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Una pequeña niña corre debajo del agua, su cuerpo golpeado con rastros de sangre en ella al igual que un líquido blanco bajando por sus lastimadas piernas. Se esconde en un pequeño agujero debajo de unos escombros abandonados mientras mira como pasa un erizo rosa más grande que ella con un cinturón en la mano y una botella en la otra. Ella solo tapa sus orejas y cierra los ojos, dejando que las lágrimas bajen por sus mejillas, mezclándose con la lluvia.

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Miro a Amelia. Ella sigue en mi pecho. Le gusta estar allí. Me gusta que esté allí.

Amelia puede hablar. Pero no habla. ¿Por qué no habla? ¿Le habrán lastimado las cuerdas vocales? ¿Le habrán cortado la lengua? ¿Tiene alguna herida en el cerebro? Quiero saber. Saber de Amelia.

Tomo su rostro. La alzo y abro su boca buscando un daño. Algo que le impida hablar. Veo su garganta bien. No encuentro nada. Todo está bien. ¿No es un daño físico?

Ella me aparta y se me queda viendo. Yo también la miro.

—¿Por qué no puedes hablar? ¿Te dañaron las cuerdas vocales?— acaricio su cuello. Busco una marca. Busco una herida.

Ella niega apartando mi mano.

No la han dañado. ¿Por qué no habla? ¿No quiere hacerlo? ¿No le gusta hablar? Pero dijo mi nombre. No comprendo.

Toma su tabla blanca. Escribe. Yo sigo mirándola. Su mano comienza a temblar. Sus orejas bajan. Sus ojos se cristalizan. Deja de escribir. No lo muestra. Me acerco. La leo.

Yo, si tengo lastimado algo, pero no es nada físico, es algo mental. Cuando era pequeña vi como mi papá golpeaba a mi mamá dejándola muy herida, ella no soportó estar más con él y se suicidó, yo la encontré colgada en la habitación con un cinturón de papá. Hay una parte que no puedo leer. Está sucio. No se entiende.

Él me hizo mucho daño. Papá me tocaba, papá me violaba, papá todo lo que sigue es inentendible también. Muchos manchones negros.

Ella llora. Oculta su rostro en sus manos. Retiro sus manos suavemente. Limpio sus lágrimas. No me agradan. No me gustan. Una presión aparece en mi pecho cuando aparecen las lágrimas de Amelia.

Aparta mis manos. Se esconde en mi pecho. Sigue llorando. Gruño. No me gusta que llore.

Ella se aferra con fuerza. Jala de mi pelaje. Tiembla. Llora más fuerte. Se encoge en mi pecho.

Gruño molesto. Me molesta que la hagan llorar. Me molesta no poder romperle los huesos al culpable. O quizás podría si no estuviera bajo tierra.

No sé cómo hacer que deje de llorar. Toco su cabeza. Trato de imitar lo que ella hace conmigo. Las caricias que me hacen sentir bien. ¿También funciona con ella?.

—Ya no debes sentirse triste, eres una chica fuerte, eres una chica valiente, ya nadie te puede hacer daño, yo me encargaré que nadie te haga daño— digo lo que pienso pasando mi mano en su cabeza.

Amelia no debe sentirse mal. Amelia se ve mejor si no llora. Amelia debe sonreír.

Ella deja de temblar. Su agarre se afloja. Se aparta un poco. Su rostro está rojo. Sus ojos brillan. Las lágrimas han parado.

Parece que las caricias funcionan muy bien.

—no llores— paso mi mano quitando esas gotas de su cara y seguir las caricias —te ves mejor cuando sonríes, me gusta que sonrías— su cara se vuelve más roja —¿Qué puedo hacer para que sonrías?, iré por más dinero si es lo que quieres, mataré a quien quieras si me lo pides, traeré esto para ti si lo deseas— señalo la pieza dorada en su cuello —¿qué quieres, Amelia?— hare todo para que sonrías. Porque si tu sonríes, yo lo haré también.

Sus ojos están muy abiertos. Sus orejas estan rectas a mi dirección. Su mirada baja a sus manos. Sus dedos se mueven entre sí. Pero no dice nada. No escribe nada.

Espero su respuesta. No recibo una concreta. ¿Amelia no quiere nada?

­—¿Qué quieres Amelia?— digo de nuevo. Quiero una respuesta.

Pienso en cosas que le hacen feliz. Fue feliz con dinero y joyas. Fue feliz con el sillón y la cama. Si eso le hace feliz. Traeré más cosas como esas para ella.

Ella me mira. Baja la mirada. Me mira de nuevo y la baja otra vez. No comprendo su comportamiento. Toma el objeto donde siempre escribe. Escribe. Borra. Escribe. Borra otra vez. Escribe de nuevo. Borra otra vez. Se mantiene así un rato.

Cuando termina al fin me lo muestra. Sus brazos tiemblan mientras lo hace. Su rostro desaparece detrás del trozo blanco.

Solo te quiero a ti.

No comprendo su comportamiento. No entiendo sus acciones. No entiendo su petición.

—¿a mí?—

Me quiere a mí. Ella. A mí.

~me perteneces~

La veo. Ella me ve al fin. Sus ojos brillando suavemente. Luego parecen convertirse en neón.

Tenso mi cuerpo. Maldito ojos neón.

~obedece! Tu solo eres una herramienta, MI! Herramienta, tú harás que todos se arrodillen ante mí~

No puede tenerme. Nadie puede tenerme. No dejare que nadie me tenga.

~eres mío, mi pequeño monstruo~

Yo no soy un objeto. Nadie puede controlarme. Matare a todo el que lo intente. Mataré al ojos neón.

Mis colmillos salen a la luz. Mis garras también. Matare al que intente controlarme de nuevo.

Muevo mis orejas al escuchar un leve chillido. Provino de amelia. Ella tiembla. Ella me mira con los ojos abiertos. Se mantiene quieta. Sostiene la tabla blanca entre sus brazos con fuerza.

Veo de nuevo sus ojos. Verdes. Brillantes. Me tranquilizo.

Amelia no me obliga a nada. Lo que he hecho es porque yo he querido. Amelia no me ha hecho daño. Me a cuidado. Amelia me ha enseñado muchas cosas. Amelia me hace sentir bien.

Él ojos neón solo me provocaba dolor. Amelia me provoca felicidad. Calma. Otras cosas que se sienten bien.

Ella no me haría daño. Es distinta. Es frágil. Es suave. Es valiente.

Yo quiero amelia. Ella me quiere a mí.

¿Yo hago feliz a Amelia? Ella me hace muy feliz a mí.

—estas bien?—

Leo en el pedazo blanco en sus manos.

Desde que estoy aquí lo estoy.

Aguardo mis garras. Mis colmillos.

Yo seré de Amelia. Amelia no es como el ojos neón.

—yo... te pertenezco—

Sus ojos se abren. Brillan mucho. Su rostro sigue tan rojo.

—Soy tuyo amelia—

Tomo sus manos. Hago que sus manos toquen mi rostro. Me gusta que ella me toque. Ella me da una sensación cálida. Una sensación agradable. Me gusta esa sensación que tengo con ella.

Comienza a mover su mano sobre mis mejillas. La veo. Tiene esa sonrisa. Una gran sonrisa.

Cierro los ojos. Siento sus manos. Escucho la respuesta de mi cuerpo ante su toque. Siento ese calor en mi cuerpo. Siento mi pecho retumbar con fuerza.

—sha...dow...— escucho de nuevo su voz

Y sonrío para ella. 

Protector - shadamyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora