Autocontrol

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4.- 


"Toda elección nos da la posibilidad de arrepentirnos."


Cargaba con un pañuelo. Aún vistiendo unos jeans simples y un suéter de algodón, Hannibal era capaz de sacar un pañuelo de seda con encaje de flores, del bolsillo trasero del pantalón.

En el pasado, Will se encontraría en una encrucijada. No es que no estuviera preocupado, o que se hubiera liberado de cualquier atadura. Solo... cada vez era más sencillo.

Pese a todo, estaba abstraído con la escena. Hannibal no le preguntó si quería participar. Parecía saber por anticipado su respuesta. Y por eso, ahora lo veía limpiar la sangre de sus manos y de lo que había sido un bonito suéter.

- Si fueras tan amable Will – dijo - alcánzame un cambio de ropa – y señalo una gastada maleta de piel.

El moreno examinó entre las cosas y terminó decidiéndose por una camisa verde olivo.

- Tu gusto ha mejorado – reconoció, al ver su elección. Pero aquello no lo hizo sentir mejor. Tampoco los cuerpos de la pareja escondidos en el cuartucho del baño; entre las escobas, cubetas y limpiadores - ¿Has cambiado de decisión?, todavía puedes volver con Jack. Su fe en ti es tan ciega como la de los feligreses en un domingo de misa.

Sí, lo carcomía. Ser participe de aquello. Aceptar las palabras de Hannibal como una verdad absoluta. Cuando le explico que debían deshacerse de ellos porque no podían dejar evidencia alguna, él no lo detuvo. No pensó en una segunda opción. Y en cambio le permitió hacerlo.

Pero no lo ayudo.

Eso también lo molestaba. Nuevamente podía notar aquella comezón sobre la piel. Debía haber hecho algo. Tomar partido. Ser participe de la escena y no solo un espectador más.

- Podemos crear una buena historia – reiteró, al interpretar el silencio de Will como duda. Pero no sabía que decir. No tenía la respuesta correcta. Aquel estado salvaje en el que se sumergían estando juntos, estaba por acabar con su autocontrol. – Will – susurró Hannibal, acercándose hasta él. Su mirada era casi una súplica. Cubrió su rostro con sus manos, aun frías por el agua. Su tacto era delicado, pero firme.

- Quiero esto – repitió una vez más, para ambos – te quiero a ti Hannibal.

Una etérea sonrisa asomó  a sus labios.

- ¿Sin ningún, pero?

- Sólo... la próxima vez déjame ayudar.

Asintió.  

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