La línea entre el odio y el amor, entre la oscuridad y la luz, es muy fina.
El mundo se ve como blanco o negro sin saber que en realidad hay gris; un balance sostenido entre el bien y el mal.
«Una vez fui tu aprendiza, Maestro, el único que me alejó...
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Otra vez.
Llegaba tarde otra vez. Estaba segura de que el Maestro Kenobi y el Maestro Yoda me darían un buen castigo por esto y, francamente, esa vez tenía claro que me lo merecía. Me lo habían dejado pasar demasiadas veces como para llevar la cuenta.
No hacía mucho, el consejo había empezado a solicitar mi presencia en sus reuniones para debatir estrategias para la batalla, algo realmente poco común para una Padawan. Sin embargo, mi maestro, el Maestro Yoda, creía que una mente joven como la mía que había estudiado tanto sobre tantos planetas podía ser una ventaja a nuestro favor, por lo que consideraba de alguna forma que mis ideas eran útiles y provechosas. Me esforzaba cada vez que me convocaban en pensar lo mejor que pudiera, necesitaba que no se arrepintieran de la decisión, me encantaba estar al tanto de todos los movimientos y estrategias antes que ningún Padawan, de hecho, el poder dar mi opinión era realmente agradable.
Puede que siempre me pusiera nerviosa antes de esas reuniones, pero esta era mucho más importante y crucial para esta guerra, tanto que habían considerado necesario que tanto yo como el Maestro Skywalker estuviéramos presentes. Desde nuestra separación, había parecido que el consejo trataba de mantenernos ocupados y separados por precaución, tal vez porque nunca tuvieron realmente clara la razón por la que no habíamos querido seguir siendo un equipo; al fin de al cabo, frente a sus ojos parecía que nos habíamos estado llevando bastante bien como Maestro y Padawan, pero ya no más.
Por fin, vislumbré la entrada de la sala de consejo donde se estaría llevando a cabo la reunión, por lo que no dudé en correr hasta allí y abrir la puerta con más fuerza de la necesaria.
Ups.
Mi entrada hizo un gran ruido en la sala y todos los presentes se giraron a mirarme. Solo pude tragar con nerviosismo al ver la mirada entrecerrada del Maestro Yoda, sabía que la desaprobación se marcaba en cada una de sus facciones, pero aún así, cerré detrás mío y entré disculpándome por el retraso.
—Kaia, llegas en un buen momento, acércate.
El Maestro Windu me señaló en su dirección y me acerqué hasta el centro de la sala donde se encontraba el holograma de un planeta.
—¿Lo reconoces?
Me acerqué al holograma, observando detalladamente sus características, y asentí con concentración reconociendo una de las lunas que más me habían gustado de mis libros.
—La luna del sistema de Endor —afirmé con seguridad, pero algo de confusión—. Con su permiso, Maestro Windu, pero el sistema de Endor se encuentra en el borde exterior, ¿cómo podría ayudarnos en esta guerra ir a un lugar tan lejano y aislado de este conflicto?
El Maestro Windu movió el holograma hasta poner unas imágenes de sus grandes bosques. Podía sentir la mirada de algunos maestros quemándome, como si no se fiaran de que alguien tan joven y que aún fuera Padawan estuviera opinando en su reunión.