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—MALDITA SEA!— grita tirando las cosas de su escritorio, completamente molesto al escuchar el informe de sus oficiales.

En total, habían muerto 552 personas, todos soldados, en cuestión de treinta minutos, a manos del experimento, pero eso no era lo que lo tenía furioso, sino el hecho que lograra escapar.

—maldición, maldición, maldición— respira con fuerza buscando calmar su enojo —donde demonios estas? Estúpido experimento— gruñe sentándose en su silla de golpe

—general!— entra alguien por la puerta de forma abrupta, haciendo enojar más al general.

—que?— responde de mala gana

—hemos encontrado un rastro, señor—

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Sus labios son suaves, más que su piel. Siento algo agradable en el pecho mientras mantengo mis labios junto a los suyos. Es cálido, muy cálido.

Me aparto de ella lentamente. La sensación permanece en mi boca, es una sensación distinta, es muy agradable. Todo de Amelia es agradable.

La veo. Su rostro está muy rojo. Sus ojos brillan y están muy abiertos.

—te sientes mal?— no comprendo esa expresión. Es una expresión muy extraña.

Parpadea. Mira a otro lado. Regresa su mirada a mí.

—por... que?— logro escuchar.

Sus dedos se dirigen a sus labios. Los pasa lentamente sobre ellos. Su mirada se dirige a mí y al suelo continuamente.

No comprendo esa reacción. ¿es buena? ¿es mala? ¿habré hecho algo mal?

—¿lo hice mal?— ella niega —entonces ¿no debí hacerlo?— no me contesta —Amelia— me acerco para verla mejor

No comprendo su expresión. Me preocupa su reacción.

—no debí darte las gracias?— vuelvo a preguntar.

—gracias?— susurra

Asiento lentamente.

—me has enseñado muchas cosas, me has dejado quedarme aquí, me has alimentado y cuidado, no tuviste miedo de mí, me has mostrado cosas que yo nunca entendí, has hecho mucho por mí, debía dar las gracias, no?—

Me mira. El color de sus mejillas desaparece poco a poco. Toma la pizarra y escribe.

—Pero tú me has protegido sin que te lo pidiera, has cuidado de mí, yo soy la que debe dar las gracias por todo lo que haces por mí.—

Sacudo mi cabeza de un lado a otro —Eres importante para mí, soy tu protector, no me gusta la idea de que te hagan daño, Amelia—

Ella vuelve a colocar esa expresión. Su rostro tan rojo como la sangre, no, no tiene ese rojo, ese color es desagradable en ella, es otro rojo, uno bonito.

Acerco mi mano y la paso por sus mejillas. Su rostro está caliente. El rojo que tiene ella es más hermosa que la de la sangre, me gusta.

—shad... shadow— escucho mi nombre de sus labios. Me gusta cuando ella dice mi nombre.

Estamos muy cerca. Siento su aroma agradable. Su respiración pasa por mis mejillas poniéndolas calientes también.

Miro sus labios. Aun siento esa sensación en los míos. Quiero volver a intentarlo, pero creo que a amelia no le gustan las gracias en ese lugar. Dijo que se hace en todo lugar. Entonces hago lo que ella hizo. Beso su mejilla. No es lo mismo, pero sigue siendo agradable sentir su piel. Su calor. Su presencia.

El lugar se llena de un largo silencio. Sus ojos miran a muchas partes.

Toma el pizarrón, borra lo que tiene y escribe otra vez. Sus manos tiemblan al escribir.

Deberías asearte, la sangre seca es más difícil de limpiar.

Su mirada se mantiene en el suelo. No sé cómo tomarlo. Es un comportamiento extraño.

—está bien— obedezco a su petición

Me levanto. Voy a la habitación donde debo limpiarme. Miro el espejo. Estoy lleno de sangre. A Amelia no le gusta verme lleno de sangre.

Entro al área donde cae el agua. Paso mis manos por todas partes para quitármelo. Utilizo un frasco color morado. Amelia lo llama shampoo. Huele bien. Uso para sacar la sangre de mi cuerpo.

Me duele un poco al pasar mis manos por mi cuerpo. Duele donde entraron las balas. Es un dolor molesto. Recuerdo el dolor de ese lugar. Muchas heridas. Mucha de mi sangre llenando un lugar helado donde me sujetaban.

Maldito ojos neón.

Me detengo cuando ya no veo rastros de rojo en el agua ni en la espuma. Uso una toalla y me quito el agua. Amelia no le gusta que esté mojado. Así puedo abrazar a Amelia.

Cuando estoy mejor voy con Amelia. Ella sigue en el mismo lugar. Limpia la sangre con algo de olor fuerte. Me lastima un poco la nariz. Ya ha quitado gran parte de la mancha del suelo.

Me coloco a su lado. Tomo lo que tiene en su mano y hago lo que ella hacía. Paso la tela por donde está la sangre. No respiro para que no me lastime la nariz.

Retiro todo lo rojo del suelo, de la ventana y la pared. Amelia no le gusta la sangre. No debo dejar rastro de sangre.

—shadow— muevo mi oreja y volteo.

Escuché su voz de la cocina. Voy hacia ella. Logro respirar. Todo huele muy bien.

En la mesa hay comida. La comida de Amelia es lo que huele bien.

—de-sa-yu-namos?— su voz sigue siendo suave, pero lo escucho bien.

Me siento a un lado de Amelia. Amelia no me mira. Su rostro aún está rojo. Como la comida como ella lo hace, con el tenedor.

La comida de Amelia es deliciosa.

El lugar es muy silencioso. Y me siento inquieto por el silencio.

Amelia parece que también está inquieta. Se levanta y enciende lo que ella llama radio.

—....todas las personas han entrado en pánico, la presencia de un monstruo en la ciudad capaz de acabar con más de 500 efectivos del ejército ha hecho que el miedo se apodere de las personas, muchos de los ciudadanos están evacuando la ciudad por miedo a que el enfrentamiento de los militares con este ser provoque destrucciones de niveles catastróficas, el general del GUN pide la calma y promete atrapar al ser vivo o muerto—

Amelia deja de comer y se queda mirando su comida.

—¿amelia?— voltea a verme.

Toma su objeto y comienza a escribir.

Creo que deberíamos irnos también, si nos quedamos hay peligro en que puedan encontrarte, es más seguro irnos a un lugar alejado.

—es lo que quieres?— la veo asentir con una sonrisa —yo haré lo que me pidas, mientras pueda estar contigo—

Su cara se llena de ese lindo rojo y vuelve a escribir.

Entonces está decidido. No dejaré que te atrapen y te alejen de mí. 

Protector - shadamyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora