❪4❫ Ángeles

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Habían pasado ya dos días, o al menos esa era la conclusión que había sacado la peli-blanca de 4 años, la cual se encontraba increíblemente aburrida

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Habían pasado ya dos días, o al menos esa era la conclusión que había sacado la peli-blanca de 4 años, la cual se encontraba increíblemente aburrida. Había pasado la mayor parte del tiempo con Obi-Wan en la nave, aprendiendo sobre pilotar e incluso de vez en cuando hablando de los Jedi. Sabía que a Sabé no le gustaba que mostrara tanto interés en los Jedi, y mucho menos le gustó verla pasar horas junto a uno. No quería siquiera imaginarse a la pequeña convirtiéndose en una Jedi, o peor, muriendo por serlo. Kaia pasaba horas pensando en los Jedi y en su cultura, pero siempre detenía sus pensamientos cuando se preguntaba a sí misma si le gustaría ser una; no era lo correcto. Pensar en su futuro a veces hacía que su ánimo decayera, que se pusiera triste al pensar en tener un futuro que tal vez no deseaba. No era nadie importante en Naboo realmente, aunque hacían como si lo fuera. Solo era una niña huérfana que había tenido la suerte de que una reina la adoptara, a pesar de haber muerto pocos años después. Ahora solo era una huérfana que el pueblo adoraba solo porque una vez su reina la adoró; en el fondo no era nadie.

Kaia se incorporó y se levantó del suelo para acercarse de nuevo al asiento del piloto. Rozó suavemente cada aparato que ahora había aprendido a utilizar y suspiró imaginando que se encontraba en otro lugar; en una vida diferente. Sin embargo, algo la alertó un poco más adelante de su nave, parecía una batalla de sables, solo que uno de ellos era rojo y el otro verde. Una oleada de dolor la atravesó y se agarró la cabeza, apretando sus ojos con fuerza. Sin quererlo vió algo que la dejó descolocada: El maestro de Obi-Wan siendo apuñalado con un sable de color rojo. Ahogó un grito ante la visión y cuando el dolor se esfumó se incorporó corriendo para avisar a Obi-Wan.

Estaba a punto de llegar hasta él hasta que chocó con alguien, provocando que ambos cayeran al suelo. Asustada por su error, se acercó corriendo a un niño rubio que se sobaba la cabeza con molestia; le había tirado sin querer.

—Lo lamento mucho, tendría que haber puesto más atención —el niño levantó la cabeza ante las palabras de la chica y su cara se desfiguró a una de asombro y terror al ver a la niña. No podía creer lo que veía, la niña tenía un ojo de cada color, uno blanco grisáceo y el otro marrón, sin contar con que su pelo era completamente blanco. No le resultaba repugnante ni nada, solo que no se lo esperaba y no había podido contener una mueca por la impresión.

Kaia pareció notar el porqué de la mirada del rubio y entristecida salió corriendo para encontrar a Obi-Wan, tratando de ignorar lo que había pasado. Le dolía ver esa clase de impresiones de las personas que la veían por primera vez. Su madre solía decirle que era especial, que sus diferencias la hacían bella, pero a menudo Kaia se lo cuestionaba, pues nadie parecía verlo de esa manera la primera vez.

—No, no, ¡espera! —El chico rubio trató de detener su escape para disculparse, pero ella fue más rápida y se escabulló por los pasillos de la nave.

Su objetivo había cambiado, buscar a Obi-Wan ya no parecía tan urgente, pero evitar a cierto niño rubio sí.

Para su mala suerte, volvió a chocar con otra persona, pero esta vez consiguió mantener el equilibrio. Miró hacia arriba y se encontró con el Jedi de ojos azules que tanto había estado buscando.

—¡Obi-Wan, tu maestro...!

Antes de que acabara la frase el muchacho se dirigió hacia la salida a toda prisa, dejando a la niña desconcertada.

—¡Kaia! —Al escuchar que alguien la llamaba se giró y vió a Padmé correr hacia ella. Aliviada, Kaia también corrió hacia ella y se abrazaron. Ambas parecían haberse encariñado, pues las dos solían apegarse muy rápido a las personas.

—¡Padmé! Es posible que le haya dicho a Obi-Wan que somos hermanas —habló la niña con nerviosismo y muy rápido, dejando a su compañera algo confundida.

—No importa, Kaia. Si así lo quieres podríamos serlo —la castaña le sonrió y luego miró detrás suya para encontrarse con la mirada de cierto rubio de ojos azules. Kaia aún estaba impactada por lo que le había propuesto Padmé, por lo que no fue capaz de reaccionar antes de que la castaña le indicara al rubio que se acercara a ambas.

—¡Ani! Necesito que cuides de ella un momento, ¿vale? Meteros ambos aquí, estaréis a salvo —Padmé los empujó a una pequeña habitación y cerró la puerta con seguro, dejando a ambos niños descolocados.

Kaia se removió incómoda en su sitio y se acercó a la cama que había más adelante, para sentarse. Sin duda no quería pasar por un momento así, y no quería quedarse a escuchar lo que el niño opinara sobre ella.

El rubio suspiró y se acercó hasta la peli-blanca para sentarse a su lado.

—Lamento mi reacción de antes. Es solo que... estaba sorprendido, nunca había visto a un humano con esos rasgos tan peculiares —aunque el niño trató de sonar delicado con sus palabras, no pudo evitar esconder sus comentarios poco sutiles. La niña giró la cabeza para mirarle con sorpresa y tristeza; ella tampoco sabía qué decir—. Lo siento.

—No te disculpes. No eres el primero, ni serás el último, en reaccionar de esa forma al verme... —La peliblanca bajó la cabeza y jugó con sus manos en su regazo.

—Pero, ¡solo ha sido por la sorpresa! En realidad me pareces el ser más hermoso que he visto, y te aseguro que he visto muchos —habló. Kaia levantó su mirada sorprendida y le miró con lágrimas en sus ojos. El rubio parecía nervioso por haber dicho eso, pero ya no podía dar marcha atrás—. Es la verdad...

La joven sonrió con dulzura y sus ojos brillaron. El rubio parecía deslumbrado con la luz que irradiaba la niña, a pesar de su corta edad, y no pudo evitar devolverle la sonrisa con la misma intensidad. Eran los ojos más nobles que había podido ver en toda su vida.

—Tú... ¿e-eres un Ángel? —El niño tartamudeó, sin apartar sus ojos de los de la niña frente a él.

—S-soy Kaia, solo Kaia —la niña se sonrojó levemente y bajó la cabeza mientras reprimía una sonrisa.

—Pero, ¿lo eres?

—¿Lo eres tú? —La niña le miró con fascinación provocando que él se quedara helado. Nadie nunca lo había mirado de esa forma, como si fuera la cosa más increíble de la galaxia; así lo miraba la niña frente a él.

—Soy Anakin —habló él al fin—. Anakin Skywalker.

—Anakin Skywalker... Dudo que pueda olvidar tu nombre algún día —suspiró. De repente la niña se giró hacia él y lo miró sorprendida—. ¡Skywalker! Caminante del cielo. Sí eres un ángel entonces, tu apellido lo dice.

El rubio arrugó la nariz y la miró con una sonrisa divertida.

—Es imposible que yo sea un ángel, solo soy un niño de Tatooine. Tú debes ser un ángel, por eso no tienes apellido.

—Yo solo soy una niña huérfana, eso no justifica nada.

La niña bajó la mirada con tristeza y el niño no supo cómo reaccionar. No buscaba hacerle daño con sus palabras, él no sabía que ella era huérfana. De verdad pensaba que era un ángel.

—De acuerdo, entonces ambos somos ángeles para el otro —Anakin le extendió su mano a Kaia y esta tras darle una sonrisa la aceptó.

—Buen día, Ángel —bromeó la muchacha.

—Buenos días, mi Ángel.

—Buenos días, mi Ángel

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Dark Side [Anakin Skywalker]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora