Capítulo XIX

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Narra Eärendur

Tras observar la poderosa ciudad de Edoras y pensar demasiado en futuro, observe de nuevo a Gandalf.

Gandalf: Cuidad lo que decís. No esperéis ser bienvenidos. Nos dice para retomar la marcha, cosa que realicé enseguida y seguí al poderoso mago.

Eärendur: (No sé por qué, pero siento que no va a ser tan fácil como pienso liberar al rey del conjuro que lo mantiene cautivo en su trono). Pensé mientras observaba la ciudad con mis ojos. Cada fibra de mi ser me alertaba de que no sería bien recibido por el pueblo de Théoden. Los rumores han circulado y ya se habla de que el Señor Oscuro ha engendrado un vástago, una persona de gran poder que acaudilla sus ejércitos para anegar la vida a los hombres. Una patraña inmensa. No entendía de dónde surgió el rumor, pero no dudo que padre lo haya inventado para destruir todos los puentes que pueda construir antes de tiempo para aislarme y controlarme a su debido tiempo. – (Tendré que ganarme su confianza, aunque sea una tarea que exija una gran labor).

Mientras nos acercábamos cada vez más a la ciudad pude presenciar la silueta de una persona, tal vez una mujer, con ropajes blancos que se movían con el viento de manera conjunta, como si estuviera planificado de antemano. Sus cabellos eran difíciles de discernir por la luz del sol, ya que eran de un rubio dorado que resplandecía y alzaba su figura como una poderosa guerrera.

En eso una de las banderas de Rohan se descolgaron de sus estandartes y salió volando, yendo donde el viento le ordenaba. No sé si el destino nos estaba diciendo que Rohan estaba inmersa en una sombra de su antaño gran poder, o, por el contrario, de que la esperanza de su pueblo ya estaba sellada e imposibilitada de hacer resurgir de las ruinas del estado en que se encuentra su reino para enfrentarse al enemigo y no sucumbir en el intento.

Rezaba a cualquier deidad que pudiese o quisiese escuchar mis suplicas que fuera mi primera opción. Me negaba rotundamente a creer que asistiría en primera persona a la caída de Rohan por mano de la mano blanca de Orthanc. Los Uruks serán derrotados y uno de los frentes de esta guerra eliminados.

Cuando estábamos en la puerta, la bandera que antes avisté en el aire cayó ante nuestros pies, continuando el trayecto que el aire en movimiento le ordenaba, alejándose de nosotros y continuando su camino, uno que nosotros no conocíamos ni necesitábamos conocer.

Al atravesar los regios, orgullosos y alzados muros de la ciudad pude observar patrullas de soldados montados en caballos y a pie, que detuvieron su labor para observarnos pasar. Los ciudadanos nos miraban con ojos rellenos de miedo, curiosidad y terror. No sabían quienes éramos ni que hacíamos en su hogar.

Eärendur: (Están aterrorizados). Pensé mientras observaba a cada persona que encontraba mis ojos. Los niños se refugiaban detrás de sus madres, con las mujeres intentando recopilar cualquier reserva de valentía que tuvieran para que no se les notase nerviosas y asustadas. Ese acto de protección maternal hizo que mirase al cielo, preguntándome como fue mi madre. Nunca la había conocido. Ni un solo destello en mis recuerdos abocaba a ella. Era como si nunca hubiera estado en mi vida. Ni en mis primeros momentos. – (Algunos son afortunados aun viviendo en tiempos oscuros y difíciles de determinar en cómo se desarrollarán) -. Continúe pensando mientras un sentimiento que sentí como envidia se apoderó de mi corazón. Algunas personas no sabían lo afortunadas que eran con tener una madre. Ese sentimiento de sentirse vacío, abandonado, solitario en el mundo sin una fuente de calor y consejo donde acudir en momentos de necesidad que eran las madres me carcomía todos los días. Y sabía que lo haría hasta el final de mi vida.

Cuando mi mirada ascendió al palacio real noté que la figura que antes estaba allí habia desparecido de repente, como si se hubiera esfumado por arte de magia.

HIJO DE SAURONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora