Capítulo XI

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Narra Eärendur

Tras las palabras de Gandalf él se marchó con trote rápido y con decisión para encontrar a Éomer y sus dos mil hombres para ayudarnos contra las huestes de Saruman.

Eärendur: (Que la suerte te sonría, poderoso Mago). Pensé con una sonrisa mientras me aproximaba a Othar, con mi querido amigo relinchando, inquieto, al estar atado y encerrado en los establos de Edoras. – No te preocupes, amigo mío, pronto verás el mundo otra vez y cabalgaremos por todas las tierras visibles y conocidas.

Enseguida cerré mis ojos e intenté concentrarme con mis poderes para ver que estaba ocurriendo en Isengard. Cuando antes supiéramos de cuantos efectivos contaba Saruman y cuando saldría sus huestes, antes podríamos planear una eficiente defensa en el Abismo de Helm.

De pronto una oscuridad se apoderó del lugar, destruyendo y desprendiéndome de la realidad como si fueran jirones de una camisa. Cuando pude ver de nuevo presencié lo que una vez fue la verde y viva Isengard, con la torre negra de Orthanc en el medio. Los hornos de la industria y la humareda negra y toxica de las forjas no cesaba de subir en el aire. Centenares de orcos de Mordor subían y bajando de los agujeros en la tierra que habían por todo el recinto amurallado, llevando madera o moviendo la maquinaría exterior con una precisión tosca.

En el camino que daba entre la entrada a Isengard y la torre de Orthanc se hallaba Grima Lengua de Serpiente cabalgando un corcel negro con gran velocidad. Al parecer tenía prisa por contarle las malas nuevas a su amo.

Saruman: Gandalf el Blanco, Gandalf el Loco. ¿Pretende humillarme con esa renovada piedad? Se pregunta en voz alta Saruman el Blanco mientras pensaba en los acontecimientos que habían ocurrido en el Salón del trono, momento en que perdió el control que tenía sobre la mente de Théoden.

Grima: Otros cuatro siguieron al mago: un elfo, un enano y dos hombres.

Saruman: Apestas a caballo. Le dijo para que Grima se quedase en silencio y comenzase a retirarse de la sala. – Los hombres, ¿eran de Gondor?

Grima: El primero sí, aunque no sabría decir si de la Ciudad Blanca o de los Feudos de Gondor; en cambio, el otro no, era del Norte, un Dúdenain Montaraz diría yo que era, pobre de vestiduras y, aun así, llevaba un extraño anillo: dos serpientes de ojos esmeralda, una devorando, y otra coronada con guirnaldas doradas.

Seguidamente Saruman se fue a por un libro y lo abrió por la página donde salía dibujada la descripción dada por Lengua de Serpiente.

Saruman: El Anillo de Barahir. Veo que Gandalf el Gris cree haber encontrado al heredero de Isildur, al perdido Rey de Gondor, el muy necio. El linaje se interrumpió hace años. Que importa ya, el mundo de los hombres caerá, y comenzará por Edoras. Dijo mientras estaba reflexionando, o eso me parecía a mí. – Por otro lado, el otro hombre, lo más seguro, es que sea el hijo de Sauron, su primogénito. El Señor Oscuro lo quiere vivo. Veremos lo que puede aportar en la pobre resistencia de Rohan.

Tras sus palabras me desconecté rápidamente y dejé de observar, notando enseguida que Saruman me había notado o comenzaba a notarme, por lo que abrí los ojos y volví a la realidad. Estaba solo, con Othar a mi lado. No había rastro de nadie más, ya se habían ido.

Enseguida me subí a mi corcel y salí de los establos. Cuando me acostumbré de nuevo a la luz del sol que me dio de lleno en los ojos, pude presenciar una columna de civiles que se convertían en refugiados en su noble esperanza de que en el Abismo de Helm encontrarían alguna salvación para sus vidas.

Eärendur: (Veremos lo que puede resistir esos malditos muros). Pensé mientras apresuraba el trote de Othar y me acercaba a Aragorn, que ya subía en su caballo y se unía a la marcha.

HIJO DE SAURONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora