La línea entre el odio y el amor, entre la oscuridad y la luz, es muy fina.
El mundo se ve como blanco o negro sin saber que en realidad hay gris; un balance sostenido entre el bien y el mal.
«Una vez fui tu aprendiza, Maestro, el único que me alejó...
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—¿Lo llevas todo?
—Sí, Maestro.
—¿El comunicador?
—Justo aquí.
—¿El droide?
—Ya está dentro. —Mis palabras salieron con cansancio y frustración, esa conversación empezaba a parecer interminable—. Maestro, lo llevo todo, me he asegurado. Todo irá bien no hay de qué preocuparse.
Le di una sonrisa dulce y Obi-Wan se relajó, devolviéndomela. Sabía que no estaba del todo desestresado, pero al menos parecía que comenzaba a aceptar que me iría sola a mi primera misión. Podía ver en sus ojos que me miraba como a aquella pequeña niña que le pedía que le enseñara a pilotar, algo por fin iba a poder aplicar.
—Lo sé, es solo que sigo viéndote como a aquella niña curiosa en Tatooine —la mirada de Obi-Wan rebosaba de cariño al mirarme y no podía sentirme más afortunada de haberle conocido aquel día—. Has crecido mucho desde entonces, Kaia, ya eres toda una mujer. —Sus ojos estaban más brillantes de lo normal, y sonreí enormemente por ello.
—Gracias, Maestro Kenobi, siempre le estaré muy agradecida por su apoyo. —No lo pude evitar y me acerqué a él para abrazarle con fuerza, a lo que él me correspondió. Obi-Wan era prácticamente un hermano mayor para mí o incluso un padre; tenía claro que siempre me quedaría mucho más que aprender de él, no solo era un gran Jedi, también una gran persona.
—Buen viaje, Kaia, y mantén el contacto, ¿de acuerdo?
Le di un asentimiento en respuesta y miré inconscientemente detrás suya, por alguna razón, esperando ver a otro Jedi. El Maestro Yoda ya se había despedido, y la mayoría de maestros y padawans me habían deseado buena suerte en mi misión, pero a la única persona que había querido ver no había aparecido.
Anakin no había aparecido.
—Dale tiempo. —Obi-Wan me dio un guiño rápido y retrocedió para que yo pusiera rumbo a mi misión en el Borde exterior.
De alguna forma, él había adivinado que a quien buscaba detrás suyo era a Anakin. Probablemente sería de los pocos que sospechaban que mi relación con Anakin no estaba tan muerta como la mayoría creía.
—Adiós, Maestro —dejé mis pensamientos a un lado para centrarme en Obi-Wan. Le di una última despedida y me alejé hasta el interior de la nave.
En ese momento, los nervios empezaron a hacerse presentes y comencé a sentirme algo abrumada con la tarea que se me había encomendado. No obstante, despegué la nave y abandoné Coruscant, poniendo las coordenadas rumbo al sistema de Endor.
¿Y si Anakin tenía razón y no estaba lista para una misión en solitario?
¿Podría haber alguna trampa allí? Y, si la hubiera, ¿quien me ayudaría?