Protector - shadamy

20

—nunca te irás de esta casa, me entiendes maldita? ¡Nunca! — escucha gritar a su padre escondida en un rincón totalmente lastimada y temblorosa, frente a ella se encuentran sus cosas regadas en el suelo, mojadas y sucias.

Estaba empapada y llorando con fuerza, aunque en silencio. Su padre estaba furioso porque ella había tratado de escapar, escapar de ese horrible mundo en donde vive.

Tratando de buscar un lugar que se sintiera como un hogar. Un lugar lejos de su padre.

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La casa es similar a la que tenía Amelia. A la vez es distinta. Posee un color rosa más claro que el de Amelia. Hay flores y arbustos altos. Una formación de madera blanca alrededor y seres raros pequeños, tienen la cabeza con una punta, son de colores, tienen rostros extraños, no me agradan.

Caminamos hasta la puerta. El zorro abre con unas llaves y nos adentramos.

—esta es la casa, tiene tres habitaciones, sala, jardín y cocina, era de una amiga, pero ella se tuvo que ir así que me dejó encargado de vender la casa— Por dentro es de otro color, ahora es de un amarillo bastante claro. Huele extraño. Me arde la nariz —está amueblada casi en su totalidad, hay algunas cosas que hacen falta, pero son pequeñas— el zorro camina y voy detrás de él.

Veo varias cosas con telas sobre ellos de color gris. Vamos a las habitaciones. No tienen mucho. Cama y closet, mesas pequeñas con unas cosas sobre ellas muy raras. Ventanas grises. Se mira como el de Amelia, aunque no huele igual. También miramos a lo que llaman baño. Es grande. Es gris con una puerta de cristal, no me gusta, me recuerda a esa maldita jaula. En la parte baja tiene algo grande y blanco. Profundo. 

—el baño es suficientemente grande, tiene tanto la ducha como una bañera para que puedan relajarse— indica señalando la cosa blanca. Una bañera. 

También hay un espejo grande y un lugar para lavar las manos. Al lado del... baño encontramos otro cuarto más pequeño. Amelia está feliz por el cuarto pequeño, sonríe mucho, mueve su cola rápidamente. Me gusta que esté feliz.

—este es el cuarto de lavado donde también está la calefacción, por ahora está apagada, pero la pueden encender con este interruptor— señala una cosa negra en una como caja de metal sobre las dos cajas también de metal.

Caminamos de regreso y pasamos a otra habitación. La cocina. Es grande, tiene una mesa con cuatro sillas. Algo bastante alto de metal. Varias puertas de madera y algo duro de un color amarillo oscuro.

—y esta es la cocina— indica —perdonen por la suciedad, la verdad es que no he logrado venderla desde ya un tiempo y tampoco he tenido tiempo de limpiarla— acaricia la parte de atrás de su cabeza. 

—eso es porque estas muy ocupado con zoey—

—callate sonic— chilla, mi oreja me duele un poco. Hace un sonido raro con su garganta y me dirige la mirada —que les parece?— el zorrito me mira y yo miro a Amelia

—te gusta?— ella me mira y sonríe asintiendo varias veces —deseas comprarla?— vuelve a asentir

Parece contenta con el lugar. Si a ella le gusta, a mí también.

—no hablas mucho no?— escucho el azul y luego veo como acerca su mano a ella —tranquila, todo está bien, no te aremos daño— ella se tensa ante esa cercanía. Sus ojos se abren mucho. Tiene miedo. Le tiene miedo. Se esconde en mi pecho. Sus manos se aferran a mi pelaje. Gruño.

Sostengo su mano de inmediato apretando con fuerza —au, au, au au!— lo hago arrodillarse. Quiero romperle la mano. Cortársela y hacer que se la trague. Nadie asusta a Amelia. Nadie toca a Amelia. Nadie le hace daño a Amelia. —suéltame! duele imbécil!— lo oigo chillar. Siento mis garras querer salir y cortarle también la lengua.