Uno, dos y tres, uno, dos y tres, uno, dos y tres, tenemos el salón grande, los trajes lúcidos, corbatines muy bien puestos y los corceles ajustados a la medida, las sillas en perfecto orden, rodeando el salón, una buena sinfonía y un excelente paso para el show. Los antifaces cubren nuestro verdadero rostro, una metáfora sin igual, pero realista y encanta a nuestra realidad, sin caras, solamente llevando la que expresa la necesidad, sin prejuicios, siempre que sirva, por lo menos para danzar, con el uno nos acercamos a quien acechamos, con el dos miramos, danzamos y, con el tres, soltamos, cambiamos: es la esencia de la vida, para el universo somos un enigma, "la forma en la cual se conoce a si mismo", aún así, nunca se termina de conocer, la máscara ¡las máscaras!