❪1❫ Una alteración en la fuerza

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—No cederé, Almirante

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—No cederé, Almirante. Debemos mantener nuestra posición.

—Pero, Alteza...

La conversación se vió interrumpida por el sonido de la puerta al abrirse. Una de las doncellas entró, sujetando algo entre sus brazos.

—Lamento molestarla, Alteza, pero hemos encontrado esto en la salida de las puertas del castillo.

La doncella mostró una cesta grande y la apoyó en el suelo mientras se arrodillaba ante su reina.

—¿Qué es? —la reina se agachó hasta quedar de rodillas frente a la cesta. Con sumo cuidado y precaución abrió la cesta encontrándose con una gran sorpresa para las tres personas presentes.

Era un bebé.

Frente a ellos, en una humilde cesta marrón, se encontraba un bebé, aún demasiado pequeño como para no estar con su madre. La reina se agachó un poco para poder observar al bebé que tenía frente a ella. Este abrió sus ojos por un momento y les permitió presentar algo que les dejó confundidos; el bebé frente a ellos tenía un ojo blanquecino y el otro marrón.

No era posible; se cuestionaban los tres presentes. Pero a pesar de su estado de sorpresa, había algo en aquel bebé que estaba lleno de gracia, de bondad y de luz. Cualquiera que lo hubiera podido ver en ese momento lo habría sabido; sus ojos habían reflejado nobleza e incluso podrían haberse interpretado como una promesa de futuro de que la persona en la que se convertiría traería la paz y la luz a todos los que lo rodearan.

El bebé estornudó y tras volver a abrir los ojos sonrió con gracia. La reina, conmovida, se decidió por cogerlo entre sus brazos, así dándole seguridad. Tras observar detalladamente al bebé frente a ella se aclararon las dudas.

—Es una niña —exclamó sonriente. La doncella observó a su reina, más sonriente de lo que nunca la había visto, y se conmovió ante la escena.

—¿Qué hacemos con ella, Alteza?

La reina continuó observando a la niña con fascinación mientras sonreía.

—Le espera un gran futuro. Sea quien sea quien la ha traído hasta mí prometo que la protegeré. Doy mi palabra ante todo Naboo.

—Pero, Alteza... Vos no podéis haceros cargo de la niña, no se lo permitirán.

La reina observó un segundo a su almirante antes de devolver su atención a su doncella. Analizó sus expresiones, dándose cuenta de que ella sentía también un extraño afecto hacia la bebé recién llegada.

—A partir de ahora será mi hija. Esa es la información que deberá aparecer en la base de datos —la reina acarició el rostro de la niña, recibiendo una sonrisa devuelta—. Me aseguraré de cuidarla y en un futuro sé que le servirá bien a la próxima reina de Naboo. Además, se creará una nueva ley, todo rey o reina que posea la corona de Naboo deberá jurar proteger a esta niña de todo y de todos. Porque a partir de ahora ella será mi vida, será Naboo.

—Como desee, Alteza —el Almirante hizo una reverencia y se alejó para cumplir con las órdenes de su reina.

—Es un acto muy bondadoso, mi reina —la joven inclinó la cabeza en señal de respeto.

—Necesito pedirte algo importante, Sabé —la reina se acercó más a ella y la observó con desesperación—. Sabes que yo no podré garantizar su seguridad para siempre, como Reina, mi vida está en riesgo en muchos momentos —miró a la que ahora había adoptado como su hija y se la entregó a su doncella—. Tienes que protegerla, Sabé. Debes asegurarte de que la próxima reina cumpla con su deber y cuide de ella. Confío en ti más que en cualquier otra persona, por eso cuando yo no esté quiero que le enseñes los valores de la vida, enséñale todo lo que una vez te enseñaron y asegúrale un futuro como reina de Naboo.

—Alteza... Es un honor que me lo pida, de verdad, pero solo tengo once años. Literalmente le sacó solo diez años a la niña. ¿Cómo podré cumplir mi promesa? —La joven agachó la cabeza con pena, pero la reina se la levantó suavemente con la mano.

—Tú, amiga mía, puedes con todo, y me aseguraré de que la próxima reina de Naboo te ayude, sé que lo hará. A partir de ahora quiero que todo Naboo conozca su existencia; ella es lo que nos representa, ella es nuestro símbolo; nuestra nobleza.

La joven doncella suspiró y miró a la niña de nuevo, relajándose en el acto. Algo le decía que esa niña sería su futuro, que ella les traería un futuro prometedor, a todos los habitantes de Naboo.

—¿Cómo la llamará?

La reina miró por la ventana que dejaba ver su hermoso Naboo, su tierra, y lo tuvo claro.

—Kaia. Se llamará Kaia.

—¿Qué significa? —Exclamó Sabé con emoción.

—Viene del nombre griego «Gaea», Diosa de la tierra.

—Es un nombre precioso. Kaia, el símbolo de Naboo.

—Así es —la reina miró a Kaia con dulzura y le dió un beso en la frente—. Sé fuerte, hija mía, y algún día tu amor y tu nobleza te llevarán a salvar la galaxia. No permitas que nadie cambie eso.

 No permitas que nadie cambie eso

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Dark Side [Anakin Skywalker]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora