¿Qué pasó?

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El alcohol me relajaba extremadamente. Un minuto estaba sentada en el sofá junto a Jake, y al otro mi cabeza reposaba en su regazo.
- Cuídame... ¿quieres? -pedí mientras sentía como mi legua se movía lenta y cerraba más los ojos para evitar el mareo.
- Lo hago... -respondió mientras acariciaba mi cabeza- pero no me lo pones fácil.
- Te prometo que me dormiré... solo cuéntame una historia- pronuncié pausadamente mientras intentaba dejarme llevar por el tren de los sueños para olvidar cuán mariada estaba. Lo sabía, no era una inconsciente. Estaba mal. Pero estaba con Jake. ¿Qué podía pasar?
- Ceniza... Eso lo dijiste hace un rato -argumentó.
- ¡Pero esta vez lo digo de verdad! -exclamé mientras me paraba de golpe. Mierda. Mi cabeza estaba a punto de estallar. Veía un poco borroso y en cámara lenta. Lo veía muy lejos y mi cerebro no procesaba lo que quería decir.
- Tienes razón -concordó convencido- vas a dormir... Ahora.
No entendí cuando ni como terminé en sus brazos. Me gustaba. Adoraba aquella sensación de comodidad que solo estando con él se provocaba. Ese aroma que desprendía, me volvía loca, al igual que esa fuerza con la que me mantenía contra su cuerpo para que ningún movimiento mío nos desestabilizara. Le quería. Estaba segura. No lo amaba, jamás me había enamorado. Sin embargo, sentía una atracción diferente a todas las demás que había experimentado. Era la primera persona que de verdad, sin tener ningún lazo familiar en absoluto me provocaba mariposas en el estomago, me derretía con cada mirada y me dejaba con ganas de más.
¿Cómo era posible que a semanas de conocerlo ya lo consideraba una parte importante de mi vida? ¿Era eso lo que los astros llamaban destino? Creía en una amistad tan fuerte que nos convertía en uno con el otro, una especie de hermandad, como la que tenía en casa con Nina... Pero esto era diferente, con Jake quería expresar mi cariño de otras formas. Besarlo se me antojaba tan a menudo que me daba pena admitirlo. Quedarme a su lado todo el día parecía una buena idea... Pero yo no era así. Era fría. Si de mi hubiese dependido, nuestra relación jamás hubiese existido. No era muy susceptible a crear nuevos lazos. Los antiguo me bastaban. ¿Declararle mi atracción a un chico? Demasiado complicado, sentía un miedo al rechazo tan grande que de solo pensarlo me hacía querer permanecer en el anonimato a la espera de mi destino inexorable.
El gobierno. El "arruinador de sueños" como solía llamarlo a los doce, era el que me había unido a este hombre. Me preguntaba cómo hubiera sido esta experiencia sin mi compañero, sin Jake. Probablemente un total desastre. Un fiasco. Necesitaba agradecerle por existir... Por dejarme conocerlo... Por hacerlo de verdad. Pero no iba a hacerlo. Al menos no sobria. No era tan valiente como aparentaba en ocasiones. Temía que el alcohol me hiciera hablar, y con razón, sí parecía murmurar todo lo que estaba pensando. Sin quererlo mi boca comenzó a soltar las palabras que tanto temía, que jamás le había dicho a alguien a quien llevaba conociendo solo unas cuantas semanas.
- ¿Sabes qué te quiero? -susurré contra su pecho al mismo tiempo que él se abría paso hacia mi habitación- y no lo digo solo por mi estado, sino porque en verdad lo hago -¡mierda! ¿Qué rayos me pasaba? ¡Maldito alcohol! Quería buscar un lugar donde ocultarme y lo hice entre su hombro y cuello. ¡Cielos! Olía tan bien... Quería quedarme ahí para siempre...
- Elly -interrumpió mis pensamientos- eres una de las personas más importantes de mi vida en este momento, pero no diré que te quiero mientras estás en este estado para que luego lo olvides... -me depositó con cuidado sobre la cama, que sin entender cómo estaba toda desecha- te adoro... -dejó un beso suave en mis labios que de inmediato me dejó deseosa de más- dulces sueños -me cubrió con lo que supuse sería una manta y se dispuso a salir. Sin embargo, aquel beso había despertado algo en mí que solo él podía proporcionarme, y por más que mi razón intentó ignorarlo mi cuerpo necesitaba buscar su calor, su aroma.

Había cosas que no lograba entender cuando bebía alcohol. Como el momento en el que hacía cosas sin haberlas pensado o, en sí, hecho. Desafortunadamente aquel día no era la excepción. Había pasado de estar en mi cuarto con el deseo de tener a Jake a mi lado, a estar en su cuarto... en su cama.
- Llyke, ¿duérmete quieres? -escuché la voz de mi compañero que provenía del piso.
- ¡Sí! ¡ya me duermo! -protesté con enfado, para ocultar la confusión.
- Esta es la decimoquinta vez que me lo dices y acordamos que a la numero veinte... -comenzó a decirme, pero perdí su voz ante el sonido de unas risas provenientes de la cocina.
- ¿Por qué no nos reímos así? -me giré para acercarme más a la orilla y así poder ver a Jake quien se encontraba acostado en el piso.
- No lo sé, últimamente no reímos... Solo discutimos o planeamos...
- Nunca hemos tenido una cita.... normal -completé.
- Algún día... Cuando todo esto acabe...
- Ambos sabemos que eso jamás ocurrirá.
- Esto podría contar como una -sugirió mientras se subía a la cama junto a mí.
- Me encantaría que así fuera -le sonreí con picardía. O más bien intenté hacerlo. En serio, ¡¿qué cojones me ocurría?!
Jake atrapó mi rostro entre sus manos y comenzó a darme un beso suave y lento que de a poco se volvió más rápido y más potente. Cada tanto se separaba de mí para recuperar el control de la situación. Pero cada vez que intentaba que el beso fuera dulce y suave mis instintos apresuraban las cosas y terminaba haciendo que nuestra proximidad fuera cada vez mayor.
- Me estás matando -exclamó una vez se liberó de mis mordidas pero no de mis caricias en su pecho. A pesar de ser el primer chico a quien le correspondía un beso, no significaba que fuera una inexperta que no estuviera deseosa de aprender.
Me emocionaba cada sonrisa que él me dedicaba, y más aún cuando era a causa de mis jugueteos curiosos y para nada tímidos. Ya habíamos pasado esa etapa.
Su rostro estaba algo rasposo por el rastro de barba que comenzaba a aparecer, pero me gustaba.
Su pecho subía y bajaba de forma acelerada, o el de ambos lo hacía, no estaba segura. Sin embargo, gracias al alcohol, me daba cuenta de detalles que antes no había percibo o que daba por obvios. Su pecho era fuerte y definido. Cada línea que su camiseta gris revelaba me hacía un llamado para que le diera la suficiente atención con mi tacto. Y, al parecer, a Jake le ocurría algo similar. Podía sentir sus manos en mi espalda, recorriéndola con delicadeza y luego, inesperadamente las podía sentir subiendo por mi muslo.
Estábamos demasiado cerca. Casi tanto como para fusionarnos en uno solo... Pero algo nos detuvo. O más bien alguien. El mismísimo Jake Berry.
- Lo siento -se alejó bruscamente mientras se sentaba en la cama e intentaba recuperar el aliento- no puedo, esto es demasiado -parecía reflexionar sobre algo, aunque no podía descifrar qué era- voy arriba -se dirigió a la escalera con rapidez.
- Voy contigo... -lo seguí tropezando con todo a mi paso.
- ¡No! -se detuvo en seco- de verdad... -susurró mientras se volteaba en mi dirección- ¿acaso no ves que te dejé poner los límites porque eras la más sensata de los dos?
- ¡Pero no estamos haciendo nada malo! -objeté mientras razonaba y procesaba nuestras acciones.
Sin esperarlo Jake caminó los pasos que nos separaban y me besó apasionadamente mientras sus manos presionaban mi espalda y cuello hacia él. Era imposible no sentir un hormigueo por todo el cuerpo. ¡¿Qué diablos me ocurría?! ¡Yo no era así! Y entonces ¿por qué no me alejaba?
- Lo sé -se separó lo suficiente como para poder hablar sin soltarme un poco siquiera- nada, de lo que alguna vez hagamos ambos, estará mal... es solo que... -me evaluó el rostro y pude notar que comenzaba a arrepentirse de lo que había dicho.
- ¿Es solo que?... -intenté animarlo mientras llevaba mis manos desde su cabello hasta su rostro, lo notaba agitado y quería calmarlo, unas caricias en las mejillas no le harían daño en ese momento.
- Me da miedo -soltó mientras intentaba mantener la mirada concentrada en mis manos- me da pavor que al despertar, por la mañana, no recuerdes absolutamente nada... y aquello haría que me odiara el resto de la vida -se sinceró.
Odiaba admitirlo pero tenía razón. Había partes de la noche que no recordaba, momentos en los cuales tenía sólo una imagen negra, como si alguien hubiera robado pedazos de escenas, de mis escenas, como si la vida dependiera de ello. Estaba confundida, pero sabía que quería a Jake... Lo quería mucho y en ese momento más que nunca. Por eso es que solo pronuncié una frase, que posiblemente no debí haber dicho.
- Nunca te dijeron que nada es imposible... -intenté citar a su madre- ¿que los costos son los que uno no está dispuesto a arriesgar? -dije antes de comenzar a besarlo y a retroceder en dirección a la cama.
¿Lo último que recuerdo? Pues mi espalda dando contra el colchón, mi boca en los labios de Jake, y mi cuerpo arqueándose en su dirección. Mierda.

Misión PosibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora