Es tener un día muy bonito, vivir un día que parece un sueño, un momento ataráxico, sonrisas, buena música, el pecho lleno y un bonito paisaje, pero, de un momento a otro el sol se oculta tras las nubes grises arrastradas por los fuertes vientos, lo cálido y agradable se convierte en un frío que te deja inerte, ahogado, con las manos frías, tus oídos se pierden en el vacío del momento, todo se escucha lejos, sin sentido, con mucho ruido acompañado por ese pitido, largo, acosador, desesperante: te hablan, no entiendes, escuchas, pero no interpretas, tal vez el ahogo hace que no se "oxigenen las ideas". Buscas en tus seres cercanos, empiezas a hablar, a dejar que fluya todo, tal vez directamente ó simplemente dejándolo muy en evidencia; sientes como sus miradas cambian, no sé si interpretarlas como si juzgasen lo que siento, no sé si sentir que en realidad oyen pero no escuchan, total, no es su problema. Los latidos del corazón, unas veces lentos, otras veces a mil por minuto, tomas conciencia de tu respiración y aparece ese nudo en la garganta que intentas bajar, tomando bocanadas de aire, disimulandole con un bostezo o simplemente tomando agua, pero, la sensación no se va, nunca se va. Alejarse un poco para tratar de organizarte y recomponer tu ser, tal vez una solitaria lágrima recorra tu pómulo gritando por ayuda pero, al mismo tiempo, pesando una tonelada de alivio, tu rostro reconoce su más cercano escenario, reconoces el suelo, nunca antes tan cercano como en ese momento; cae la lágrima, se humedece tu entorno, tienes la fuerza suficiente para por lo menos centrar tu mirada en el horizonte, encontrar un frente, y por último, como si no pasase nada, sonreír.