Capítulo 21

1K 93 2
                                    


—Ella es atrevida con esto de los juegos mecánicos—la comparación me había dolido en lo más profundo de mí ser—. Mientras que contigo, la diversión está cuando me pides que no te suba y luego de que te convenza, bajes farfullando en contra mía—rio—. Que divertido.

Me vi obligada a reír, su risa no sólo era un bello sonido, sino también era de esas risas que te animan a reír también.

—Se nos hace tarde, tenemos que irnos—dije con el pesar que no pude ocultar.

—Cierto. El tiempo se pasa rápido, ¿no? —me ayudó a levantarme de la banca y arrastré los pies a su lado.

—Tan rápido que no te das cuenta cuándo suceden las cosas—musité, viéndome los pies al caminar; dándole el doble sentido a mi frase.

—Eso es cierto—concordó.

Subimos de nuevo a su precioso Aston Martin, auto que ya empezaba a hablarme de recuerdos, como si al sentarme en el asiento, la suavidad de esté me contará sobre las veces que yo he estado allí; con Natasha.

Le regalé una sonrisa secreta a todos los recuerdos, pero Natasha alcanzó a percibir mi mueca de labios.

—¿Por qué sonríes? —me preguntó mientras encendía el motor.

—P-p-porque... recordé que hace mucho tiempo que no me divertía tanto—dije.

Las comisuras de sus labios hermosos se elevaron hasta formar una bonita sonrisa complacida.

—Me alegra que te divirtieras.

Volví a sonreír, como diciéndole "gracias". Luego me giré a mirar por la ventana polarizada para escuchar los latidos de mi corazón al pensar que estaba cerca de ella. La piel se me erizo un poco, no sé si por culpa o de preocupación; quizá un poco de ambos.

¿Pero qué estaba haciendo yo de malo? Mi único delito era haberme enamorado de Natasha, de la persona menos indicada para aprisionar mi corazón. Su nombre debería estar en algún manual de lo prohibido, en la primera página con un aviso de "PELIGRO".

Volví a mi pregunta, malo sería querer quedarme con ella. Aunque la verdad es que sí lo deseaba, pero, aunque no tuviera intenciones de hacerlo, desearlo como yo ya lo hacía era lo suficientemente malo. Bastante.

—¿Te molesta si hago una última parada? —me dijo. Su voz llegó hasta mi corazón en aquel silencio que inconscientemente se había producido.

La miré.

—No, por supuesto que no—musité. A fin de cuentas, si se me permitía estar más tiempo con ella, no iba a rehusarme a tal regalo.

—Genial. Quiero saludar a un viejo amigo, hoy es su cumpleaños—me dice—. Prometo que no tardaré—me sonríe brevemente antes de estacionar el auto en una calle medio vacía.

En un instante, Natasha ya se encontraba fuera del auto, abriéndome la puerta para que bajara.

—Acompáñame—me sonrió y me ayudo a bajar. Luego de cerrar la puerta, como hipnotizada le seguí, acatando su orden con el mayor placer.

Caminamos sólo unos pocos metros; ya que, a la mitad de la calle se situaba un café-bar, a lo que pude entender por los dibujos con luz neón que sobresalían de la pared, a lado de la entrada. Me detuve confundida cuando Natasha paró también su andar.

—Oh, tranquila. Aquí son muy amables—musitó, como si adivinara mis pensamientos.

—¿Tú... tú bebes?

—No en realidad. Eso no es muy ruso de mi parte, lo sé—dice bromeando y rio con ella.

El alivio corrió por mis venas. Yo odiaba el alcohol, por estar bajo los efectos de el un maldito me quito a mis padres y hermano.

El manual de lo prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora