Capítulo #15

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La escuela quedó vacía por completo, todos corrían emocionados para poder ver el último y más emocionante juego de la noche. El personal se encargaba de dejar todo listo para la gran carrera que estaba por venir, preparando y alistando el patio sin descanso alguno.

Habían elegido el lugar perfecto y no solo por que afuera hay más espacio, sino también por el cielo de la noche y por las hermosas estrellas que brillaban para todas las parejas enamoradas.

Cada persona que cruzaba por la puerta no podía evitar alzar la cabeza y perder su mirada en aquella vista maravillosa.

Todo el mundo ya se encontraba más que preparado para lo que se avecinaba, los espectadores tenían sus bocadillos y las parejas estaban en sus lugares esperando la señal de inicio. En el campo no solo los competidores se verían las caras sino que también debían jugar en torno a las reglas de una valiente pero tímida árbitro.

—¿Libby?

—Hola Molly— respondía justo cuando se dirigía a su lugar.

—¿Tú eres la árbitro?

—¡Así es!

—¿Pero cómo?

—El director me pidió que lo hiciera. Me contó que le gustó mucho mis notas sobre Softball y como anteriormente jugué en el equipo de las Roedoras le pareció buena idea llamarme. Aunque no estaba muy segura en un principio ya que esto no es softball pero luego me llené de valor y acepté el puesto.

Molly se sentía más aliviada al saber que su amiga arbitraría el juego —¡Eso es genial Libby!

Exclamaba alegremente con una sonrisa —¿Crees que puedas no ser tan ruda con Andrea y conmigo?

—Lo siento Molly pero debo ser totalmente parcial y justa con todos los participantes.

Un chico que pasaba por ahí llamó su atención parecía que ocultaba algo —¡Oye no permitiré trampas y jugadas sucias en mi campo!— regañaba mientras lo seguía haciendo sonar su silbato.

Los nervios se apoderaban del cuerpo de Molly, que necesitaba ganar si quería tener oportunidad alguna de entrar en el podio. Scratch anteriormente habló con ellas les dijo que haría trampa para asegurar su victoria sin embargo ambas no estaban de acuerdo solo querían divertirse después de todo, aunque Molly había comenzado a dudar en cuanto vio el gran premio.

Uno de los muchos casilleros que habían en la escuela estaba abierto. Se trataba de Andrea que revisaba algo rápidamente ya que le quedaban unos minutos antes de que empezara el espectáculo allá afuera.

—Molly...— suspiró con dificultad.

No podía dejar de recordar la primera vez que se conocieron, quién imaginaría lo mucho que todo cambiaría alrededor desde aquella vez. Ese recuerdo la llenaba de felicidad y tristeza al mismo tiempo, le alegraba muchísimo por que tuvo el privilegio de haber sido la primera persona con quien habló e interactuó. Con solo volver a ese momento bastaba para hacer que todos sus problemas desaparecieran, saber que estaba con la persona más dulce de todas la ponía a mil.

No podía creer que tenia otro hobby favorito además de examinar Geodas, si observar a Molly mientras ella no ve cuenta como uno. Por otro lado se negaba a recibir todos esos cálidos sentimientos culpándose a si misma por lo horrible que fue con Molly el primer día.

El cuerpo de Andrea comenzó a temblar fuertemente, sus ojos lloraban sin descanso y la sonrisa forzada en su rostro nos decía lo mucho que le dolía dejar ir todos esos malos recuerdos. La carta que sostenía en sus manos pronto se empapó de lágrimas.

—Lo siento tanto Molly no debí tratarte de esa forma. Estuvo mal haberte hecho pasar por toda esa humillación. Me pregunto por qué no me odias.

La tormenta que la invadía la empujó al suelo totalmente adolorida, lo único que encontró de consuelo fue llevar aquella carta a su pecho. Nunca antes había deseado tanto volver atrás solo para cambiar una cosa y es que pensar en ese problema la hundía demasiado.

Dejar salir los problemas en forma de palabras la recomponía muchísimo. Nunca antes le importó demasiado los sentimientos de los demás su despreocupación siempre iba acompañado de poca empatía hacía los pocas personas que eran cercanas a ella. Andrea nunca sintió verdadera amistad con los que la rodeaban quería creer que sí pero al final de todo estaba convencida de que estaban con ella por ser sus Fandreas.

Hasta hace menos de una semana Andrea actualizó lo que vendría a ser su último estado en todas las redes sociales. Aquel agotamiento mental la obligó a llevar siempre consigo una máscara falsa de felicidad porque por más feliz que la viéramos en el fondo solamente quería desaparecer de todo aunque sea por cinco minutos. Estaba tan acostumbrada a siempre mostrarse alegre que nunca se le ocurrió que algo así podría tener efectos negativos en el futuro, se sentía invisible. 

Tal vez fue por eso que ella captó su atención la primera vez.

Molly no tenía la más mínima idea de quién era Andrea fue esa pequeña actitud de rebeldía y amabilidad que la confundía mucho, incluso creyó que Molly pronunció mal su nombre a propósito cuando nunca fue así.

Y a pesar de lo opuestas de sus personalidades Andrea encontró un tesoro al hacerse amiga de Molly. Siempre sonreía no importaba la circunstancia, en cada oportunidad que se le presentaba siempre intentaba ayudar desinteresadamente. Gracias a ella aprendió a dar sin esperar nada a cambio, le daba mucha felicidad compartir con los demás.

Rebuscar entre muchos de sus recuerdos la llevó sin darse cuenta a uno que no prestó suficiente atención.

—¿Enserio le dije dulzura?— se sonrojaba alegremente con cierta pena de si misma.

La vez que ella y Molly anotaron su nombre en la lista para ver quien vendía más turrones no se le olvidaría jamás, y más aún con eso último que le dijo. Se le hacía imposible recordar sin traer a Molly al plano, todos sabemos lo demasiado que era para Andrea pensar en ella e incluso con tan solo decir su nombre es más que suficiente para elevar su serotonina en el cuerpo.

Sus sollozos disminuían poco a poco estaban siendo reemplazados por dulces carcajadas que transmitían alegría y paz. Realmente comenzaba a sentirse mejor, divagar entre sus memorias con Molly siempre la devolvía a un nuevo día.

—Molly nunca se rendiría conmigo incluso si fuera yo. Y a pesar de cómo la traté aún me ve como su amiga— exclamaba entre lágrimas —¡Gracias Molly!

Se la veía tan viva dando pequeños pasos hacía la salida, yendo al gran evento para encontrarse con Molly de una vez por todas. Al fin comprendió que valía la pena luchar por ese afecto no importaba todo lo demás solo la quería a ella.

Su emoción no parecía de este universo solo quería abrazarla y decirle todo lo que sentía no quería seguir soportando el peso de ocultarlo. Tenía tantas ganas de contarle todo lo que pensaba sobre ella, lo adorable, bonita y genial que le parecía.

Todos daban por hecho de que su equipo no tenía oportunidad alguna. Las probabilidades estaban en contra porque si aún querían tener chances debían conseguir el primer lugar con tiempo perfecto, eso y que debían esperar a que otros no consigan completar la carrera, sumado a que por cada tropiezo se les descontaba medio punto al final.

Aún con todo eso en contra ella apareció. Faltaban tan solo veinte segundos para que comenzara la carrera y solo diez minutos para que inicie el baile, todo pasaba tan rápido.

—¡Andrea llegaste!— decía emocionada tomándola de las manos.

—Molly hay algo muy importante que quiero decirte. 

Intercambiar miradas, compartir calor a través de las manos y sentir a la vez una sensación tan agradable que te es imposible describirlo con palabras no tenía precio. Andrea estaba a punto de mostrarle la carta hasta que el tiempo se les acabó.

—¡Comiencen!

De pronto todos a su alrededor dieron pasos acelerados, estaban divididos en grupos de dos y parecía que tenían un problema para caminar. La confusión del momento se convirtió en nervios cuando ambas recordaron que estaban compitiendo en una carrera de pies atados.

Estoy Enamorada De Ella (Molly x Andrea)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora