruinado nuestra relación de confianza en la mañana.
- No lo quiero, lo necesito -corregí. No quería admitir lo mucho que me urgía olvidar la mañana pero tampoco quería demostrarle falsa indiferencia.
Se acercó al escritorio y abrió el cajón más pequeño. Carajo, ¿por qué no se me ocurrió buscar ahí?. Sacó un iPad y me lo tendió.
- Lo que digas -se mostró frío- ten -me tendió la tableta- los del gobierno creyeron mejor almacenar los diarios aquí. Según ellos sería más "practico".
Tomándola entre mis manos pronuncié un gracias y me dirigí a la escalera para volver a mí habitación. Muy bien, PDF... Gracias gobierno, tú sí sabes cómo arruinar las cosas.
- ¡Espera! -me volteé de golpe ante su exclamación, que había sido con su tono normal, aquel que me hacía sentir segura de nuestra relación de nuevo- aún no respondes a mi pregunta.
- Jake... Lo lamento mucho -solté de golpe acercándome lentamente hacia él- no debí romper así tu confianza, pero de verdad quería saber ese secreto...
- Intento entender tu lógica -miró a la nada- sin embargo me es difícil comprender por qué no confías en mí.
- ¿Confiar? -pregunté con asombro- Jake, eres una de las personas en las que más confío en mi vida. Pero cuando dijiste que Noemí era una agente doble comencé a preguntarme cuanto en realidad me ocultabas. Cuanto mantenías en secreto... -esta vez lo miré a los ojos. Aquellos ojos avellana que eran completamente expresivos- si se suponía que éramos un equipo, ¿por qué tú sabías más cosas que yo? -comencé a alzar la voz- ¡¿Por qué me mantenías al margen de las cosas importantes?!...
- ¡Porque no quiero que nada malo te pase! -explotó- ¡Porque estaba seguro de que ese secreto podría involucrarme, de hecho lo hará y no quería que si algo pasaba también te involucrara a ti! -se acercó a mí lo suficiente como para sentir su respiración en mi rostro- pero parece que es inútil intentar protegerte si al final siempre hayas la forma meterte en un lío.
- Jake... -lo miré con mayor detención. Tenía la mirada cansada, sin embargo no había rastro de enojo. El enojo de la mañana. Solo tal vez un poco de decepción en su tono demostraba que algo no iba bien. Su voz era su sello. Odiaba tener que notarlo en esa situación- lo lamento -dije finalmente- en serio que sí, me siento fatal y me gustaría decir que no volverá a ocurrir algo así...
- ¿Y por qué no lo haces? -abrió sus ojos como platos. Ahora el verdoso de ellos acaparaba toda mi atención.
- Ambos sabemos que no puedo prometer algo que obviamente no cumpliré... -aclaré con un hilo en la voz.
- No quiero parecer un padre mandón pero ¡Key! ¡Será mejor que vayas a prepararte! -gritó mi entrenador desde las escaleras. Al parecer el hombre había vuelto de su misión "Buscando A Berry". Aquel grito había roto el ambiente que Jake y yo habíamos logrado formar en tan poco tiempo. Maldito Nate, tenía una fascinación por interrumpir nuestras platicas serias.
Estaba subiendo las escaleras a toda prisa cuando me volteé para leer por última vez el rostro de mi compañero. Pero como comprobé antes, la suerte no estaba de mi lado. Jake me había dado la espalda y se había apoyado en el escritorio, quizá para recomponerse.
- Ve, hace lo que Nate te pide -dijo con comprensión- tienes esa mirada triste... No queremos que Iker te vea mal... -se giró para verme.
- ¿Estás hablando en serio? -pregunté incrédula ante sus palabras. Había visto mis ojos tristes, los había notado y aún así no le importaba. Asumió que mi tristeza era un obstáculo, decidió ignorarla. Colocó la misión antes que nosotros, incluso aunque él  sabía cuál era la razón de aquella mirada desolada. Él.
- Ly... Sabes a lo que me refiero... -se percató de sus palabras. Después de mucho tiempo volví a escucharlo llamarme Ly, pero ya era tarde.
- Olvídalo -sentencié- haré lo que Nate pide... Y ten algo en mente -le advertí, si él ponía la misión por sobre los sentimientos y emociones yo podía hacer igual- Zabka no es, ni será como Kelly. Cuando salga por esa puerta -señalé el final de la escalera- no tendré esta mirada de borrego maltratado, sé separar el trabajo de la vida. Olvidaré por un momento cuánto me importas y continuaré con la misión. Después de todo a eso vinimos. Cualquier sentimiento aparte es solo un impedimento -concluí, estaba dispuesta a retirarme de allí con dignidad, pero Jake se me adelantó y me siguió con pasos agigantados hasta agarrar mi brazo. Rápidamente me solté y quedamos cara a cara.
- Yllek -dijo tan lentamente que parecía que estaba pensando cada palabra que diría para evitar decir algo como lo que había dicho.
¿Yllek? Nunca me había dicho así, ¿era Kelly al revés? ¿A qué venía eso? ¿Por qué cojones volvía a inventar apodos?
- No digas tonterías... -me devolvió a la realidad con su voz ronca pero armoniosa, al parecer ya había escogido sus palabras- Sabes que eres mucho más importante que la misión, sabes que tú eres importante para mí...
- Pues no lo parece -pensé en voz alta- Siempre te enfadas -aclaré con voz monótona. No quería hacer contacto visual con él porque sabía que hablaba en serio... Solo no quería aceptarlo.
- ¿Y quieres? -ladeó su cabeza evaluando mi reacción- ¡¿Que me ría?! -dijo con sarcasmo en voz mientras me dedicaba una sonrisa desganada- según recuerdo, tú eres la que no confía en mí -y ahí estaba, la frase que acabó con todo lo que había dicho anteriormente.
- ¡Ya te pedí disculpas! -me defendí- ¡Si no quieres aceptarlas allá tú -di media vuelta y salí de aquel cuarto. Ahora era yo quien tenía motivos para salir a despejarme.
Debo decir que cada vez que salía de ese lugar a aparecía en la cocina me era extraño, me recordaba que era una aspirante a espía, que ocultaba cosas, que mi vida nunca fue ni sería normal.
- ¡Espera! -volvió a gritar tras de mí- ¡Tú eres la que actúa a mis espaldas! ¡¿Por qué te enfadas?!
- ¡¿Disculpa?! ¡¿Es una broma?! -me volteé de golpe. Mierda, otra vez estábamos muy cerca. Sin embargo estaba molesta y nada en él, ni siquiera sus ojos sinceros me harían cambie de opinión- ¡Si no fuera por ti jamás tendría que actuar por mi cuenta! -exclamé mientras lo apuntaba con mi índice derecho- ¡¡Si confiaras lo suficiente en mí, nos ahorraríamos muchos malos entendidos!!
- ¡¡¡No intentes culparme, señorita desconfiada!!! -espetó mientras quitaba mi mi mano dispuesta a empujarlo de su pecho- ¡¡¡Tú también tienes tus secretos y no por eso armo un alboroto o inventó un plan para descubrirlos!!! -pude leer en su rostro enojo total, estaba alzando la voz de tal manera que si decía otra palabra de pondría rojo.
- ¡¡¿Yo?!! -grité con asombro fingido- ¡¡¡Nombra uno, señor mentiroso!!!
- ¡¡Podría nombrar cuantos yo quisiera!! -informó con aire superior. Y poco a poco puede sentir como comenzaba a moderar el tono de su voz. Aquello me alivió. La ira nos había manejado manipulado a ambos tan fácilmente que sino hubiera sido por Jake, mi garganta se habría desgarrado de tanto gritar.
- ¡Pues dilos todos! -lo reté.
- Lo siento, no tenemos tanto tiempo -dijo en broma con una extraña expresión tan seria en el rostro que dejó en claro que no era para que me riera- aunque si nos vamos a la compañía privada de investigación en donde ¡tu padre trabaja!... -exclamó al mismo tiempo que me apuntaba con ambas manos.
- ¡Oh! -exageré lo ofendida que me encontraba. De acuerdo. No le había contado la verdad sobre mi padre, pero no era como si aquel secreto era mío o sí que él lo supiera cambiara las cosas para ambos. Cojones. Era como con Noemí.
- ¡Vez que no te gusta...! -exclamó satisfecho de sus palabras pero se calló súbitamente. O mejor dicho Nate lo calló súbitamente.
- ¡¡Basta!! -apareció en la cocina- ¡¿Cuántas veces debo recordarles que tenemos vecinos?! -parecía molesto. Era la primera vez que nos gritaba así a ambos. Con una mirada que nos fulminaba con solo posarse sobre nosotros- ¿pueden arreglar sus diferencias como gente civilizada por favor? -sugirió molesto.
- Lo he intentado -me defendí con voz infantil- pero ¡él! -apunté a Jake- se niega a hacerlo, no confía en mí.
- ¡¿No confío?! -exclamó mi compañero fingiendo el sentimiento de ofensa que mis palabras le habían provocado- Nate, ¡ella es quien no confía! -me acusó.
- ¿Así que todo este alboroto es a causa de la confianza? -miró divertido nuestro entrenador.
No entendía por qué Nate a veces se comportaba de esa manera. Se suponía que él debía entrenarnos, pero en ocasiones parecía que aprendíamos todo solos porque las veces que se detenía a enseñarnos era porque se percataba de que en realidad éramos novatos. Por alguna extraña razón asumía que éramos los mejores, aún cuando solo habíamos tenido suerte o ayuda del diario de la mamá de Jake.
- ¿Tú qué crees Nate? -dijo Jake con tono seco mientras rodaba sus ojos.
- Bien... -asumió nuestro entrenador- los quiero abajo en cinco -ordenó mientras sacaba del bolsillo de su pantalón las llaves de la casa. ¿Quería llevarnos a pasear o qué?
- Nate, dijiste que debía que alistarme -le recordé mientras ignoraba sus palabras y me dirigía al cuarto de baño.
- Tendrás mucho tiempo para prepararte y seguir mis órdenes -lo escuché mientras se acercaba a mí- pero la situación ha cambiado, al igual que el orden de prioridades -pasó de largo, al parecer se dirigía a la salida con Jake siguiéndole el paso- así que yo que tú me abrigo, afuera hace un frío horrible ¡y te quedan cuatro! -exclamó cerrando la puerta tras de él. Nate Williams volvía a tomar una actitud arbitraria en el equipo. No sabía si aquello era bueno o malo.

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