Capítulo 10

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Al terminar fuimos a caminar por las calles de Londres que aún no tenía el placer de conocer.

A la fierecilla no le gustó para nada que Kate y Natasha se adelantarán dejándonos atrás. Miré la unión de sus manos y la compatibilidad entre ambas, era como si estuvieran hechas la una para la otra. Las sonrisas, sus gestos, su aspecto; todo era como si al juntarlas formaran un equilibrio, el ying y el yang o algo así. Algo golpeo en mi estómago, se sintió como si dentro hubieran tirado una piedrita a alguna de sus paredes. Como cuando un bebé patea, pero no en esa tierna manera.

—Wanda—Yelena musitó mi nombre. Me gire a verla—. Eres muy distraída, ¿no? —río.

—¿Disculpa?

—Te llame como tres veces y parecía como si fueras en tu propio mundo—explicó.

—Oh, sí, perdóname—gesticule con la mano.

—¿Piensas en algo acerca de ellas? —adivinó increíblemente rápido, haciendo un asentimiento de cabeza en dirección a su hermana y mi mejor amiga.

—¿Eh? ¿Por qué dices eso? —pregunte nerviosa.

—No sé, quizá porque te les quedaste mirando con profundidad—se encogió de hombros.

Reí todavía más nerviosa.

—La verdad, sí—admití—. Pienso que de verdad están hechas la una para la otra—dije y la fierecilla no estuvo para nada de acuerdo conmigo.

El ceño de Yelena se frunció y su mirada se posó en el suelo, mirando sus pies al caminar.

—Sí—farfulló.

—No te escuchas muy convencida—acuse, repentinamente curiosa.

—No, sí lo estoy—balcuceó, pero se le escondía entre su voz algún cierto matiz de resignación—. Kate es muy buena—la miró y sonrió—. Tiene una sonrisa realmente hermosa, como muy sincera. Además de que sus ojos azules griseados son como si de verdad fueran la ventana de su alma—suspira—. Sus lindos gestos cuando te habla, te hacen reír... ¿has notado que cuando se encuentra con alguien se emociona muchísimo? Y luego ese abrazo que te da, emocionada—musitó completamente perdida.

—Espera, espera... ¿tu...? —no pude terminar la pregunta, me llevé las manos a la boca cuando Yelena me miró con sus ojos verdes abiertos como platos, como si hubiese soltado un secreto que no quería decir.

—¿Qué? —preguntó con la voz temblorosa.

—¡Tú estás enamorada de Kate! —adiviné.

Ahora comprendía lo que Natasha me había dicho el otro día, lo de que su hermana estaba enamorada de una chica misteriosa. Por supuesto Yelena no le quería decir porque la "chica misteriosa" era su mismísima novia.

—¡¿Qué?! —bramó. Pude jurar que vi el sudor perlar su frente.

—Por favor, ¡a mí no me engañas! —no sabía por qué, pero una sonrisa empezó a expandirse por mi rostro.

—¡Shh! —gesticuló nerviosa a más no poder.

—¡Entonces es cierto! —la sonrisa se expandió hasta convertirse en un agujero extenso en mi rostro.

—No digas nada, por favor—me suplicó.

Me lleve ambas manos a la boca tratando de aplacar mi emoción.

—Wanda, nadie lo sabe...—dijo angustiada.

—Tranquila... yo no se lo contare a nadie—prometí, todavía medio emocionada.

—¡Soy una pésima hermana! —exclamo, gesticulando desesperada— ¿Quién se enamora de la novia de su propia hermana?

—Oye, tranquila—a juzgar por su expresión, parecía como si estuviera a punto de llorar. La fierecilla cantaba de placer y esta vez yo desconocía el por qué. —No eres la única, he oído bastantes casos—enrosqué mi brazo al suyo, como si ya le tuviera la suficiente confianza para hacerlo, pero ella no se quejó.

—Sí, pero no es bueno que pase precisamente a mí, ¿sabes lo que es tener que soportar cada beso o caricia entre ellas cuando por dentro te quema?

—Sí—dije inmediatamente y sin pensarlo, era como si la otra parte fuera la que hubiera hablado.

—¿Ah sí? ¿Te ha pasado?

—Pues no...—reí nerviosa—. Pero te entiendo, extrañamente, se cómo se siente. Es como si quisieras escapar de la escena cuando ellas se besan, salir corriendo y borrar el recuerdo en tu mente, pero mientras más lo intentas, se vuelve más nítido.

—¡Exacto! Vaya, nunca pensé que hubiera una persona que me entendiera en ese aspecto.

—¿En qué aspecto? —de pronto la voz de Natasha apareció en la conversación, materializándose con Kate junto a nosotras.

Ambas nos miramos con los ojos abiertos de par en par.

—Natasha, ¿recuerdas lo que te dije acerca de la privacidad de las personas? —inquirí.

—¿Es el primer día que se conocen y ya tienen secretos entre ambas? —preguntó queriendo sonar divertida, pero pude identificar en su voz algún tono amargo muy bien escondido.

—¡Uuuy! —bromeó Kate, atada de la cintura de Natasha.

La fierecilla refunfuño palabras intangibles para mí.

Miré a Yelena, quien mantenía su mirada fugaz, primero mirando el piso, luego a mí, después a Kate y por ultimo a Natasha, para después volver al piso. Imaginé que estaba ideando alguna forma de salir del embrollo.

—¿Sabes, Kate? —dije como si nada— Creo que invitaré a salir a Peter—solté, no muy segura de lo que estaba haciendo; pero si algo había que distrajera a Kate de emparejarme a Yelena, era simplemente con alguien más.

Funcionó, la mirada de todos se posó sobre mí. La de Yelena, agradecida por haber cambiado de tema, la de Kate resplandeciendo de emoción, y la de Natasha; serpia, rara.

—¿En serio? —gritó de emoción.

—Sí, la verdad es que es un chico muy agradable, muy lindo, además—dije al fin y al cabo eso sí era verdad.

—¿Y cuándo? —se soltó de la cintura de Natasha y ató su brazo al mío, haciéndome caminar y separándome de Yelena.

Ellas nos siguieron muy de cerca.

—No lo sé, mañana quizá—me encogí de hombros indiferente.

—¿Entonces te gusta Peter? —preguntó y miré por la colilla del ojo a Natasha, quien iba a un paso atrás de nosotras junto con Yelena, repentinamente atenta de nuevo.

¿Qué iba a decir? Si decía que sí, Kate especularía bastante hasta llegar a los planes de boda, era capaz, la conozco. Pero si decía que no, entonces no concordaría en nada con lo que yo había dicho antes y quedaría como... una tonta.

—Pues... mmm...—dude.

—¡Chicas! ¡miren! —interrumpió Yelena señalando hacía el London Eye— ¡Quiero subir!

—¡Yo también! —dijo Kate.

—¿Qué dicen, chicas? —preguntó Yelena.

—Mm... bueno, yo... paso—musité, no tenía muchos ánimos de subir y andar sobre las aguas.

—Yo también —dijo Natasha con las manos en los bolsillos—. Vayan ustedes, nosotros los esperamos.

Capté la situación entonces, Natasha y yo, solas nuevo. La fierecilla brincó de alegría y su gritó era completamente entendibles: ¡Sí! ¡sí! ¡sí!

—¿Quieres ir, Kate? —preguntó Yelena.

—Sí, hace mucho que no me subo, pero quiero que Natasha y Wanda vengan también.

—Perdóname, Katie, de verdad yo paso. Puedes ir tú, Natasha—dije—. No se preocupen por mí, yo las espero.

—No, vayan ustedes—dijo ella—. Esperaremos aquí—sonrió y beso la frente de Kate.

—Aguafiestas—se quejó Kate, pero igual se alejó junto con Yelena.

Pero antes, Yelena me miró y me guiño un ojo disimuladamente. Entonces caí en cuenta de que había hecho lo mismo que yo había hecho con ella; sacarme de una situación incómoda.

Cuando se perdieron entre la multitud, me giré a mirar a Natasha.

El manual de lo prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora