Capítulo 40 - Epílogo

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—No estoy muy segura —hice un mohín, sintiendo cómo el corazón me latía nervioso bajo mi pecho.

Natasha sonrió y se acercó para besarme la cabeza.

—¿Qué piensas que va a pasar? —me dijo, y su aliento al hablar me movió los cabellos.

—No sé, amor—musité, viendo cómo se podía vislumbrar la cúspide del edificio del aeropuerto tras la ventanilla trasera del taxi—. Sé que ha pasado un año —dije mientras su nariz seguía revolviéndome el pelo—, pero te recuerdo que la última vez que hablamos, me dio una bofetada —mi entrecejo se arrugó en una expresión de congoja al recordarlo.

Natasha rio y el soplo de su risa me acarició el cuello, luego sus labios se posaron en ella dulcemente, haciéndome erizar la piel.

—Tú mejor que nadie conoces a Kate; ella no puede guardar el rencor durante tanto tiempo —me dijo ahora mirándome—. Además, ahora ya está bien, ya está con Lena —me sonrió—. El tiempo cura las heridas, ¿recuerdas?

—No todas, Nat —contradije, ahora de veras nerviosa, ya que el taxi aparcaba justo frente al aeropuerto.

Natasha pagó el taxi y como quien no quiere la cosa bajé de el. Me quedé de pie hasta que mi novia se colocó a mi lado y pasó una mano por mi cintura. Su tacto me hizo sentir un poco mejor.

—Vamos —me dijo, empujándome amablemente.

Caminé a su lado, mientras la gente iba de un lado a otro con maletas y boletos en la mano.

—¿Por qué estás tan tranquila? ¿Qué acaso sus últimas palabras para ti fueron "Está bien Natasha, no hay problema que te hayas enamorado de mi mejor amiga. Vete en paz"?—farfullé y pensé que se iba a reír, pero en vez de eso, su rostro se volvió un poco tenso.

—No. Ya sabes que no me despedí, pero... mira, si quisieron venir a visitarnos yo creo que ya no hay rencores —se encogió de hombros—. Tranquila, ¿sí? —me besó la cien mientras seguíamos caminando para sentarnos a esperar que el vuelo llegara.

Luego de unos minutos las vimos salir por la puerta por donde emergían los demás pasajeros provenientes del vuelo de Londres y reconocí la cabellera oscura de Kate, su mirada iba baja, indiferente, la seguía conociendo.

—Nat... —murmuré temerosa, a nada de decirle que nos echáramos a correr.

—¡Ya las vi! —pero me interrumpió y tomándome fuertemente de la mano, me hizo correr hacía ellas—. ¡Sestra! —gritó y levantó su mano izquierda para que la viera.

Fijé mi vista en Kate y nada más en ella; no es que no extrañara a mi mejor amiga rusa; pero quería saber cuál era la expresión de Kate y ver si no era tan mala idea echarme a correr. Al momento de oír la voz de Natasha, levantó la vista y sus ojos al verla, lucían distintos, era la clase de mirada que das a un viejo amigo que aprecias sinceramente. Luego me miró a mí y aunque me congelé repentinamente tensa, ella esbozó una tenue sonrisita apenas visible y volvió a bajar la mirada, haciéndome sentir confundida y atolondrada.

—¡Sestra, Wands! —la voz de Lena me hizo mirarla. No lucía tan distinta, de hecho ninguna de los dos había cambiado.

—Sestra —Natasha abrazó a Lena con cariño cuando estuvimos por fin cerca las cuatro y yo volví a mirar a Kate, todavía cautelosa.

—Hola —me dijo ella con una tenue sonrisita dibujada en su rostro.

—Hola, Kate —respondí tímida, era raro intercambiar con ella palabras después de un año y siendo las últimas un sin fin de maldiciones.

Miró a Natasha y le sonrió, no como lo hacía antes, pero si se notaba sincera.

—Kate –dijo ella y se inclinó para abrazarla. Un abrazo rápido e incómodo para Kate, según pude notarlo en su rostro—. ¿Vamos a algún restaurante? Yo invito, como bienvenida. ¿Qué dicen?—ofreció Nat.

—Suena bien —admitió Lena—. ¿Me acompañas por las maletas? —le preguntó, pero la conocía lo suficiente como para darme cuenta de que lo hacía para dejarme a solas con Kate.

Estuve a punto de ir tras ellas cuando la voz de mi novia me detuvo.

—Espérenos aquí, no tardamos, ¿está bien? —me guiñó un ojo y siguió a su hermana entre el tumulto de gente.

Me mordí el labio inferior con nerviosismo y giré sobre mis talones para ver a Kate, su mirada seguía baja hasta el momento en que notó que la miré, fue entonces que poco a poco comenzó a alzarla.

—Dime... ¿has visto a Pete o MJ? —pregunté, como para entablar conversación, haciéndome recordar irónicamente cómo antes no había huecos de silencio en nuestras pláticas.

—Oh, sí. Peter te envía saludos, bueno, Peter y MJ, los dos —sonrió.

—Oh... genial, gracias —fue todo lo que pude articular.

Bajé la mirada y me dediqué a golpetear nerviosamente el suelo con la suela de mi zapato, mientras las manos en los bolsillos de mi chaqueta se removían ansiosas entre el pequeño espacio.

—Escucha... —la firme voz de Kate me hizo levantar la mirada rápidamente—, sé... sé que nuestra relación se... se quebró al último —estaba nerviosa, igual o poco más que yo—. Y, tuviste razón, creo que fue falta de comunicación o algo así —hizo un mohín—. Sólo... —exhaló— sólo quiero decirte que no te guardo rencores y que... —me miró— espero no me los guardes a mí. Reaccioné bastante mal y dije palabras que no debí de haberte dicho. Supongo que también le debo una disculpa a Natasha por eso —dijo como para sí—. El punto es, que quizá no volvamos a ser las... mejores amigas que éramos antes; pero... al menos no seamos enemigas. Yo la verdad te... estimo mucho —se encogió de hombros.

La miré y respiré, era increíble que aun adivinara mis pensamientos.

—Gracias, Kate —dije—. Gracias por, bueno, por no odiarme —ella rio y movió la cabeza—, disculpa por... todo. Yo...

—Wanda —me interrumpió—, no tienes que darme explicaciones ahora, digo, el tiempo ya pasó y bueno, yo estoy con Yel —me sonrió.

—Hablando de eso, en serio me alegra que estén juntas. Lena es genial y te ama demasiado.

—Sí, lo sé, me lo ha demostrado y a decir verdad estoy feliz.

Aquella confesión me hizo respirar.

—Tú más que nadie merece ser feliz, Kate—dije.

—Tú también. Yo espero que...

—¡Listo, chicas! —dijo Lena a mi espalda, interrumpiendo a Kat—. Vayamos a comer.

Lena le extendió la mano a Kate y ella la tomó, luego caminaron juntas hasta la salida. Detrás íbamos a Nat y yo, ella cargaba las maletas de Lena con una mano y con la otra me tomaba de la cintura. Me miró y yo hice lo mismo, luego me sonrió.

—¿Todo bien? —susurró y su hálito cálido me hizo bailotear los cabellos pequeños que caían despeinados.

Asentí y le devolví la sonrisa.

—Lena me contó que va muy bien con Kate y que espera que ella sea la mujer de su vida —se acercó a mi oído al susurrarlo y la piel se me erizó completa.

Me alejé un poco para poder mirarle.

—Me alegra que estén felices. Lo merecen —musité.

—Por supuesto.

Al salir la luz de medio día nos alumbró y Lena ya se encontraba subiendo sus maletas al taxi. Nat corrió en su ayuda y subió también las que ella venía cargando, me quedé de pie a unos metros. Lena y Nat reían haciendo bromas y ese tipo de cosas entre hermanas, mientras que Kate miraba a una de ellas como jamás había mirado a alguien. Podía ver en sus ojos que realmente estaba enamorada y de la forma más sincera y profunda que jamás haya visto. Lena le devolvió la mirada y le sonrió; Kate, al notarse en el reflejo de sus ojos, una chispa le iluminó el rostro.

Entonces, ¿qué se volvía ahora todo el sufrimiento anterior? No había nada en el mundo capaz de separarme de la mujer que yo amaba, ni fuerza sobrenatural que separara a Yelena de Kate. Es que así era como debía de estar el mundo, así era como debió de ser desde un principio; pero, si no hubiéramos sufrido, jamás podríamos haber llegado hasta donde estábamos ahora. No traía mi cámara pero fue como si tomara una fotografía en mi mente de aquella escena del mundo correcto, revelándola donde iba a permanecer guardada por siempre. En mi corazón.

El manual de lo prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora