Capítulo 23

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Durante los días siguientes Lauren no se pasó por el Diamond. Camila pensaba que la chica tendría algo más de valor, pero no apareció. La esperaba todas las mañanas aunque en el fondo, no sabría que decirle. Probablemente volvería a gritarle por haberla besado pero no le importaba, quería que apareciese de nuevo.
El problema era que Lauren esperaba exactamente lo mismo. Si no había ido a la cafetería era porque esperaba un mensaje o una llamada o cualquier señal de que Camila aún seguía queriendo algún tipo de contacto con ella, pero al no recibir nada, solo podía reafirmarse que había cometido un error besándola.

En aquellos días, Camila no se separó de Stark. Probablemente quería autoconvencerse de que le quería. Se vieron todas las tardes, paseaban, quedaban para cenar y hacían cosas típicas de pareja. Él pensaba que su novia por fin estaba empezando a enamorarse. No era idiota y siempre había sentido que él daba más por Camila que Camila por él, pero por primera vez no se sentía así. Se besaban, se abrazaban y ella no parecía incómoda en sus brazos, pero la realidad era que estaba obligándose a sí misma a sentir algo por Stark que no era capaz de sentir. No podía reconocer que aquel beso con Lauren la había hecho sentir más que cien besos de su novio, era imposible. No podía estar pasándole.

Habían pasado cuatro días, y ya no podía aguantar más. Esa noche iría al Bronx. Iría a buscar a Lauren con la excusa de recuperar su libro y quizá consiguiese hablar con ella y sacar algo en claro. Lo que no sabía la camarera era que aquella misma noche, Lauren había salido a una discoteca que conocía y que tras un rato hablando con una rubia de piernas de infarto y unas cuantas copas de más, no había vuelto a su estudio sola.

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-¿Ni si quiera vas a preguntarme mi nombre? -susurró la rubia entre jadeos, mientras los labios de Lauren se apoderaban de su cuello.

Lauren no se detuvo, no quería pensar en nada. Solo quería evadirse, Camila no volvería.

-No es relevante. -susurró.

La chica iba a rebatirle algo, pero para cuando intentó hacerlo, Lauren la calló con un beso y la empujó contra la cama.
No tenía nada que decir, para ella no era más que un modo de deshaogarse. La única persona que había conseguido bajar un poco su coraza había sido Camila, y lo había hecho solo en unas semanas y sin permiso ni derecho alguno. Quizá se había alejado por eso, porque no le había mostrado del todo su parte más humana y tal vez debería haberlo hecho.

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Camila voló hacia el Bronx. Tuvo que pedir un taxi porque no aguantaría cuarenta y cinco minutos andando por aquellas calles tan solitarias. Cuando el taxista llegó al destino acordado, le pagó y le dejó el cambio como siempre hacía. Se bajó del taxi y miró la puerta del bloque de pisos. Respiró hondo antes de comenzar a subir las escaleras y cuando por fin estuvo frente a la puerta del estudio, golpeó esta varias veces con los nudillos.

Pero no recibió respuesta.

Volvió a llamar, dos veces. Iba a darse por vencida pero entonces escuchó unos pasos torpes que se dirigían hacia la puerta. Lauren, enfundada exclusivamente en una camisa de cuadros, abrió la puerta y al ver a Camila no pudo evitar sonreir como una niña pequeña.

-Has vuelto…

Tan pronto como lo dijo, recordó a la rubia que estaba en su habitación. Su rostro se ensombreció por un momento y Camila iba a decir algo, pero entonces la chica apareció semidesnuda detrás de Lauren y llevó las manos a su cintura.

-Vuelve a la cama, anda. -dijo la rubia.

No se había dado cuenta de la presencia de Camila, pero al ver la expresión de Lauren se percató de que no era una simple conocida. Camila miró a la rubia y negó con la cabeza. No podía creerlo.

-Esto es increíble. -fulminó a Lauren con la mirada- No sé para que he venido.

La rubia comprendió que tenía que marcharse. Se deslizó al interior del piso y se vistió a toda prisa, saliendo de allí sin decir nada. Ella también estaba molesta porque aquella chica del lazo en la cabeza le había estropeado su noche.

Cuando por fin estuvieron solas, Lauren miró a Camila a los ojos, intentando descifrar qué hacía allí.

-Ella… no es nada, yo pensé que tú no vendrías… -intentó excusarse sin remedio.

-No quiero saberlo, Lauren. -la expresión de Camila se volvió muy severa- solo he venido a por mi libro.

Lauren entreabrió la boca. No sabía que decir ni qué hacer. Llevó su mano a tientas a la de Camila pero esta la apartó sin vacilar.

-Mi libro.

Al oir eso de nuevo, Lauren se dio cuenta de que aquella visita no significaba nada. Camila no había aparecido para decirle que quería volver a besarla o darle una oportunidad. Cogió el libro y se lo tendió a Camila, que con un frío gracias se dio la vuelta para marcharse.

-Camz… -dijo Lauren cuando ya comenzaba a andar pasillo adelante.

Camila se detuvo, pero no se giró a mirarla. Solo permaneció allí quieta, escuchándola.

-Me dejé llevar. El otro día… me sentía yo misma contigo. Sentía que incluso podría llegar a hablarte de cosas de las que no hablo con nadie. Nunca se me han dado bien las relaciones humanas, pero contigo era distinto. Quizá me confundiese al besarte, pero no iba a pedirte permiso. No pude contenerme y te debo una disculpa por eso... -su voz comenzó a quebrarse un poco, aunque ella no lloraría-

-Podemos hablar de lo que quieras, -dijo por fin, tras unos segundos de silencio- me gusta estar contigo, Lauren… pero tengo novio. Y tú lo sabes, salgo con Stark.

Aquellas palabras apuñalaron a Lauren, que no dijo nada más. Camila bajó las escaleras a toda prisa y al llegar al portal se dejó caer en el suelo, rompiendo a llorar irremediablemente. Ver a esa chica en el estudio con Lauren, imaginar lo que estaría pasando… eso la hacía querer llorar, pero sin duda, lo más duro para ella era asumir que en lo más oscuro de su mente, estaba terriblemente celosa.

En el corazón de Manhattan (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora