Giyuu Tomioka estaba contenta con su vida atendiendo la floristería de su incapacitada tía, hasta que accidentalmente es arrastrada al mar y al mundo de las sirenas, quedando ella y otro chico atrapados en una maldición que solo permitirá que uno so...
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Fue hace cuatro años que su "hogar" se volvió silencioso...
Después de que su padre se fue, su madre solo se quedaba sentada en su dormitorio... incluso por horas.
Sus ojos vacíos se quedaban pegados en un anillo de plata que reposaba en su palma abierta...
Un anillo que alguna vez había significado algo.
—mamá, ya dormí a Senjuro. ¿Puedo salir un rato? —preguntó desde el marco de la puerta, pero la mujer no dijo nada, así que ingresó a la habitación—. ¿Mamá...?
La mujer de largo cabello negro se sobresaltó.
—ah... lo siento, Kyojuro... —apretó su vestido con sus manos—. Te pareces tanto a tu padre... por un momento pensé...
Kyojuro no dijo nada, no podía recordar cuando fue la ultima vez qaue su progenitora lo miró a los ojos.
—¿Dónde está tu hermana?
—Sabito tiene su banquete de voleibol, ¿recuerdas? ¿Puedo ir a casa de Giyuu...?
—sí... seguro.
—vale, gracias. No regresaré muy tarde.
Se giró hacia ella antes de salir de la habitación, pero la vista carmín de la mujer ya había vuelto a perderse en el anillo.
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Giyuu se encontraba frente al mostrador de la florería, haciendo un arreglo de flores en un jarrón.
—no está nada mal, para haberlo hecho yo sola —pensó en voz alta mientras admiraba su trabajo, se le notaba satisfecha—. Le tomaré una foto y se la mostraré a mi tía cuando vaya a verla...
Su sonrisa desapareció lentamente y se permitió recostarse sobre el mostrador de madera, suspirando con pesadez.
Se reincorporó al escuchar unos toques en la puerta.
—¿Kyojuro?
—Hola, Yuu. ¿Estás ocupada?
—no, estaba trabajando en un arreglo de flores. Ven, entra.
